Rincón de la Conversación – ¡Oh Nubes! – Explorando la “Cuarta Vía”

20/05/2014

Rincón IIQuién no se para alguna vez en el campo a cortar una flor, levantar una piedrita con mica o arrancar unas hojas de un árbol y admirarlas…
Hay flores mínimas en armónico contraste con sus hojas: pequeñas obras de arte que alegra descubrir. Sorprende ver cuánta perfección encierran, qué formas elegantes las enmarcan, fuente de inspiración para guardas y pergaminos o para clásicos frisos de hojas de acanto…
El lirio del campo, que ni Salomón en toda su gloria pudo vestir… El acanto que monta guardia con sus lanzas en los senderos de los ríos de montaña, tan natural para el hijo de la tierra que no sospecha su venida silenciosa, cruzando el Océano…
Y así con la nube de nuestro Rincón anterior. ¡Cuántas cosas ella nos trae a la imaginación! Sobre todo si le decimos a la radio o a la tv, con acento real: “¡Por qué no te callas!” …Si apagamos la computadora y dejamos que se exprese el alma comprimida, y nos detenemos en esa morada interior que Dios nos dio a cada ser humano. En ella, Dios habla al alma: “vendremos a él y haremos morada en él”…

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Tanto nos afanamos en cosas prosaicas mientras nos perdemos el cristal colorido y el perfume del pétalo, la alegría de las achiras que sonríen, conversando con el agua que corre sin agitarse por la acequia.
Esta nos recuerda que los Santos compararon a la Virgen con un Acueducto.
Las cosas a nuestro alcance encierran tesoros y hacen surgir nubes de metáforas. No hay pobres en este campo de ricas minas. El mendigo de Antero de Figueredo puede ser tan sabio como Sócrates, y aún más, pues tomará agradecido un buen torrontés o un buen malbec, o el agua cristalina de la vertiente, en lugar de la cicuta amarga de la cultura postmoderna. Un mendigo católico, alegre pues lo que tiene le basta porque viene de la mano de la Providencia, viviendo generosamente, en medio de grandes ideales y horizontes…


La nube es luminosa y nos da el mensaje de sus fulgores. Es pariente de los faros que emiten luz en las costas rocosas y brumosas de Saint-Brieuc, de los fanales de los galeones cristianos que brillaron en el espejo de las aguas de Lepanto, de los globos de papel crêpe que, encendidos con gran cuidado, mandaba al cielo, en Nochebuena, con cara radiante, un amigo con alma de niño, rodeado de nuestros chicos que, expectantes, lo mantenían estirado hasta que remontaba vuelo.
Era un gran regalo de Navidad que brillaba hasta perderse en el espacio, una nubecilla luminosa que iba a saludar las estrellas, a navegar por el cielo, a cantarle al Niño Jesús.
Y hablando de cantares, otro amigo me regaló un grueso volumen de un Doctor Seráfico, hombre comparable a los espíritus angélicos del coro más alto -el que al mirar a Dios se cubre con las alas multicolores que vio Fra Angelico con los ojos del alma. -Entre paréntesis, me gustaría saber por qué el Príncipe de la milicia celestial, que gritó con voz de trueno “¡Quién como Dios!”, arrasando a Luzbel y sus secuaces, no ha sido un serafín sino “sólo” (¡!) un Arcángel. Agradezco cualquier aporte para resolver el enigma…
En esas páginas,  el seráfico Buenaventura se encanta evocando la voz de Nuestra Señora entonando melodías al Niño Dios. Siendo Ella la obra maestra de la Creación, su canto debe ser superior al propio cantar angélico.

La nube es blanda y suave.
Por ese lado se emparenta con la suavidad virginal de María.

Sicut cinnamomum, et balsamum aromatizans odorem dedi:
quasi myrrha electa dedi suavitatem odoris…

Me alcé como un hermoso olivo en los campos,
Y como el plátano en las plazas junto al agua.
Como el cinamomo y el bálsamo aromático despedí fragancia.
Como mirra escogida exhalé suave olor.(Ecclo.).

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Maravillas ocultas que la Sabiduría reveló por boca de Salomón en el auge de su inocencia, presintiendo a Aquella a quien San Agustín llama “forma Dei”, “el molde de Dios”, capaz de hacer de sus  hijos copias vivas del Modelo.
Y, para que esto sea posible, Dios dispone que extienda sus raíces en los elegidos:

In Jacob inhabita, et in Israel hereditare,
et in electis meis mitte radices...
Entonces el Creador de todas las cosas dio sus órdenes…y me dijo:
Habita en Jacob, y sea Israel tu herencia, y arráigate en medio de mis escogidos (ibid. 12 y ss.).

La suavidad virginal de la Reina y Señora de los Angeles y de los hombres es única! Pero la encontramos también en proporciones acordes a nuestra pequeñez y a la variedad jerárquica de seres querida por Dios –como enseña Santo Tomás; en el pétalo de la rosa, en el terciopelo de los sillones del Escorial, acariciando un gato de Angora…. Tal vez en el oso polar, de piel blanca y mullida como la nube. ¡Adán y Eva habrán podido acariciarlo sin temer su abrazo antes de su expulsión del Paraíso!

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Por su modo de flotar y navegar, la nube es parte del mundo de las naves, de las águilas, de las gaviotas, de la majestad del desierto; pinta ciudades perdidas de granito blanco en el cielo de las Salinas Grandes.

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Es símbolo de los titánicos luchadores que, en una época de grave crisis espiritual, que bien puede ser la nuestra (**), vencerán al ejército de enemigos de Dios. San Luis María describe a los Apóstoles de los Ultimos Tiempos con grandiosas imágenes bíblicas como esta:
Qui sunt isti qui sicut nubes volant? Ubi erat impetus spiritus, illuc gradiebantur...
¿Quiénes son éstos que vuelan como nubes?
Donde los llevaba el ímpetu del Espíritu, allá iban.

Así decía Pablo el otro día, basado en su Patrono, el Apóstol de las gentes: “las perfecciones invisibles de Dios…se hacen visibles después de la creación del mundo, por el conocimiento que de ellas nos dan sus criaturas” (Rom. I, 20). Los seres creados, en su belleza reflejan -de modo limitado- las infinitas perfecciones de Dios.
Descubrir sus cualidades por observación, abrir el abanico de afinidades con otros seres, ambientes, colores, poesías, descripciones de personas, lugares o situaciones, nos lleva a descubrir que –como dijo un gran contemplativo, pensador y hombre de acción (***)-, “el Universo es una Catedral”. Y saber admirar esa “Catedral” da alas al espíritu, lo entretiene, y lo ayuda poderosamente a cumplir el primer mandamiento, el más difícil de todos.

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En la sala se oían los ecos de estas reflexiones, matizadas con algunas pausas para extraer elementos de nuestra “cámara del tesoro”. Sólo faltaban las larguísimas pipas de cerámica de Delft y roble de Turingia, del burgomaestre flamenco y su interlocutor, para configurar una  escena como la que relata Julio Verne en su misterioso “Doctor Ox”.
De pronto se sintieron otros ecos, de un grupo bullicioso, nada flamenco y muy hispano, que se veía llegar por la ventana estilo Vermeer. Sus integrantes, desmontando con agilidad de sus espumantes caballos criollos, cuya cola y crines ruanas relucían al contraluz del atardecer, sacaban de la alforja las anotaciones pedidas en la tertulia anterior por el  “profesor” Pablo. La mesa del té estaba a su espera y en la estufa ardían palos de “árbol” y de retamo, creando ambiente para animada “causerie”.caballoblancopalacioreatw2

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(*) ver Rincón de la conversación anterior ”Subiendo con la nube por la cuarta vía”.
(**) Cfr. “Clarinadas”  en este y en el anterior boletín, entre otras cosas qué entendía San Luis M. de Montfort por “Ultimos tiempos”.
(***) El Dr. Plinio Corrêa de Oliveira; el pensamiento sirvió de título a un libro que reúne un conjunto de  magistrales observaciones, descripciones y comentarios del autor, seleccionados por Leo Daniele.

 

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