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Foto de “La Nación” (4/3/16)

María Antonia de Paz y Figueroa –Mama Antula- era hija de una tradicional familia descendiente de fundadores de Santiago del Estero, ciudad que la vio nacer en 1730. A los 15 años entró como beata, integrante sin votos de la comunidad de jóvenes mujeres que hacían vida de piedad y colaboraban con la Compañía de Jesús, -a la que ella llamaba “tierna madre”.

Veneraba a los Santos jesuitas y a los Ejercicios espirituales del fundador, San Ignacio de Loyola, manteniendo correspondencia con los miembros de la Compañía luego de su injusta expulsión en 1767, que dejó a inmensas zonas de la América Española privadas de la labor educativa, religiosa y cultural más importante, creando desazón y resentimiento en todas partes.

El jesuita P. Arduz decía que “está la Compañía en espíritu en esta pequeña máquina de doña María Antonia” (C. Bruno, Historia de la Iglesia, t. VI, Cap. X). Y ella decía que ver “la Compañía de mi Jesús” … “desterrada de estos países en los últimos confines del mundo” … “es mi tormento”, “mi desconsuelo”.

Consiguió hacer que, después de 23 años de silenciamiento de San Ignacio de Loyola, el sacerdote maestrescuela Román y Cavezales hiciera su panegírico públicamente en Buenos Aires.

Inmediatamente después de la expulsión comenzó a misionar en el Tucumán por Santiago del Estero, y continuó por Salavina y Silípica, vistiendo hábito jesuítico, llevando una cruz y a Nuestra Señora de los Dolores “por superiora de su misión”.

En 1773 se hallaba en Jujuy, donde el Obispo Moscoso y Peralta alabó su obra y la exhortó a continuarla.  Siguió por San Miguel de Tucumán, Salta, Catamarca y La Rioja, donde organizó 7 días seguidos de Ejercicios. Cuando faltaba algo decía: “avisen a la Abadesa”, Ntra. Sra. de los Dolores.

En 1775 se encontraba en Córdoba, de donde escribió al Obispo que desde el año en que fueron expulsados los jesuitas, viendo la falta de ministros y de doctrina, “me dediqué a dejar mi retiro y salir…confiada en la divina Providencia…con venia de los señores obispos…a colectar limosnas para mantener los santos Ejercicios espirituales del glorioso San Ignacio de Loyola”.  Llegó a juntar 300 personas para los ejercicios, que desarrolló durante ocho semanas, aumentadas, 3 años más tarde, a catorce semanas.

Dejó el Tucumán luego de haber dado 60 tandas de ejercicios, dirigiéndose a Buenos Aires.

Resistió allí a burlas del pueblo e indiferencia de las autoridades civiles y religiosas. Un buen tiempo tuvo que insistir en sus pedidos al Obispo que autorizara los Ejercicios, resistiendo al desánimo, las críticas y las incomprensiones. A todo lo vencía con la confianza, repitiendo: “Todo lo puedo en Aquel que me da fuerzas” (S. Pablo).

Ablandado el Obispo, debió enfrentar la oposición del Virrey Vértiz. Vencida finalmente también ésta, se iniciaron los Ejercicios con señoras principales que no rehusaban mezclarse con las domésticas negras y pardas. Logró el apoyo de esclarecidos sacerdotes.

La asistencia fue pronto en aumento y el local resultó estrecho. Fue consolador para ella que se presentaran ambos Obispos, del Tucumán y del Río de la Plata, para oír las prédicas de los Ejercicios. El Obispo del Tucumán quería que volviera a su Diócesis, pero la gran concurrencia en Buenos Aires se lo impedía. El fervor se iba contagiando a los vecinos principales y de éstos al resto de la sociedad. El apoyo del Obispo se hizo completo, al punto de atender a todos sus pedidos (que eran prudentes y discretos), y disponer “que ningún clérigo recibiese órdenes sin un certificado de su buena conducta en los Ejercicios”.

Hasta un ex Virrey del Perú en desgracia vino a Buenos Aires a hacer los Ejercicios y atribuyó la mejora de su situación en Madrid a las oraciones de María Antonia.

Parecía que la Providencia le daba los medios ya que pudo prodigarle los Ejercicios a 15.000 personas, lo que incluía diez días “de estada y abundante manutención” sin costo alguno.

En 1788, gracias a aquella “ramita que había quedado del tronco seco de la Compañía”, se contaban en más de 70.000 personas las que habían hecho los Ejercicios.

En 1791 pasó a la Banda Oriental, recibiendo del Virrey, al despedirla, “todo su poder sobre militares y civiles en cuanto necesitase”.

Ambas bandas se la disputaban. Pronto el Obispo reclamó su vuelta, y “me arrancaron de Montevideo con gran sentimiento mío, por el fervor con que concurrían en multitud (de a 500) las gentes”. Luego los vecinos orientales pedirían licencia para continuar con los ejercicios “que dio la santa Beata”. El Virrey Avilés asintió de inmediato y se fundó la Casa de Ejercicios de Montevideo.

La Mama Antula se ocupó de estabilizar su obra creando en Buenos Aires, capital del Virreinato, una comunidad de beatas. Vecinos expectables de varias familias le donaron “un solar del barrio de la Concepción, allí donde se levanta hoy la Casa de Ejercicios”. Superando obstáculos, la obra se comenzó y llevó a feliz término por los desvelos de María Antonia.

Preveía ella que manos extrañas podían intentar desviar el destino de la Casa, declarando de antemano cualquier cambio de destino como “nula, subversiva e intrusa”.

Murió “en notoria pobreza” el 7 de marzo de 1799 y sus restos descansan en la Iglesia de la Piedad. Dejó en buen punto la Casa de Ejercicios, monumento de su fe, piedad y dedicación, y un grupo de fieles seguidores que continuaron su obra.

(Fuente principal: Bruno, Historia de la Iglesia, t. VI, Cap. X).

Luis Ma. Mesquita Errea

Elena B. Brizuela y Doria de Mesquita Errea

(ap. “Fundamentación Urbanización La Misión” (nro. 20), Salta, 2016)

 

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+Tallada por José Tedim -guiado por Lucía, vidente de Fátima- para ser Peregrina Internacional, visitó muchos países. En Nva. Orléans (1972), derrama lágrimas humanas. El P. Romagosa, no convencido del milagroso llanto, hace pruebas sin encontrar nada que lo explique: “finalmente creyó” escribe Plinio Correa de Oliveira en “Lágrimas, milagroso aviso” (v. Nobleza.org).

+A pedido de fieles de Sañogasta el Obispo de La Rioja Mons. Sigampa solicita al Comité de Peregrinación en EE.UU.  la visita de la Sgda. Imagen al Oeste riojano. Las gracias concedidas lo mueven a una 2da. invitación para La Rioja y alrededores. Mons. Aciar, Vicario, declara:“si se escribieran todas las gracias y milagros que concedió la Virgen en su visita, llenarían varios volúmenes”.

+Mons. Sigampa, Mons. Aciar, el P. Lorenzo González y el P. Enrique Martínez, actualmente Obispo, bendice la ermita y calle, que por disposición del C.D. se llama Imagen Peregrina de N. Sra. de Fátima, en Sañogasta, cerca de la histórica Iglesia de San Sebastián (M.H.N.), erigida por la flia. Brizuela y Doria.

+Fieles del Convento de Sto. Domingo, con autorización del Cura Rector, el 1° Sábado de junio ‘2023 rezan el 1° Rosario de Hombres en la plaza fundacional 25 de mayo acompañados por familia y amigos.

+¡Gracias a Cristo Rey y la Ssma. Virgen de Fátima por las gracias recibidas en el Rosario los 1os. sábados a 11hs., pidiendo por las intenciones de Nuestra Señora y los fieles: conversión del mundo y rezo del rosario, que cesen las modas y costumbres inmorales, el asesinato de inocentes y todo lo que ofenda a Dios y dañe a nuestra patria, a la espera del pleno cumplimiento de las promesas de Fátima a Lucía, y a Santos Francisco y Jacinta: “Por fin, mi Inmaculado Corazón triunfará!”

 

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Conociendo más de cerca la Sagrada Imagen…

+Tallada por el escultor José Tedim, guiado por la propia Hna. Lucía, vidente de Fátima, para ser Peregrina Internacional, visitó numerosos países.

+Entregada por el Obispo de Leiría-Fátima en agradecimiento a un católico norteamericano que aportó generosamente para la talla de varias Imágenes.

+Durante una visita a Nva. Orléans (EE.UU.), en 1972, comenzó a verter lágrimas humanas. Un sacerdote, el Pe. Elmo Romagosa), no logrando convencerse del origen sobrenatural del milagroso llanto, hizo varias pruebas sin encontrar nada que lo explicara: “finalmente, creyó” escribió el Prof. Plinio Correa de Oliveira en su artículo “Lágrimas, milagroso aviso” (www. Nobleza.org, 13.7.21, buscador).

+A pedido de fieles de Sañogasta, el Obispo diocesano de La Rioja, Mons. Sigampa, escribió al Comité de Peregrinación en EE.UU., invitando formalmente la Sgda. Imagen a una visita de dos semanas al Oeste riojano. Las gracias derramadas movieron al recordado Obispo a una 2da. invitación, esta vez a la ciudad capital y otros puntos. Mons. Aciar, Vicario de la Diócesis, declaró que “si se escribieran todas las gracias y milagros que concedió la Virgen en su visita, llenarían varios volúmenes”.

+En el marco de esta visita, Mons. Sigampa, acompañado por el Vicario Episcopal, Mons. Aciar, el P. Lorenzo González, y el P. Enrique Martínez, actual Obispo Auxiliar de Sgo.del Estero, bendijo la ermita y calle que por disposición del Concejo Deliberante de Chilecito se llama Imagen Peregrina de Nuestra Señora de Fátima, en Sañogasta, muy próxima a la histórica Iglesia de San Sebastián (M.H.N.), erigida por el Tte. Gral. de la Gobernación del Tucumán, Gral. Pedro Nicolás de Brizuela, y Mariana Doria, fundadores del Mayorazgo de San Sebastián.

+A instancias de vecinos de Sañogasta y fieles del Convento de Santo Domingo, con el apoyo y participación del sacerdote a cargo de la histórica Iglesia, el 1er. Sábado de junio de 2023 se rezó el primer Rosario de Hombres, acompañados por familia y amigos, en la plaza fundacional 25 de mayo de La Rioja.

+Hoy damos gracias a Cristo Rey y a la Ssma. Virgen del Rosario y de Fátima por las gracias recibidas, rezando el rosario todos los primeros sábados a las 11hs., pidiendo por todas las intenciones de Nuestra Señora y de los fieles: la conversión del mundo y el rezo del rosario, que cesen las modas y costumbres inmorales, el asesinato de los niños en el vientre materno y todo lo que ofenda a Dios y haga daño a nuestra provincia y nuestra patria, a la espera del cumplimiento de la promesa de Fátima a Lucía, y a los Santos Francisco y Jacinta Marto: “Por fin, mi Inmaculado Corazón triunfará!”

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En algo más de dos semanas la Iglesia, que parecía inmersa en las garras de la agonía, mostró una vitalidad inesperada, probando su origen divino y la continua asistencia del Espíritu Santo.

Los medios de comunicación liberales tuvieron el placer de destacar que, pese al pontificado populista y modernizador del Papa Francisco, la hemorragia de la práctica religiosa no paró de difundirse dentro de la Iglesia Católica, ni el cierre de Iglesias debido a la declinación de las ordenaciones sacerdotales, a la consiguiente reducción del presupuesto para el mantenimiento de sus actividades litúrgicas y caritativas, y, peor aún, a las luchas internas provocadas por la “apertura” del pontífice argentino.

Esos analistas previeron que, en breve, la gran Institución que modeló la cultura y la civilización occidentales e influenció el mundo entero con su pensamiento se tornaría insignificante.

¡Pero esto no es así! La convergencia de más de 100 Jefes de Estado al funeral de Francisco y la presencia en Roma de más de 1500 periodistas para cubrir la congregación general del Colegio Cardenalicio, el Cónclave y la elección del nuevo Papa, atrajeron la atención de millones de católicos y no católicos de los cinco continentes. A sus ojos, la milenaria Institución fundada por Nuestro Señor Jesucristo apareció con el fulgor de sus mejores días. ¡Y ellos quedaron cautivados!

El escritor boliviano José Andrés Rojo lo expresó bien en las páginas del diario izquierdista El País, de Madrid:

Cualquier lego que se acerque a ese proceso queda deslumbrado con los protocolos que lo rigen.

El manejo meticuloso del tiempo, el cuidadoso arreglo de figuras, espacios y colores, las vestimentas de los protagonistas, la información transmitida de a poco, el espectáculo…

Los líderes del nuevo orden corrieron al Vaticano para aprender con la Iglesia Católica. No porque estén interesados en sus homilías o reflexiones teológicas, ni en sus mandamientos. Lo que quieren entender es cómo desarrollan sus espléndidos ceremoniales. Y así aprender cómo conquistar el afecto del rebaño y despertar sus emociones para conducirlo a aquella nueva edad de oro que tan enfáticamente prometen.

De hecho, durante 24 horas, los ojos del mundo entero convergieron sobre las gaviotas orgullosamente  paradas junto a la pequeña chimenea levantada por los funcionarios del Vaticano de donde el humo –negro o blanco- indicaría el resultado misterioso de la elección más aristocrática del mundo democratizado de hoy.

Participaron del Cónclave 132 electores, en su mayoría escogidos por el soberano fallecido según criterios un tanto caprichosos, sin haber tenido siquiera la oportunidad de conocerse íntimamente en consistorios periódicos, como sucedía en el pasado.

La dificultad adicional de venir de 77 países con culturas e intereses pastorales muy distintos preanunciaba un largo proceso para elegir a alguien que lograra el consenso de no menos de dos tercios de ese cuerpo electoral heterogéneo: heterogeneidad agravada por la divergencia teológica entre prelados progresistas, ávidos de la continuidad del aventurero “cambio de paradigma” emprendido por el Papa Francisco, y aquellos que veían su abertura al Zeitgeist (espíritu de la época) como una traición al mensaje del Evangelio, al punto de que no pocos observadores levantaran la hipótesis de un cisma.

Una vez más, todas estas expectativas se vieron frustradas. En tan sólo cuatro escrutinios , el 267° sucesor de San Pedro fue elegido. El Cardenal-Arzobispo de Argel, un prelado ultraprogresista, declaró que, después de un momento de “expresión de divergencia” en las votaciones, “rápidamente hubo una inmensa unanimidad”. Al punto de que, según él, la votación “podía haber terminado más temprano”, sugiriendo que, en el tercer escrutinio, el Cardenal Robert Vincent Prévost ya había alcanzado la mayoría calificada necesaria. Una elección que contradecía las previsiones de las agencias de apuestas y los deseos secretos de aquellos que deseaban un sucesor que continuara la aventura bergogliana y ‘desoccidentalizase´ aún más la Iglesia Católica en dirección a las periferias del ‘Sur Global´.

Inspirado por la prudencia, que exigía una figura capaz de unir una Iglesia profundamente dividida por la línea pastoral y el estilo autoritario de Francisco, para que pudiese guiar los fieles e iluminar las conciencias en medio del actual caos geopolítico –y, esperamos, guiado por las inspiraciones del Espíritu Santo- el Colegio Cardenalicio escogió una persona desconocida por el público en general, pero que personificaba los trazos que el Cardenal Timothy Dolan imaginó, al declarar por los micrófonos de la NBC antes de embarcar en su avión en Nueva York:

“Me encantaría ver a alguien con el vigor, la convicción y la fortaleza de Juan Pablo II. Me encantaría ver a alguien con la potencia intelectual del Papa Benedicto XVI. Me encantaría ver a alguien con el corazón del Papa Francisco…, alguien con aquel calor, aquel corazón, aquella sonrisa, aquella bondad, aquella acogida, tal vez con un poco de mezcla con Juan Pablo II y Benedicto XVI en lo referente a más claridad en las enseñanzas, más refinamiento en la tradición de la Iglesia, más búsqueda en los tesoros del Papado para recordarnos lo que Jesús espera de nosotros en este momento”.

El refinamiento de las tradiciones de la Iglesia fue bien servido desde la primera aparición de León XIV en el balcón, que no dejó nada que desear a los corazones enamorados de los esplendores de la pompa pontificia: moceta y estola bordada, cruz pectoral y procesional de oro, sin improvisación personalista, más un discurso escrito, proferido en tono sobrio y con marcada nota religiosa, concentrando su misión en la predicación de Cristo Resucitado y depositando filialmente su ministerio petrino en las manos de Nuestra Señora. Una devoción mariana confirmada al día siguiente por su inesperada visita  al santuario de Nuestra Señora del Buen Consejo de Genazzano, el inspirador fresco con características orientales transportado por ángeles desde Albania a los alrededores de Roma, foco de la devoción mariana de la Orden de San Agustín a la que el nuevo Papa pertenecía.

El primer sermón de León XIV a los Cardenales, en la Capilla Sixtina, fue también un recordatorio de lo que Jesús espera de nosotros hoy.  Comentando el contexto del episodio evangélico de la confesión de San Pedro, su actual sucesor enfatizó el hecho de que “un mundo que considera a Jesús como una persona enteramente carente de importancia , a lo sumo un personaje curioso” y que “no dudará  en rechazarlo y eliminarlo” cuando su presencia se torne inconveniente, o entonces aquellos que lo consideran una persona que dice apenas como otros grandes profetas y lo siguen “al menos hasta que puedan hacerlo sin muchos riesgos e inconvenientes”, pero que “lo ven apenas como un hombre y, por lo tanto, en el momento del peligro, durante la Pasión, aún ellos lo abandonan, y se alejan, desengañados”.

Según el nuevo Papa, esos dos comportamientos son muy actuales: “Ellos encarnan, de hecho, ideales que podemos fácilmente encontrar –a veces expresados en un lenguaje diferente, pero idénticos en substancia- en la boca de muchos hombres y mujeres de nuestro tiempo”. Esto, incluso entre los bautizados, donde no faltan aquellos que reducen a Jesús “a una especie de líder carismático o de superhombre” y que terminan “viviendo, en ese nivel, en un ateísmo de hecho”.

Esta visión del estado de la humanidad es la antítesis del optimismo feliz que presidió la convocatoria , las discusiones y las opciones pastorales del Concilio Vaticano II, basado en la idea de que la humanidad caminaba en dirección a los valores del Evangelio y, por lo tanto, no eran más necesarios los anatemas, bastando una exposición positiva de esos valores. La imagen de la Iglesia militante sería substituida por la de la Iglesia peregrina, caminando de manos dadas con el mundo hacia un Reino escatológico cuya localización –en este mundo o en el próximo- es incierta.

No hay nada de eso en la visión del nuevo papa. Ante una humanidad que desprecia, ignora o desvaloriza a Cristo, él nos convoca a “testimoniar la fe jubilosa en Cristo Salvador”, y a repetir con San Pedro “Tú eres Cristo, el Hijo de Dios vivo!”

Una tarea que su sucesor reconoce haber recibido como un tesoro, para que “con su ayuda, (él) sea un administrador fiel”, de modo que la Iglesia “sea cada vez más la ciudad edificada sobre un monte, un arca de salvación navegando por las corrientes de la historia, un farol iluminando las noches de este mundo”. Estamos a mundos de distancia de la Declaración de Abu Dhabi y de las declaraciones escandalosas en Singapur de que todas las religiones son caminos hacia Dios…

Aún es temprano para saber hasta dónde el nuevo Papa llevará ese programa misionero, pero una cosa parece clara: su elección representa un regreso al orden. Esperemos que esto no se dé tan sólo  en el plano de las apariencias externas –ya que, como sabiamente dijo Víctor Hugo , “la forma es la substancia que sube a la superficie”-, sino también en los planos doctrinario y disciplinario, para que la inmensa confusión sembrada por el pontífice anterior, con sus declaraciones precipitadas y documentos controvertidos como Amoris Laetitia y Fiducia Supplicans, pueda ser disipada, y la persecución a clérigos, intelectuales y fieles que fueron marginados y sancionados por su fidelidad a las enseñanzas morales de la Iglesia o a su inmemorial rito litúrgico pueda llegar a su fin.

Al explicar su elección del nombre León, el nuevo pontífice afirmó que uno de los motivos era el recuerdo de León XIII, que lanzó las bases de la doctrina social de la Iglesia en respuesta a los desafíos de la Revolución Industrial, así como hoy ella enfrenta los de la nueva revolución digital. Otra explicación podría ser su afección por León XIII, que nació cerca de Genazzano , fue educado por los agustinos y fue quien incluyó la invocación Mater Boni Consilii a Genazzano en la Letanía de Loreto.

Según el diario “Le Figaro”, el Cardenal serbio Ladislav Nemet compartió una anécdota que circulaba entre los Cardenales y que ofrecía otra explicación para la elección del nombre Leo (“león” en latín): “Hasta ahora lo teníamos a Francisco, que hablaba con los lobos. Ahora, tenemos un león que ahuyentará a los lobos”.

Esperemos que él lo haga, disipando de una vez por todas la “humareda de Satanás” que penetró en la Iglesia durante el reinado de Paulo VI y ponga fin al “misterioso proceso de autodemolición” que llevó a su crisis actual. Que León XIV vaya más allá de las intenciones de los Cardenales votantes (que pueden haberlo escogido como mera figura de consenso) y restaure verdaderamente la paz en la Iglesia.

Esperemos que sea la verdadera paz como la definió San Agustín, o sea, “la tranquilidad en el orden”, que presupone la eliminación más radical posible de los factores de desorden doctrinario y disciplinario que se propagan por todos los ambientes católicos, y particularmente en los europeos.

Con esta esperanza, juntemos nuestras voces a las de los millares de fieles que, al pie de la loggia de la Basílica de San Pedro aclamaron a León XIV con un sonoro “¡Viva el Papa!”

 

 

 

 

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SAN SIMÓN STOCK

MENSAJERO DE NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN

BIOGRAFÍA

Hoy recordamos a San Simón Stock, un monje inglés que vio a Nuestra Señora bajo la advocación de Reina del Monte Carmelo y recibió de manos de Ella el Escapulario carmelita. San Simón Stock es, con San Elías profeta, uno de los enviados de María Santísima en la orden carmelita.

Nació en Inglaterra. Desde mediados del siglo XIV las fuentes le aplican el sobrenombre “Stock”, con el cual relacionan el singular género de vida que habría observado antes de entrar en el Carmelo. Dice así la redacción larga del Santoral: “Antes de la llegada de los carmelitas a Inglaterra los esperó con espíritu profético, llevando vida solitaria en el tronco de un árbol: de ahí el nombre de Simón Stock con que es llamado”. Esta sobria noticia supone todo un poema de ascetismo, que los biógrafos posteriores intentaron poner de relieve con piadosas amplificaciones.

Pero hay un documento que nos invita más bien a contar a San Simón entre los cruzados y peregrinos que por aquellos tiempos tomaron el hábito en el mismo Carmelo, atraídos por la vida de oración que llevaban los solitarios del santo monte, “como abejas del Señor en las colmenas de sus celdas fabricando miel de dulzura espiritual”, según hermosa frase de Jaime de Vitry († 1240). En efecto, el dominico Gerardo de Fracheto, contemporáneo de nuestro Santo, después de contar una aparición del Beato Jordano de Sajonia a un religioso carmelita, acaecida en 1237, nota: “Esto lo contaron a nuestros religiosos el mismo que tuvo la visión y el prior de la misma Orden, el hermano Simón, varón pío y veraz”. Con esta noticia concordaría el Viridarium de Juan Grossi, que extiende el generalato de San Simón del 1200 al 1250. Por ahora no estamos en grado ni de escoger entre las dos versiones ni de concordarlas razonablemente.

Con el agravarse de la situación de los cristianos en Palestina después de la tregua pactada por Federico II con el sultán de Egipto (1229), los ermitaños carmelitas se encontraron frente al urgente dilema de, o bien exponerse a la extinción en una tierra que iba quedando a merced de los mahometanos, o bien probar la aventura de un traslado a Europa. Algunos, los más “perfectos” (dice Grossi), tenían miedo a tal aventura por el peligro que encerraba de una alteración del propio espíritu; pero graves razones aducidas hicieron prevalecer la opinión contraria, que fue reforzada con una aparición de la Santísima Virgen (Guillermo de Sanvico). Así en 1238 empezó con carácter sistemático la emigración de numerosos carmelitas a los diversos países de Europa.

A Inglaterra se dirigieron dos expediciones, patrocinadas, respectivamente, por los barones Guillermo Vescy y Ricardo Grey y presididas por los venerables religiosos Radulfo Fresburri, e Ivo el Bretón, dando como primer resultado el establecimiento de dos conventos eremíticos, el primero en Hulne, cerca de Alnwic, y el segundo en Aylesford, en el condado de Kent. Esto sucedía entre 1241 y 1242. Fue entonces (según la primera versión antes mencionada) cuando Simón Stock, aureolado ya con la fama de eximia santidad, “dejó la vida solitaria y entró con gran devoción en la Orden de los carmelitas, que desde hacía mucho tiempo esperaba ilustrado por divina inspiración”.

Ahora iba a ofrecerse a nuestro Santo un campo muy vasto en donde manifestar los dones recibidos de Dios. En 1245 se celebraba, precisamente en Aylesford, un Capítulo general, el primero reunido en Europa, y en él Simón Stock era llamado “milagrosamente” al oficio de prior general, oficio que sólo entonces adquiría pleno sentido, pues antes el prior del monte Carmelo era la suprema autoridad.

La Orden sufría en toda su gravedad las consecuencias del traslado a Europa. En el nuevo ambiente no encontraba la amorosa acogida que seguramente habían esperado y que tan necesaria era para empezar a echar raíces. Por otra parte, la experiencia demostraba que no era fácil conservar el tenor de vida contemplado en la Regla de San Alberto y con ardiente amor abrazado por los venerables moradores del Carmelo. Simón Stock afrontó heroicamente ambas dificultades. Respecto a la primera, se esforzó por acrecentar la estima hacia la Orden con repetidos recursos al Papa Inocencio IV y también a los próceres seculares. De hecho desde 1247,a 1252 consiguió del Papa Inocencio IV tres preciosas cartas de recomendación que debieron contribuir no poco a la consolidación de la Orden, y en diciembre de 1252 otra del rey de Inglaterra Enrique III. En orden a la segunda dificultad impetró del mismo Inocencio IV una audaz reforma de la Regla que permitiera vivir a los carmelitas en las ciudades y participar en el servicio de las almas. Pero esta reforma suscitó en el seno de la Orden un hondo descontento que venía a agravar todavía más la situación tan comprometida por la hostilidad exterior. De este descontento tenemos la prueba en una amarga requisitoria que compuso el sucesor de nuestro Santo, Nicolás el Francés, y en las frecuentes deserciones de religiosos, que buscaban en otras Ordenes mayor garantía de salvación. En este momento histórico tuvo lugar el episodio culminante de la vida de San Simón Stock, la visión del santo escapulario, testificada por el antiguo Santoral y parcialmente corroborada por la Crónica de Guillermo de Sanvico. La relación más antigua está concebida en estos términos:

“San Simón… suplicaba constantemente a la gloriosísima Madre de Dios que diera alguna muestra de su protección a la Orden de los carmelitas, pues goza en grado singular del titulo de la misma Virgen, diciendo con toda devoción: Flor del Carmelo, vid florida, esplendor del cielo, Virgen fecunda y singular; oh Madre dulce, de varón no conocida, a los carmelitas da privilegios, estrella del mar. Se le apareció la bienaventurada Virgen, acompañada de una multitud de ángeles, llevando en sus benditas manos el escapulario de la Orden y diciendo estas palabras: “Este será el privilegio para ti y para todos los carmelitas, que quien muriere con él no padecerá el fuego eterno, es decir, el que con él muriere se salvará”.

Tal fue la gran promesa, que originariamente era una exhortación a la perseverancia dirigida a los descorazonados carmelitas, pero pronto fue acogida entoda la Iglesia como una de las manifestaciones supremas de la maternidad universal de María. Lo restante de la vida de San Simón se confunde con la historia de la Orden del Carmen, historia de fundaciones y de gracias pontificias, índice de la casi definitiva consolidación en Europa, la grande obra que Dios le reservara.

Después de veinte años de buen gobierno (según un códice de Bamberga muy autorizado), por tanto, en 1265, murió en el convento de Burdeos el día 16 de mayo (o de marzo según algunos códices).

La fama de santidad que le había acompañado en vida se acrecentó después de la muerte. En los documentos su nombre nunca aparece sin el dictado de santo, y repetidamente se recuerda el don de hacer milagros. Su culto desde antiguo fue muy ferviente en Burdeos, donde se veneraban y se veneran aún sus reliquias. Una circunstancia providencial impidió que fuesen profanadas en tiempo de la Revolución Francesa. Su veneranda cabeza fue solemnemente trasladada el año 1951 al convento de Aylesford, recientemente recuperado, y allí es hoy meta de frecuentes peregrinaciones.

Fuente: BARTOLOMÉ M. XIBERTA, O. C. D.

SAN SIMÓN STOCK Y LA VIRGEN DEL CARMEN

En la madrugada del 16 de Julio de 1251, la imagen de la Virgen del Carmen se apareció a San Simón Stock, superior general de la Orden, al que le entregó sus hábitos y el Escapulario, principal signo del culto mariano carmelita.

La Santísima Virgen prometió liberar del Purgatorio a todas las almas que hayan vestido el escapulario durante su vida, el sábado siguiente a la muerte de la persona y llevarlos al cielo, promesa que ha sido respaldada por los Pontífices.

La iconografía principal de la Virgen la muestra portando dicho escapulario.

Fuente: Fátima, la Gran Esperanza

 

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Mensaje al Papa León XIV por su elección

  • 8 de mayo

Asociación Civil Fátima La Gran Esperanza – Argentina

Con gran expectación y alegría, manifestamos nuestras felicitaciones y ofrecemos nuestras oraciones por Vuestra Santidad al ser elevado a la Cátedra de San Pedro como León XIV. Deseamos que el pontificado de Vuestra Santidad sea un punto de verdadera unidad en Cristo.

Que el celo misionero de Vuestra Santidad llegue a todos los que se convierten a la Fe, y especialmente a los jóvenes que buscan lo que San Agustín llamaba esa «belleza siempre antigua y siempre nueva».

Imploramos a Nuestra Señora del Buen Consejo de Genazzano, Patrona de la provincia agustiniana que Vuestra Santidad dirigió, que bendiga y proteja a Vuestra Santidad.

8 de mayo de 2025

Asociación Civil Fátima La Gran Esperanza – Argentina

Instituto Plinio Corrêa de Oliveira – Brasil

The American Society for the Defense of Tradition, Family and Property (TFP) – Estados Unidos

Deutsche Gesellschaft zum Schutz von Tradition, Familie und Privateigentum e.V. – Alemania

Australian TFP Inc. – Australia

Österreichische Gesellschaft zum Schutz von Tradition, Familie und Privateigentum (TFP) – Austria

Canadian Society for the Defence of Christian Civilization – Canadá

Fundación Roma – Chile

Asociación Civitas Christiana – Colombia

Hrvatsko društvo za zaštitu tradicije, obitelji i privatnog vlasništva (TFP) – Croacia

Sociedad Ecuatoriana Tradición y Acción – Ecuador

Nadácia Civitas Christiana – Eslovaquia

Tradición y Acción – España

Philippine Crusade for the Defense of Christian Civilization, Inc. – Filipinas

Société française pour la défense de la Tradition, Famille et Propriété (TFP) – Francia

Irish Society for Christian Civilisation – Irlanda

Associazione Tradizione Famiglia e Proprietà (TFP) – Italia

Stichting Civitas Christiana – Países Bajos

Sociedad Paraguaya de Defensa de la Tradición, Familia y Propiedad (TFP) – Paraguay

Tradición y Acción por un Perú Mayor – Perú

Fundacja Instytut Edukacji Spolecznej i Religijnej im. ks. Piotra Skargi – Polonia

Instituto Santo Condestável – Portugal

Tradition, Family, Property Association (TFP) – Reino Unido

Family Action South Africa NPC – Sudáfrica

Publicado por ASOCIACIÓN CIVIL FÁTIMA LA GRAN ESPERANZA 

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LUCHA CONTRA LA HEREJÍA

San Pio V

La vida entera de Pío V fué una lucha. En los tiempos turbulentos en que fué nombrado Papa, el error invadía gran parte de la cristiandad, y amenazaba la restante. Astuta y flexible en los lugares en donde no podía extender su audacia, codiciaba Italia; su ambición sacrílega era derribar la Silla Apostólica, y llevar para siempre a todo el mundo cristiano a las tinieblas de la herejía. Pío, defendió con abnegación inquebrantable la península amenazada. Antes de recibir los honores del Pontificado, expuso, con frecuencia, su vida para preservar a las ciudades de la seducción. Imitador del mártir Pedro, jamás retrocedió en presencia del peligro, y en todas partes los emisarios de la herejía huían de su presencia. Puesto en la silla de San Pedro supo infundir en los innovadores un terror saludable, reanimó a los soberanos de Italia y con rigores moderados, rechazó más allá de los Alpes, el azote que habría destruido el cristianismo de Europa, si los Estados del Mediodía no le hubiesen opuesto una barrera infranqueable. La herejía se detuvo. Desde entonces, el protestantismo, obligado a consumirse en sí mismo, ofrece el espectáculo de esa anarquía de doctrinas que habría desolado el mundo entero, sin la vigilancia de un pastor, que sosteniendo con celo indomable a los defensores de la verdad en todos los Estados donde reinaba, se opuso como muro de bronce a la invasión del error en las comarcas donde dominaba.

LUCHA CONTRA EL ISLÁM

Aprovechando las divisiones religiosas de occidente, otro enemigo amenazaba a Europa, e Italia iba a ser su primera presa. Salida del Bósforo, la flota Otomana se dirigía contra la cristiandad; y hubiera ésta sucumbido si el enérgico Pontífice no hubiera velado por la salvación de todos. Da la voz de alarma, llama al combate a los Príncipes cristianos. El Imperio y Francia, dividida por las sectas de la herejía naciente, oyen el llamamiento pero no responden; solamente España junto con Venecia y la pequeña flota del Papa oyen la voz del Pontífice y pronto la cruz y la media luna se encuentran frente a frente en el golfo de Lepanto.

Las oraciones de Pío V decidieron la victoria en favor de los cristianos; cuyas fuerzas eran menos numerosas que las de los turcos. Su memoria la celebraremos en octubre, en la fiesta de Nuestra Señora del Rosario. Pero hay que recordar hoy la predicción que hizo el Santo Papa en la tarde del gran día 7 de octubre de 1571. Desde las seis de la mañana hasta la noche se sostenía la lucha entre las flotas cristiana y musulmana. De pronto, el Pontífice, movido por un impulso divino, miró fijamente al cielo; luego guardó silencio durante unos momentos y volviéndose a los que estaban presentes dijo: “Demos gracias a Dios; la victoria es de los cristianos.” Muy pronto corrió por Roma la noticia y toda la cristiandad supo que un Papa había salvado una vez más a Europa. La victoria de Lepanto dió un golpe mortal al poder otomano para no levantarse jamás; la era de su decadencia comenzó en este glorioso día.

PIO V: EL REFORMADOR

Los trabajos de San Pío V por la mejora de las costumbres cristianas, la imposición de la disciplina del concilio de Trento; la publicación del Breviario y del Misal reformados, han hecho de sus seis años de pontificado una de las más fecundas épocas de la historia de la Iglesia. Muchas veces los protestantes se han inclinado con admiración en presencia de este adversario de su pretendida reforma. “Me admiro, decía Bacón, de que la Iglesia romana no haya canonizado aún a este gran hombre.” Pío V, efectivamente no fué puesto en el catálogo de los santos sino a los ciento treinta años de su muerte: tan grande es la imparcialidad de la Iglesia romana cuando se trata de otorgar los honores de la apoteosis incluso a sus más venerables jefes.

LOS MILAGROS

Cuerpo incorrupto de San Pio V – Basílica de Santa María la Mayor

La gloria de los milagros decoró desde este mundo al virtuoso Pontífice; recordemos aquí sus dos prodigios más populares. Atravesando un día, con el embajador de Polonia, la plaza del Vaticano que se extiende sobre lo que fué en otro tiempo Circo de Nerón, se siente entusiasmado por la gloria y valor de los mártires que padecieron en este lugar durante la primera persecución. Se inclina y coge un puñado del polvo de este campo de mártires, pisoteado por tantas generaciones después de la paz de Constantino.

Pone este polvo en un lienzo, que le presenta el embajador, y cuando este lo abre, al volver al palacio, lo encuentra empapado de sangre tan roja que parecía haber sido derramada en aquel momento. La fe del Pontífice había evocado la sangre de los mártires, y esta sangre reaparecía a su llamada, para atestiguar en presencia de la herejía que la Iglesia romana del siglo XVI era aquella misma por la que estos héroes habían dado su vida en los tiempos de Nerón.

 

 

Fuente: Año Litùrgico de Dom Próspero Gueranguer Tomo III pag. 787 y siguientes.
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