El Estado: el bien más alto en el orden temporal
El mercado típico de Pirna. Por Bernardo Bellotto
Dado que al Estado le incumbe proveer al bien común de todos sus miembros, Aristóteles y los autores católicos a partir de San Agustín lo han considerado por mucho tiempo la más alta e importante forma terrenal de unión social. Es la razón por la que muchos llegan incluso a sacrificar su vida en aras de su continuidad.
Un Estado así facilita la práctica de las virtudes sociales y políticas de justicia, devoción, lealtad y sacrificio por el bien común. Es este marco de gobierno, propiamente, el que lo convierte en parte esencial del corazón y el alma de la economía.
Santo Tomás de Aquino, entre Platón y Aristóteles
El Estado orgánico, luego, le brinda unidad, dirección y propósito a la sociedad –englobando sin nunca absorber, delegando sin nunca concentrar, alentando sin nunca agobiar.
Concebido de esta manera, un tal Estado constituye una bendición para una comunidad y un guardián de su prosperidad y bienestar. Dado que los hombres sólo pueden alcanzar su perfección moral en el marco de una relación orgánica con una comunidad, es su deber legal y moral pertenecer a la comunidad gobernada por el Estado orgánico. Es a esta idea de Estado a la que deberíamos volver.
Best-seller de la TFP norteamericana: más de 320.000 ejemplares difundidos
John Horvat II, Return to Order: From a Frenzied Economy to an Organic Christian Society—Where We’ve Been, How We Got Here, and Where We Need to Go (York, Penn.: York Press, 2013), 211-2.