La púrpura del Rey – Rincón de la Conversación –

15/08/2020

O virga ac diadema

purpurae regis

quae es in clausura tua

sicut lorica

Ave Maria!

Santa Hildegarda de Bingen

La noble abadesa benedictina de los desfiladeros del Rhin era un alma musical y maravillosa, a quien Dios le dio muchas notas para ser tocadas por las cuerdas de la gracia, como un arpa   dorada, y producir melodías angélicas.

Los cantos monásticos que compuso tienen poesía y armonías verdaderamente celestiales, siendo sus temas favoritos el Angel de la Guarda y los espíritus celestes  -que ilustraría más tarde el inigualable Beato Angelico-, los santos inocentes martirizados por Herodes, Aquella a quien los hijos de Santo Domingo invocaban en sus famosas letanías …  Famosas y temibles, al decir de un Cardenal, porque hacían estragos en las filas de los maledicentes enemigos del Patriarca del Santo Rosario, (al que un amigo califica merecidamente, en este boletín, de “gigante”). Letanías tan encantadoras como Arco iris lleno de alegría!

Las musicales meditaciones  de Santa Hildegarda llegaban al trono de las

Santa Hildegarda de Bingen

Tres Personas de la  Trinidad Santa e indivisa, y  a las llagas de Cristo con sus cristales de rubí, e incluían un misterioso santo que , de algún modo que no podemos desentrañar,  habitaba místicamente las cumbres que flanquean el Rhin (donde -¡cuidado!-, no es el paraíso, también entona su canto  la fatal Lorelei…), cumbres llamadas con el largo y elegante nombre de “Disibodenberg”, presunta morada del contemplativo mártir San Disibodo.

Así como un amigo rebosa de admiración ante el “gigante” Santo Domingo y  manda su señorial imagen riojana (ver en otra sección), otro amigo de la Cruz quedó encantado al leer en el Tratado de la Verdadera Devoción las proezas por la Fe de Ludovico Pío, y se puso a buscar su retrato en los arcanos del arte germánico -pues leyó que Carlomagno  -padre de Ludovico Pío, y padre de los francos de la orilla francesa y de los de la otra, los teutones-, hablaba alemán. Y admirando la capacidad por lo fabuloso de los artistas a lo Stefan Lochner, o el Castillo de Neuschwanstein de Luis II de Baviera -ajenos a años luz de la indigesta filosofía de un Kant o un Nietzche-, se puso a hurgar en el castillo encantado de los pintores alemanes hasta encontrar en un cofre el retrato del gran Kaiser. Y aquí nos lo manda, a nuestro rincón de la conversación, para que lo presentemos en sociedad.

¿Qué fue lo que leyó el germanófilo buscador en el tan vigorosamente francés Padre Montfort, alma de la Vendée contrarrevolucionaria, …que tanto lo entusiasmó por Luis el Piadoso -“Ludwig der Fromme” para los germanos?

Que este digno hijo de Karl der Grosse (Carlos el Magno), afligido e indignado por el desarreglo de costumbres de su pueblo, convocó el Concilio de Sens para buscar un remedio… Y éste hoy olvidado y precursor Concilio, que según San Luis María fue tan grande que abrió paso en ese punto, varios siglos después, nada menos que al Concilio de Trento (!!), llegó a la conclusión de que tal conducta indebida y desleal se debía al olvido de las promesas del santo Bautismo  por los hombres de la época. Y que , para remediarlo,  los predicadores debían mover al pueblo a renovar la renuncia al demonio y su entrega a Jesucristo Nuestro Señor.

Es un honor tener aquí en la galería de personajes del Rincón de la Conversación a un Emperador tan digno de ser evocado. Lo vemos con ese manto de real púrpura bordeado de oro, que realza su gran talla, sosteniendo en la mano derecha el “Reichsapfel”, la manzana imperial que representa el mundo, sólida, pesada, de oro labrado, en la que reina la Santa Cruz. Y en la mirada franca de Ludovico, derecha y bondadosa, pero amenazadora para los transgresores, está indicado claramente: -llevo este mundo coronado, en mi mano, para que todos recuerden que hay un Dios a cuya ley nos sometemos los hombres, no porque nos guste (¡aunque nos encante!), sino porque Dios es Dios , es el Creador y Señor de todos los hombres y tiene el derecho de exigírnoslo: “hágase Tu voluntad así en la tierra como en el Cielo…”

Y en sus barbas y pelo ensortijado, con vetas de plata, tocados por una corona de oro y púrpura, rematada por el símbolo de los cristianos; en sus botas con espuelas doradas, y en el mandoble que tiene en la otra mano, que corta el aire en dos -la luz y las tinieblas- está dicho sin palabras: …de no ser así, te las verás conmigo, con mis pares y mis guerreros, y aunque no tenga la estampa colosal de mi padre -¡único en la historia!- esta espada en forma de cruz cortará las filas enemigas para gloria del Rey de Reyes.

 

 

 

 

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