Nobleza y élites en América Española – Trayectoria de la élite rural y urbana: una “aristocracia de tono menor” – Fusión de trazos en el noble hispanoamericano: Patricio urbano y señor territorial, agente civilizador y patrono espiritual – 9ª nota

11/04/2014

D Fco de Larrea e hijos Gdor de Oaxaca por Jose PaezD Antonio de Ulloa sabio y Gobdor de LouisianaLa Virgen amparando las clases mejicanas03el_bordo_10_grande_130zMercedes Castellanos de Anchorena ante Pío XIHernán Cortés caballo blanco  DOMREP-s-dom-alcazar-dc-platz-aussen  Duque_de_Alba Casa con reja de Illescas ToledoAm Virrey Toledo

Nobleza y élites tradicionales análogas en América Española: origen, desarrollo, situación presente

Parte II – Siglos XVII y XVIII: renovación y gradual definición de caracteres

B – Trayectoria de la élite rural y urbana en Hispanoamérica: configuración de una “aristocracia de tono menor” (ítems 6 a 9) – Nota 9ª

6. Incorporación de nuevos elementos: la nobleza mercantil y minera

Se incorporan nuevos elementos, de la alta nobleza a la togada, pasando por la burguesía mercantil con categoría de hidalgos –como los vasco-navarros, que dan  impulso al Río de la Plata.

Los nobles de América ejercieron actividades comerciales sin considerarlas un desmedro para su dignidad. La actividad comercial ejercida lícitamente, en concordancia con altos intereses nacionales, como la consolidación en ultramar, se identifica con el bien público. Si además reviste cuño creador y perfeccionador de la nacionalidad, su ejercicio puede convertirse en razón de nobleza, como los “hombres honrados” de Aragón o la burguesía mercantil de Venecia.

En América, el comercio fue el medio rápido de granjear riquezas; los grandes mercaderes “pronto formaron una verdadera aristocracia, que no tardó en vincularse con la de sangre” (Lohmann Villena, p. 88, 3).

7. Milicianos en el estamento nobiliario 

Las milicias existieron durante todo el período virreinal de modo desorganizado e inestable. La defensa fue inicialmente obligación de los encomenderos, quienes tuvieron destacada actuación. Desde el 1600, se instituye el alistamiento progresivo de milicias.

Desde 1762, el alistamiento de los vecinos tiene carácter obligatorio. El Virrey Amat, alarmado por el saqueo inglés a La Habana, crea milicias regulares, convocación que galvaniza a los habitantes. A los notables se les ordena fundar, mantener y comandar cuerpos de milicias, “hacer alarde y revista”. Notables de Lima, patricios serranos, hacendados, mineros y comerciantes del interior completan el mando de las unidades. “El amo era el coronel, los hijos los capitanes, los capataces los sargentos, y los peones y campesinos comuneros la tropa” (Marchena Fernández, p. 89, n. 3). En Lima se forma una compañía de nobles “tan lucida y completa de mozos hidalgos que pudiera lucir entre las mejores de Europa”, se ufanaba el virrey,

La temida invasión de “la Pérfida Albión y sus aliados portugueses” no ocurre, pero las milicias deben sofocar la feroz rebelión de Túpac Amaru. Luego, su importancia disminuye. En 1803 el Virrey Marqués de Avilés reclama que los miembros de la milicia ingresan a ella para vestir uniforme y aspirar a honores, sin cumplir su misión. Sin embargo, durante las invasiones inglesas a Buenos Aires, los oficiales de milicias de esa ciudad y de Montevideo –en su mayoría, de familias patricias- se destacan por insignes actos de valor, mereciendo el cálido elogio del virrey y recompensas reales.

8. Cuerpos militares y colegios para la nobleza hispanoamericana

La creciente importancia de las clases patricias americanas y la conciencia –despertada por la Revolución Francesa- de que era necesario asegurar en sus vástagos la lealtad a la Monarquía , lleva a Carlos IV a crear el Real Colegio de Nobles Americanos (1792). Se admitía a nobles criollos, mestizos e indígenas. Dispone se les den lecciones de urbanidad y “de aquel noble trato que conviene a personas que un día han de ocupar los primeros puestos y dignidades en el estado Eclesiástico, Militar y Civil”. El traje será un uniforme “igual… al que usare la Nobleza en la Corte y su Majestad señalare; … los teólogos usarán el vestido de abate” (Lira Montt, p. 90, n. 3 y 4).

9. Fusión de trazos en el noble hispanoamericano: Patricio urbano y señor territorial, agente civilizador y patrono espiritual

No se verifica separación entre nobleza urbana y rural. El noble americano es polifacético, acumula características ciudadanas y campestres, cortesanas y guerreras, intelectuales y mercantiles.

El estanciero rioplatense cumple una función de intermediario entre el ambiente rural y el urbano. Es “hombre de dos mundos”, dice María Sáenz Quesada, dualismo considerado el “carisma” propio de una clase cuya misión es civilizar el campo desde villas y ciudades (p. 93).

Le cabe también velar por la atención religiosa de sus gentes, erigiendo capillas en sitios faltos de atención espiritual. Lo secunda eficazmente su consorte para catequizar los paisanos, rezar el rosario, promover la venida de un sacerdote para administrar los sacramentos.

Con el benemérito patrocinio de las clases altas a las obras eclesiásticas concurrían para un esfuerzo cristianizador de magnitud continental, inigualado en la Historia: un siglo y medio después de la Conquista, a mediados del s. XVII, se habían levantado en Hispanoamérica más de 70.000 iglesias,  840 conventos de varones, 23 Universidades e incontables colegios y hospitales, según los visitadores reales, juristas Solórzano Pereyra y Gil González Dávila.

No faltaron gestos heroicos como el del Conde de Regla (Méjico, s. XVIII), que hipoteca tierras para sostener las misiones indígenas, mientras un primo es martirizado conduciendo misioneros que envía a los Apaches.

Las élites prosiguieron desempeñando esa misión después de la Independencia, erigiendo o haciendo grandes contribuciones para levantar templos célebres (catedral de Medellín, Santuario del Voto Nacional en Quito, espléndida basílica del Ssmo. Sacramento, Buenos Aires, donada por D. Mercedes Castellanos de Anchorena). La terrible devastación causada por el progresismo postconciliar, sumada a la decadencia religiosa, moral y cultural de las élites, hicieron que ese fundamental apoyo a la Iglesia se retrajese considerablemente.

 

 

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