La Sábana Santa: un evangelio del siglo XXI – Julio Loredo

22/04/2022

El rostro de N.S.J.C. en el Santo Sudario de Turín, de Aquel que invocamos en las Letanías como “Corazón de Jesús, de Majestad infinita”

La Sábana Santa: un evangelio del siglo XXI

Un lector amigo de esta página, al tomar conocimiento de un video sobre la Sábana Santa en que el “cientificismo” pretende poner en duda las pruebas irrefutables de su carácter milagroso, recomendó la publicación del recientemente aparecido estudio de D. Julio Loredo de Izcue, intelectual y hombre de acción de la “familia de almas TFP”, ya conocido por nuestros lectores. Con gusto accedemos al pedido de nuestro amigo.

Agradecemos esta publicación al site 

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14 de abril de 2022 | Julio Loredo

La Sábana Santa de Turín confirma los terribles castigos infligidos a Nuestro Señor Jesucristo durante la Pasión con una precisión tan extraordinaria que incluso se le ha llamado el “Quinto Evangelio”.

La meditación de la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo, especialmente durante la Cuaresma, ha sido siempre una ocasión de gran consuelo espiritual y de progreso en la vida interior. Viviendo en el siglo XXI, nos vemos desgraciadamente obligados a vivir en el ajetreo de una sociedad tecnológica. Cada vez nos resulta más difícil “desconectar”, meditar tranquilamente y elevar nuestra mente para considerar las cosas divinas.

Por otra parte, nuestra educación nos enseña a minimizar el papel del razonamiento. Estamos cada vez más inmersos en lo que el Papa Pablo VI llamó la “civilización de la imagen”. Así, debemos ver las cosas con los ojos para creerlas.

Un mensaje para nuestro tiempo

Tal vez la Divina Providencia pensó en nosotros cuando decidió esperar al siglo XX para comenzar a revelar los misterios de la reliquia más preciada del cristianismo: el Sábana Santa de Turín.1

Esta sábana de lino envolvió el cuerpo sin vida de Jesús en el sepulcro. Los cuatro evangelistas narran la colocación de Jesús en la “tumba nueva y cercana que José de Arimatea había excavado en la roca”. Los tres primeros dicen que “después de haberlo bajado [de la Cruz], lo envolvieron en una sábana”.

Tras varias vicisitudes, esta sábana acabó en el tesoro de la Casa de Saboya a mediados del siglo XV, donde se conservó primero en Chambéry (Francia) y luego en Turín (Italia). El Vaticano no lo adquirió hasta 1983, y ahora se encuentra en la Catedral de Turín.

La sábana mide 14 pies de largo por 3,5 pies de ancho. Está tejida en espiga e hilada a mano según las técnicas utilizadas en Palestina en el siglo I. En la parte longitudinal media, se aprecia la doble huella evanescente (anverso y reverso) del cadáver de tamaño natural. El cuerpo representado es un varón de unos treinta años con barba, pelo largo y constitución robusta. Medía 1,75 mt, con rasgos típicamente semíticos. Por la huella, podemos deducir que el Hombre de la Sábana Santa fue torturado, azotado, crucificado y atravesado en el costado por una lanza.

Todo esto es visible a simple vista y se conoce desde la Antigüedad. La tradición cristiana siempre ha considerado esta sábana como una auténtica reliquia y ha sostenido que la imagen del Hombre de la Sábana Santa es un retrato de Nuestro Señor Jesucristo. Prueba de esta tradición, por ejemplo, son varios íconos bizantinos que representan a Cristo como el Hombre de la Sábana Santa. Numerosos documentos que se remontan a tiempos muy remotos hablan de la veneración de la reliquia.

Sin embargo, la reliquia tuvo que esperar hasta 1898 para un extraordinario descubrimiento que marcaría para siempre su destino.

Comienza la saga científica

El 25 de mayo de ese año, el abogado turinés Secondo Pia fotografió por primera vez la Sábana Santa. Quedó asombrado cuando reveló las dos primeras placas: las fotografías revelaron que la imagen de la Sábana Santa funciona naturalmente como un negativo. ¿Por qué? Sin duda, era un misterio.

Así comenzó la “aventura” científica de la Sábana Santa. Pronto fue sometida a un estudio sistemático con tecnologías de vanguardia. Cuanto más la estudiaban los científicos, más se desconcertaban. Cuanto más descubrían sus misterios, más se daban cuenta de que sólo estaban arañando la superficie. En 1959 se fundó en Turín el Centro Internacional de Sindonología. Más tarde, en 1977, se creó el Proyecto de Investigación de la Sábana Santa (STURP), que reunía principalmente a estudiosos estadounidenses.

Este no es el lugar para informar sobre sus investigaciones. Nuestra atención se concentra en un solo aspecto: la sorprendente confirmación de la Sábana Santa de la narración evangélica de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo.

El “quinto evangelio”

Tras décadas de investigación, los científicos pueden afirmar que la Sábana Santa es aún más meticulosa a la hora de relatar, aunque en silencio, los detalles de la Pasión que los Evangelios. El profesor de la STURP John Heller comenta: “Las investigaciones de las últimas décadas no contienen la más mínima información que difiera de la narración de los Evangelios”.2

En consecuencia, algunos comenzaron a llamar a la Sábana Santa el “Quinto Evangelio” o “el Evangelio del siglo XX”.

Este “Evangelio” es tan rico en detalles que el cirujano francés Pierre Barbet, famoso pionero de los estudios médicos sobre la Sábana Santa, llegó a afirmar “Un cirujano que estudia la Sábana Santa para meditar sobre la Pasión recorriendo las diferentes etapas del martirio de Jesús puede seguir sus sufrimientos mejor que si se apoya en un gran predicador o en un santo asceta”.3

La agonía en el huerto

“En su angustia, oraba más tiempo. Y su sudor se convirtió en gotas de sangre que caían al suelo” (Lc 22,44).

San Lucas, médico, es el único evangelista que describe este episodio, lo que hace con precisión clínica. La sudoración de sangre, llamada clínicamente hematohidrosis, se produce raramente. Se observa en condiciones de gran debilidad física acompañada de una fuerte conmoción moral, emoción y miedo, que San Lucas llama “angustia”. Hay una repentina vasodilatación de los capilares subcutáneos, que se rompen bajo las glándulas sudoríparas. La sangre se mezcla con el sudor y se filtra por los poros.

El análisis informático de las imágenes tridimensionales del rostro del Hombre de la Sábana Santa, en particular las realizadas por el profesor Giovanni Tamburelli en 1978, muestra cómo, además de innumerables abrasiones y pequeños coágulos, toda la superficie de su piel parece empapada de sangre. Tal estado sería el resultado de una hematohidrosis.

La bofetada en casa de Anás

“Cuando hubo dicho estas cosas, uno de los criados que estaban allí le dio una bofetada a Jesús, diciendo: ¿Así respondes al sumo sacerdote?” (Jn 18,22).

El rostro del Hombre de la Sábana Santa revela un gran hematoma o masa de sangre coagulada en la mejilla derecha. Su nariz está hinchada, girada hacia la derecha y visiblemente rota.

La sindonóloga de Turín, la profesora Judica Cordiglia, cree que esta herida fue infligida por un palo corto de madera de unos cinco centímetros de diámetro. El golpe provocó una profusa hemorragia nasal. De hecho, el bigote del Hombre de la Sábana Santa está empapado de sangre en el lado derecho, al igual que su barba.

Impresiones de la Sábana Santa

Los lingüistas modernos creen que el término utilizado por San Juan, y normalmente traducido como “bofetada”, puede interpretarse como “paliza”, lo que reflejaría los datos encontrados en la Sábana Santa.

Lesiones y heridas

“Y empezaron a saludarle: ‘¡Salve, rey de los judíos! Le golpearon la cabeza con una caña y le escupieron; y se arrodillaron para rendirle homenaje” (Mc 15,18-19).

El Hombre de la Sábana Santa presenta múltiples signos de traumatismo: hinchazón en la frente, las cejas, los pómulos, las mejillas, los labios y la nariz. Esta última está deformada debido a la rotura del cartílago dorsal cerca de la inserción en el hueso nasal, que, sin embargo, está intacto. De su nariz salen dos chorros de sangre. Tiene moretones en la cara por casi todas partes, especialmente en el lado derecho, que está visiblemente hinchado. Sus cejas están desgarradas, con huesos que han herido la piel desde el interior. El pómulo izquierdo tiene varias incisiones.

Se trata, pues, de un hombre brutalmente golpeado con palos, puñetazos y bofetadas.

La flagelación

“Pilatos hizo entonces que llevaran a Jesús y lo azotaran” (Jn 19,1 )

La Sábana Santa nos ofrece una imagen muy completa, precisa y horrenda de la flagelación. Podemos contar más de 120 golpes en el Hombre de la Sábana Santa. Fueron infligidos por dos hombres fuertes, uno más grande que el otro, a ambos lados de la víctima. Fueron expertos, siendo su pecho la única parte del cuerpo que no muestra signos de flagelación. De hecho, los golpes de un flagelo en la región pericárdica podrían causar la muerte temprana del convicto. No faltan las lesiones en las nalgas, lo que significa que el Hombre de la Sábana Santa fue flagelado desnudo.

Abrazando a Cristo y a la Cruz

Fue una flagelación romana, ya que los judíos no podían superar los 39 golpes por ley. La Sábana Santa también nos permite identificar dos instrumentos diferentes utilizados para esta tortura. Uno, el flagrum taxillatum, consistía en tres tiras, cada una con dos pequeñas bolas de plomo, lo que significaba que cada golpe causaba seis magulladuras. El otro tenía ganchos de metal en los extremos. Uno golpeaba, el otro desgarraba.

Al estudiar las huellas, podemos incluso establecer la posición de Jesús durante la flagelación: Estaba inclinado sobre una columna muy corta.

La coronación con espinas

“Después de esto, los soldados torcieron algunas espinas para hacer una corona y se la pusieron en la cabeza, y lo vistieron con un manto de púrpura” (Jn 19,2).

La cabeza del Hombre de la Sábana Santa muestra al menos cincuenta heridas punzantes, pequeñas pero profundas, consistentes con la aplicación de un “casco” de ramas espinosas en lugar de una “corona”, propiamente dicha. Las manchas de sangre más llamativas corresponden a las venas y arterias de la cabeza.

Dos riachuelos de sangre pueden verse a la derecha de los que miran la imagen. Uno cae por el cabello hacia el hombro; el otro cae casi perpendicularmente en la frente hacia la ceja. Estas sobresalen de una herida punzante que lesionó la rama frontal de la arteria temporal superficial. De hecho, esta sangre tiene un carácter claramente arterial. Hacia la mitad de la frente, vemos un breve flujo de sangre venosa en forma de 3 invertido, resultante de una lesión en la vena frontal.

Las heridas producidas por la corona, o mejor dicho, el casco de espinas, descienden desde la espalda hasta la nuca, donde vemos apariciones hemorrágicas que repiten el mismo patrón que las frontales. Las espinas, profundamente incrustadas, lesionaron algunas ramas de la arteria occipital y venas más profundas del plexo vertebral posterior.

La pasión de Cristo en nuestros días

La cabeza está llena de vasos sanguíneos y terminaciones nerviosas. El dolor causado por la corona de espinas, especialmente durante el traslado de la Cruz, fue sin duda horrible.

El camino del Calvario

“Y cargando su propia cruz, salió hacia el Lugar de la Calavera o, como se llama en hebreo, el Gólgota” (Jn 19,17).

Los hombros del Hombre de la Sábana Santa presentan un gran hematoma a la altura del omóplato izquierdo y una herida en el hombro derecho que puede atribuirse a que llevaba el patibulum, es decir, el travesaño horizontal de la Cruz. Sus hombros aparecen levantados, una posición correlativa al transporte de la viga.

Las impresiones también muestran que la viga se deslizó sobre sus hombros, produciendo graves abrasiones.

Las imágenes revelan una cantidad significativa de material terroso en las plantas del Hombre de la Sábana Santa, lo que revela que caminó descalzo.

Las tres caídas

“Jesús cae por primera vez… Jesús cae por segunda vez… Jesús cae por tercera vez” (Vía Crucis, Estaciones III, VII y IX)

Aunque no lo recoge ningún Evangelio, la piedad católica siempre ha venerado las tres caídas de Nuestro Señor en el camino del Calvario.

Las caídas son muy evidentes en la Sábana Santa. Sus rodillas, especialmente la izquierda, están desolladas. Hay rastros de sangre y material terroso en la rodilla izquierda. La nariz también aparece desollada y con restos de material terroso, lo que demuestra que Nuestro Señor cayó con la cara en el suelo. Esto se explica porque no pudo protegerse con las manos atadas a la horca.

La Crucifixión

“Cuando llegaron al lugar llamado La Calavera, allí lo crucificaron a él y a los dos delincuentes, uno a su derecha y el otro a su izquierda” (Lc 23,33)

Primero, Jesús fue despojado. Todo su cuerpo estaba desgarrado y cubierto de una mezcla de sangre, sudor y polvo, que se había secado, haciendo que sus ropas se pegaran a la piel. Podemos imaginar el dolor insoportable que causó esa acción. En los hospitales modernos, una operación de este tipo se realiza a veces con anestesia general para evitar el riesgo de síncope del paciente. Muchas heridas comenzaron a sangrar de nuevo.

Nuestro Señor fue puesto en la Cruz y clavado en ella. Sus torturadores confundieron la distancia de los agujeros laterales y así tiraron fuertemente de su brazo derecho para encajarlo hasta que sus articulaciones se dislocaron. Esto también es visible en la Sábana Santa.

¿Dónde se clavaron los clavos?

La huella anterior del Hombre de la Sábana Santa muestra una herida punzante, no en la palma de Su mano, como dice la tradición iconográfica, sino en Su muñeca, correspondiente al llamado espacio Destot. Se trata de un pasaje anatómico que permite fácilmente la inserción de un clavo sin romper ningún hueso.

La visión clásica de los clavos en la palma de la mano queda, por tanto, excluida. En primer lugar, la palma no habría soportado el peso del cuerpo. En segundo lugar, porque probablemente se habrían roto algunos huesos metacarpianos, desmintiendo la profecía: “todos sus huesos se conservarán, ninguno se romperá” (Sal 33:21).

Los clavos lesionaron el nervio mediano de las manos, provocando la flexión de los pulgares bajo las palmas, lo que explica su ausencia en la impresión de la Sábana Santa.

En cuanto a los pies, el pie derecho dejó una huella completa en la Sábana Santa, mientras que se puede ver el talón y la cavidad plantar del pie izquierdo. Por lo tanto, los dos pies fueron cruzados; el izquierdo se colocó delante, y su planta se apoyó en el dorso del pie derecho, que se apoyó directamente en el poste de la Cruz. Estaban clavados juntos.

Las manchas de sangre encontradas en la Sábana Santa corresponden perfectamente a los pies atravesados que descansaban sobre la Cruz de la manera descripta anteriormente.

Nótese también que las heridas de las manos y los pies del Hombre de la Sábana Santa se ajustan a la forma cuadrada de los clavos utilizados en las crucifixiones romanas.

La muerte

“Jesús gritó en voz alta diciendo: ‘Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu’. Con estas palabras, expiró” (Lc. 23:46).

Colgaba de la Cruz por los brazos, sin apoyo que lo mantuviera erguido. Contrariamente a la iconografía tradicional, la Sábana Santa no muestra ninguna evidencia que indique el uso de un reposapiés en la Cruz. De hecho, el reposapiés sólo se introdujo en las crucifixiones romanas en la segunda mitad del siglo I. Por lo tanto, Nuestro Señor ya no podía respirar normalmente debido a que colgaba sólo de sus brazos.

En tales circunstancias, comienzan los espasmos, calambres y asfixias, que se agravan hasta que se bloquean los músculos de la ingesta. La muerte se produce por una mezcla de asfixia y shock generalizado, en este caso también provocado por un infarto y un hemopericardio, como explicaremos a continuación.

La imagen de la Sábana Santa muestra los músculos del pecho contraídos de forma espasmódica. El diafragma está elevado y el abdomen se ha colapsado. Estos son signos típicos de la muerte por ansiedad respiratoria, asfixia y shock.

El color rojo brillante de las manchas de sangre se debe a una elevada cantidad de bilirrubina, típica de las personas que han sufrido graves traumas justo antes de derramar la sangre. La pulcritud de las heridas del Hombre de la Sábana Santa, causada por el rápido secado de la sangre, también indica que estaba gravemente deshidratado.

La lanza de Longinos

“Uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza, e inmediatamente salió sangre y agua” (Jn 19,34).

En la impresión anterior de la Sábana Santa, vemos un gran flujo de sangre a la izquierda, que corresponde a una brecha en la piel con las características de una herida punzante y cortante. Los márgenes de la herida se mantuvieron amplios y están bien delineados, como los infligidos a un cadáver. Esta herida sería atribuible al empuje de la lanza por parte del soldado romano. Es una herida profunda que perforó la pared torácica, lo que explica la abundancia de sangre. Fue infligida a un cadáver porque la sangre seca mostraba que su parte celular se había separado del componente seroso.

Estas pruebas apoyan una hipótesis muy fiable sobre la causa mortis de Nuestro Señor Jesucristo: un infarto seguido de hemopericardio.

Esta causa de la muerte puede deducirse del estudio de la sangre seca. Es muy densa y muestra grumos separados por un halo de suero. Esta condición es típica de un hombre que muere debido a una gran acumulación de sangre en la zona del pecho, el llamado hemotórax. La acumulación de sangre se explica por la rotura del corazón y el consiguiente derrame de sangre entre éste y la capa exterior del pericardio. Este flujo de sangre provoca un dolor insoportable, que siempre se corresponde con un grito, tras el cual el individuo expira inmediatamente.

Por lo tanto, la herida de la lanza en el crucificado, por entonces un cadáver, habría permitido el derramamiento de la sangre ya separada del suero. Un examen hematológico revela que esta sangre del lado derecho es sangre “muerta”, es decir, vertida post mortem, mientras que la sangre de la frente, de la muñeca, de la nuca y de la planta de los pies es “viva”, es decir, que se derramó cuando el Hombre de la Sábana Santa aún estaba vivo.

Por otra parte, penetrando desde el lado derecho hasta la altura del quinto espacio intercostal, la lanza nunca habría podido alcanzar el corazón, ya que el pillum romano no tenía una hoja suficientemente larga.

La muerte por hemopericardio provoca una rigidez cadavérica inmediata, encontrada precisamente en el Hombre de la Sábana Santa.

La colocación en el sepulcro

“Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en telas de lino con las especias, siguiendo la costumbre judía de enterrarlo. … Nicodemo trajo una mezcla de mirra y áloe” (Jn. 39:40)

Todo lo anterior demuestra que la Sábana Santa de Turín envolvió el cuerpo sin vida de un crucificado. Se ha identificado en la tela la presencia de áloe y mirra, sustancias utilizadas en Palestina para enterrar los cadáveres en la época de Cristo.

Según los estudios médicos, para obtener las marcas de sangre que se ven en la Sábana Santa, el crucificado debió ser envuelto en la tela en las dos horas y media siguientes a la muerte y no permaneció más de 40 horas, ya que no hay rastros de putrefacción.

La resurrección

“El primer día de la semana, al amanecer, fueron al sepulcro con las especias que habían preparado. Comprobaron que la piedra había sido removida del sepulcro, pero al entrar no encontraron el cuerpo del Señor Jesús. Mientras estaban desconcertadas, aparecieron de repente a su lado dos hombres con ropas brillantes. Aterradas, las mujeres inclinaron la cabeza hacia el suelo. Pero los dos les dijeron: “¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo? No está aquí; ha resucitado” (Lc 24,1-6).

En la impresión dorsal de la Sábana Santa, los músculos dorsales y deltoides aparecen naturalmente arqueados y no aplanados, como debería haber sucedido con un cuerpo tendido de espaldas sobre una losa de piedra. Por otra parte, los diferentes puntos de la espalda que naturalmente tocarían la superficie no están aplastados. No hay ningún efecto de peso corporal, lo que significa que, al realizar la impresión en la tela, el Hombre de la Sábana Santa flotaba en el aire en estado de levitación sin tocar la piedra.

¿Cómo se hizo la huella de la Sábana Santa? Los científicos responden que “el cadáver se vaporizó por así decirlo, emitiendo una radiación que habría causado la huella. … es muy probable que el cuerpo estuviera en levitación cuando produjo esta radiación”.4 En términos científicos, eso significa que el cadáver se volvió “mecánicamente transparente” para la Sábana Santa.

Escuchemos al profesor de la STURP Aaron Upinsky: “Uno de los mayores misterios de la Sábana Santa es cómo el cadáver nunca tocó la tela mientras se desprendía de ella. Salió volando sin alterar las fibras en lo más mínimo, sin rasgarlas y sin modificar las manchas de sangre ya existentes. Eso es imposible para un cuerpo normal, sujeto a las leyes de la naturaleza. Un cadáver cubierto de llagas nunca podría ser desprendido de una sábana sin alterarla y sin dejar rastros. Ninguna ciencia niega este hecho decisivo. Se explica únicamente por la “desmaterialización” del cuerpo, que sale volando de la sábana sin estar ya sujeto a las leyes de la naturaleza. Eso es precisamente lo que los cristianos llaman la ‘Resurrección'”5.

Conclusión

Para concluir, citemos algunas palabras del célebre pensador católico Prof. Plinio Corrêa de Oliveira:

“La Sábana Santa es un milagro permanente. Al permitir que la fotografía muestre su Rostro Divino, Nuestro Señor hizo un gesto de misericordia, especialmente para nuestros tiempos. La Sábana Santa es una maravilla tan grande, una prueba tan grande de la existencia de Nuestro Señor, de su Resurrección y de todo lo que creemos, que los fieles de todos los ambientes católicos deben hablar continuamente de ella”.6

Notas

  1. Giulio Fanti y Emanuela Marinelli escribieron un excelente libro sobre el tema, Cento prove sulla Sindone [Cien pruebas sobre la Sábana Santa], Padua, Edizioni Messaggero, 2000. Este libro contiene también una completa bibliografía sobre el tema.

  2. John H. Heller, Report on the Shroud of Turin [Informe sobre la Sábana Santa], Boston, Houghton Mifflin, 1983.

  3. Pierre Barbet, La Passione di N. S. Gesù Cristo secondo il chirurgo, LICE, Turín, 1951.

  4. Julio M. Preney, O Sábana Santa de Turim – O Evangelho para o Século XX, Ediçoes Loyola, Sao Paulo, 1992, p. 90-92.

  5. Arnaud-Aaron Upinsky, entrevista para Catolicismo, junio de 1998.

  6. Plinio Corrêa de Oliveria, conferencia a miembros y cooperadores de la TFP brasileña, Sao Paulo, 28 de abril de 1984.

Título original: 

The Holy Shroud: a Twenty-First Century Gospel, publicado en el site de la American Society for the Defense of TRADITION, FAMILY AND PROPERTY   

https://www.tfp.org/

    Traducido del inglés con el traductor DeepL

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