Apéndice I de “Nobleza y élites tradicionales análogas” – En el Brasil colonial, en el Brasil imperial y en la República brasileña: génesis, desarrollo y ocaso de la “Nobleza de la Tierra” – (4ta. nota)

28/10/2020

APÉNDICE I de Nobleza y élites tradicionales análogas (4a. nota)

En el Brasil colonial, en el Brasil imperial y en la República brasileña: génesis, desarrollo y ocaso de la “Nobleza de la Tierra”

Fuente y site para descargar obras y artículos del Dr. Plinio Corrêa de Oliveira: 

http://www.pliniocorreadeoliveira.info

 

  1. El ciclo del oro y de las piedras preciosas

Una vez colonizado el litoral comienza la conquista del sertão. Comienza entonces el ciclo del oro y de las piedras preciosas, el cual va a estar marcado a fondo por la actuación de los bandeirantes [59]. Con ellos se esboza un nuevo rasgo de nuestra aristocracia rural.

  1. a) Entradas y Banderas

Para comprender la importancia y la gran oportunidad de las banderas es necesario tomar en consideración que toda la colonización portuguesa de nuestro territorio tenía carácter litoral, es decir, se concentraba más o menos a lo largo de nuestra ribera marítima. Faltaba desbrozar, conocer y aprovechar el inmenso hinterland que se extendía más allá de esa ribera.

Con esa finalidad se movilizaron tanto la iniciativa estatal, es decir, la Corona, como la privada. A las expediciones desbrozadoras que eran de iniciativa de la Corona, representada aquí por las autoridades locales, se les llamaba generalmente entradas y a las de iniciativa particular, banderas. Como si quisieran ya demostrar esos comienzos la mayor eficacia de la iniciativa privada, el “banderismo” contó entre nosotros con un radio de acción y una riqueza de resultados mucho mayores.

El bandeirante Antonio Raposo Tavares. Museo Paulista, São Paulo.

A partida das “Monções” – Almeida Júnior, Palácio dos Bandeirantes, São Paulo 
Las primeras expediciones que tuvieron el carácter de banderas fueron, según Rocha Pombo, las “capitaneadas por Martín de Sá, por Dias Adorno y por Nicolás Barreto”. Según el mismo historiador, “la función de esas primeras expediciones es abrir hacia el amplio seno del continente los grandes caminos que van a ser trillados, y que tienen que quedar para siempre como válvulas que han de llevar a las profundidades del sertão el renaciente vigor de los núcleos de la zona marítima”. [60]

Otro autor destaca el aspecto conquistador y desbrozador de las banderas: “Por su propio carácter aventurero, su objetivo era más expandir que fijar, más conquistar que establecer, más explorar que producir. Fueron el brazo conquistador que dilató las fronteras, y no la azada cotidiana, infatigable, que levantó de sol a sol nuestra estructura social. Ésta vendría del norte, con la irradiación de los núcleos culturales de Bahía y Pernambuco.” [61]

No hay duda de que la búsqueda del lucro era uno de los elementos propulsores de las banderas. Sin embargo, se engañaría gravemente quien supusiera que era ésta su única meta.

“La causa del bandeirismo es esencialmente moral, un poco presa a los impulsos de la ambición individual de tesoros por descubrir, un tanto sujeta al inmenso sueño paulista de conquistar para su rey (…) un inmenso imperio que tuviese por divisa los más claros límites naturales: el Atlántico, el Plata, el Paraná, el Paraguay, los Andes y el Amazonas.” [62]

Tampoco se puede afirmar que fuera totalmente ajena a los deseos de la mayoría de los bandeirantes la expansión de la Fe, pues fue resultado forzoso del desbrozamiento y del establecimiento de poblaciones bautizadas en los territorios sobre los cuales pasaba a ejercerse efectivamente la autoridad de los monarcas portugueses. Éstos siempre hicieron de dicha expansión uno de los objetivos principales de la epopeya de las navegaciones, y consideraban con los mismos ojos las entradas y banderas.

“La capilla rústica, construida de madera y barro y con tejado de paja fue el primer edificio público que surgió en la confusión de los descobertos [63]. Se erguía en cualquier punto, a veces en lo alto de los oteros, flanqueada por una cruz de madera tosca, dominando el paisaje severo, o bien en el fondo de los desfiladeros (…)

“Si las esperanzas se confirmaban, es decir, si en los alrededores de dicho curso de agua el oro se mostraba abundante, entonces la primitiva aldea aumentaba en población, las cabañas se multiplicaban, surgían remedos de calles y la capillita era ampliada, consolidada, a menudo reconstruida. Muchas de estas primeras ermitas, algunas probablemente aún de los últimos años del siglo XVII existen más o menos desfiguradas en los alrededores de las ciudades y villas mineras de hoy, recordando con su presencia los ensayos de vida espiritual en aquella tierra brasileña.” [64]

Además, para considerar la elevación de espíritu inherente a los paulistas del Brasil colonial basta ponderar “cuántos y cuántos habitantes de Piratininga, de los de sus mejores linajes, abandonaron sus hogares y sus haberes para ir a ayudar a los nordestinos, tanto en la lucha contra los holandeses, como contra los cariris y los guerens, como contra los negros de Palmares. (…) Y a São Paulo debemos ese primer hilván de nacionalidad, puesto que nunca regateó su protección a ningún punto de la colonia que la necesitara.” [65]

  1. b) El “bandeirismo” y la “Nobleza de la tierra”

Conviene ahora destacar el papel de las banderas en la formación de nuestra nobleza territorial.

En aquella época en que, según expresión de Jaime Cortesão, “Sao Paulo tenía por arrabales el Atlántico y los Andes, y el Plata y Amazonas por avenidas” [66], fueron especialmente los “hombres buenos” quienes se lanzaron a esas empresas, y los que aún no lo eran pasaron a serlo en razón de su valentía, pues “la bravura era el criterio para el prestigio social en aquella época”. [67]

Por eso afirma también Oliveira Vianna: “Era entonces la nobleza paulista, antes que nada, una nobleza guerrera (…) Los títulos de nobilitación estaban en las hazañas del sertanista (…)

“Conviene que se comprenda bien este aspecto del bandeirismo y de la sociedad paulista de los siglos I y II. Lo que allí ocurrió es perfectamente idéntico a lo sucedido en la primera fase del periodo medieval (…) Sabemos que en los primeros siglos de la Edad Media la bravura, es decir, los méritos guerreros, daban a los hombres su valor social. (…) De ahí provenía el ingreso en la clase de la aristocracia.” [68]

  1. La “Nobleza de la tierra” frente al Rey y a la Nobleza de la Metrópoli

Puede ahora añadirse otro punto: ¿cuál fue la actitud de los Reyes de Portugal, de la Corte y de la Nobleza lusitanas frente a los “hombre buenos” y a la “Nobleza de la tierra” que se iba constituyendo en la colonia? ¿Fue de franca acogida y tendiente a una entera asimilación, aún cuando no se tratara de distinguir heroicas hazañas?

  1. a) Señor de Ingenio: un título con contenido nobiliario

Pedro Calmon nos informa, citando al autor de los Diálogos das grandezas do Brasil, que “‘los más ricos tienen ingenios con título de señores de los mismos, nombre que les concede Su Majestad en sus cartas y provisiones, y los demás tienen partidas de cañas (…)’. Señor de Ingenio —prosigue Calmon— equivalía, por tanto, a ‘señoreage’ con contenido nobiliario de tenor feudal: importaba magnificencia. Aquellos eran los hidalgos de Brasil. Fernán Cardim, por cierto, lo reconoce: ‘se trataban como unos condes (…)’.” [69]

Fernando de Azevedo es categórico: “El Señor de Ingenio era un título de nobleza entre hidalgos del Reino.”[70]

También lo dice Luis Palacín: “El título de Señor de Ingenio introducía por sí mismo en los cuadros de la Nobleza y del poder. (…) Antonil [71] comparaba el Ingenio con el señorío europeo: ‘Ser Señor de Ingenio es un título al que muchos aspiran (…) bien se puede estimar en Brasil el ser Señor de Ingenio, tanto como proporcionalmente se estiman los títulos entre los hidalgos del Reino.’” [72]

El P. Serafín Leite, destacado historiador de la Compañía de Jesús en Brasil, citando una carta de 1614 del jesuita Henrique Gomes, de Bahía, asevera: “Señores de Ingenio‘título que en otras ocasiones alegan para ennoblecerse —como en efecto lo son, por la mayor parte— los nobles de Brasil’.” Comenta además el P. Serafim Leite: “El hecho aristocratizante del cultivo del azúcar y del ingenio es señalado por todos los modernos que se ocupan de la vida social de Brasil. La observación del jesuita de 1614 es una buena declaración, por lo explícito de sus términos y por la época en que se hace.” [73]

Esto es lo que lleva a Carlos Javier Paes Barreto a afirmar de los Señores de Ingenio: “La hidalguía estaba incorporada al suelo. (…) Aunque los labradores no tenían, como en Roma, sus nombres inscritos en las placas marmóreas de los anfiteatros, poseían todas las prerrogativas de la Nobleza.” [74]

Lo afirmado por estos ilustres autores parece necesitar una cierta matización. Es decir, el lector no debe deducir de ahí que el Señor de Ingenio estaba dotado, desde el punto de vista nobiliario, de una situación tan precisa e inequívoca, ni con la atribución de funciones públicas tan definidas como las de la Nobleza de Portugal propiamente dicha.

  1. b) Los “hombres honrados”

Señala Luis Palacín que en los documentos de los primeros tiempos del Brasil Colonia se encuentran sin duda “las expresiones consagradas de nobleza para cualificar personajes: ‘hidalgo’, ‘caballero’, ‘noble’; pero estos son títulos que se encuentran raramente. Lo más normal es englobar con un título más genérico a todos aquellos a quienes la riqueza, el poder y el prestigio social tendían a igualar en una única clase: ‘los principales de la tierra’, ‘hombre poderoso’, ‘hombres con mucho peso’ son algunas de las expresiones usadas. Sin embargo, la fórmula empleada continuamente y que marca la intención nobiliaria de poder y de dinero en la sociedad colonial es la de ‘hombre honrado’.

“No es fácil perfilar de manera precisa este ideal de vida honrada. Ella tiene sus raices, ciertamente, en las aspiraciones caballerescas de la nobleza medieval.” [75]

Para englobar no sólo a las diversas categorías sociales que constituían la “Nobleza de la tierra”, sino también a otras con relevancia social en la vida de la colonia, existía la designación de “hombres buenos”. En ese sentido aclara Alfredo Ellis Jr.: “En cada villa existía el cuerpo de ‘hombres buenos’, que eran los principales de la tierra por su nacimiento, por el montante de sus bienes, por el nombre que se habían granjeado en luchas varias contra los salvajes, contra los enemigos externos, contra las asperezas del medio físico, etc.” [76]

“Los nombres de estos ‘hombres buenos’ estaban —según Oliveira Vianna— inscritos en los libros de Nobleza de las Cámaras (…) El hecho de estar admitido a las votaciones —de estar inscrito en el libro de las Cámaras como ‘hombre bueno’— era señal que indicaba Nobleza, que constaba en las ‘cartas de linaje’ que se solían expedir a requerimiento de los interesados.” [77]

  1. c) Privilegios de la “Nobleza de la tierra” — El gobierno de los Municipios

Como se ha visto, las élites que constituían la “Nobleza de la tierra” dieron pruebas suficientes de valentía, tanto en la defensa del Brasil litoral contra las expediciones de países extranjeros como Francia y Holanda, como durante el desbrozamiento del hinterland y las luchas necesarias para comenzar a poblarlo. Por esos destacados servicios el monarca concedió a dichas élites señalados privilegios, premios y honores. Entre dichos privilegios destacamos el de gobernar las cámaras.

Esa actitud benévola de la Corona con la sociedad y el Estado de Brasil que gradualmente iban estructurándose no se manifestó solamente a propósito del heroísmo militar. Rocha Pombo narra cómo la aristocracia pernambucana, que salió rodeada de gran fama de las luchas de la insurrección contra los protestantes holandeses, reclama para sí determinados privilegios y cómo “la Metrópoli es la más solícita en dar esa sanción a esa actitud del pueblo pernambucano, haciéndole todas las concesiones, atendiendo todas sus reclamaciones, entregando la administración y el gobierno de la tierra a los propios héroes que la libertaron.” [78] Alfredo Ellis Jr. lo confirma: “Los poderes municipales eran ejercidos por los legítimos conquistadores y defensores de la tierra contra sus enemigos externos e internos.” [79]

De hecho, siempre se inclinó la Metrópoli a favorecer una proporcionada autonomía de las poblaciones coloniales. Así pues, se ve que el nombramiento de los miembros de las cámaras de nuestros municipios se hacía por elección; pero dicha elección no se puede confundir con lo que hoy se designa con la misma palabra.

“El gobierno de nuestras cámaras en el periodo colonial no era democrático en el sentido moderno de la expresión. El pueblo que elegía y era elegido en esa época, el pueblo que gozaba del derecho de elegibilidad activa y pasiva, constituía una clase seleccionada, una Nobleza, la Nobleza de los ‘hombres buenos’. Era una verdadera aristocracia, en la que figuraban exclusivamente los nobles de linaje que aquí llegaron, o que aquí inmigraron y se establecieron, y sus descendientes, los ricos Señores de Ingenio; la alta burocracia civil y militar de la Colonia y sus descendientes. A esta Nobleza se sumaban los elementos venidos de otra clase: la de los ‘hombres nuevos’, burgueses enriquecidos por el comercio que, por su conducta, estilo de vida y fortuna, y por los servicios prestados a la comunidad local o a la ciudad habían penetrado en los círculos sociales de esta Nobleza de linaje o de cargo.” [80] 

Rua do Rosário, em São Paulo – José Wasth Rodrigues 

El carruaje del Emperador atraviesa la conocida “Rua Direita”, en Río de Janeiro. Grabado de Rugendas.

Alfredo Ellis Jr. confirma este privilegio de “ser los poderes municipales ejercidos por los ‘hombres buenos’, es decir por los de la Nobleza de la tierra;” [81] y el poco sospechoso testimonio del comunista brasileño Cayo Prado Jr. destaca también el privilegio que constituía para la aristocracia rural el gobierno de las Cámaras: “En las elecciones para los cargos de la administración municipal votan únicamente los ‘hombres buenos’, la Nobleza, como se llamaba a los propietarios. Dicho privilegio es por ellos celosamente defendido.” [82]

Manoel Rodrigues Ferreira afirma a su vez que los ‘‘nombres [de los elegidos] eran llevados al conocimiento del Oidor General, que los examinaba y expedía un documento llamado ‘carta de confirmación de usanzas’, o simplemente ‘carta de confirmación’, ratificando la elección hecha, y así los elegidos podían tomar posesión. (…)

“Las ‘cartas de confirmación de usanzas’ (…) se justificaban porque como ya se ha visto, solamente los ‘hombres buenos’ de la villa (o ciudad), que constituían su nobleza local, podían ser elegidos” [83]

  1. Un “feudalismo brasileño”

Los hechos hasta aquí narrados describen la fundación y expansión de los poderes y de las élites locales en los pueblos y ciudades del Brasil colonial, en los cual estaban presentes, como ya se ha dicho, rasgos de feudalismo.

Dado que hoy en día se encuentra difundida de modo general la idea de que América es un continente totalmente democrático, en cuyo suelo las monarquías y aristocracias constituyen plantas incapaces de germinar (esta idea fue, por ejemplo, uno de los leitmotiv de la propaganda republicana que derribó el trono de los Braganza en Brasil), no es superfluo transcribir aquí, antes de narrar el ocaso del “feudalismo colonial” brasileño, algunos textos de historiadores que testimonian el carácter feudal, similar al europeo, de aquello [que] podría llamarse —por analogía, claro está— “feudalismo brasileño.”

Afirma Gilberto Freyre: “El pueblo que, según Herculano, mal conoció el feudalismo, retrocedió en el siglo XVI a la era feudal, reviviendo sus métodos aristocráticos en la colonización de América. Era una especie de compensación o rectificación de su propia historia.” [84]

“Llamó Silvio Romero al primer siglo de nuestra Colonia, nuestro siglo feudal, nuestra Edad Media. Martins Júnior le rectifica con más acierto y prudencia crítica al afirmar que esa Edad Media o, mejor dicho, ese feudalismo, se extiende por los siglos segundo y tercero.” [85]

Charles Morazé [86] añade: “Estos poderosos propietarios de tierras se organizan en una autoridad enteramente feudal. Se apoyan en un tipo de familia patriarcal, cuya tradición aún está viva en el Brasil moderno.” [87]

Destacando el papel de la familia como base de la organización feudal, Néstor Duarte afirma que “la organización familiar es un trasplante con índole propia de la organización portuguesa, que aquí renace en circunstancias altamente propicias a su primitivo prestigio y fuerza en el origen de las sociedades humanas, verdadera revivificación de los tiempos heroicos o, si se quiere, de los tiempos feudales.” [88]

Esos rasgos de semejanza entre los feudalismos de ambos lados del Atlántico han de recordarse, aunque sin olvidar ni dejar de lado aquello que la organización del Brasil colonial presentaba de original en esa materia. Uno de los aspectos más sensibles de dicha originalidad es la gran importancia de los municipios, con sus libertades específicas, dentro de esa contextura feudal. En efecto, como ya hemos visto, su organización era eminentemente aristocrática.

Destaca Charles Morazé que “la autoridad municipal, cuando ya reinaba en Francia la centralización de Luis XIV, mantenía en el conjunto de Brasil un sistema estrictamente feudal”; y añade que la vida política municipal aparece en Brasil “con una originalidad muy fuerte que la distingue absolutamente de la vida política municipal de los países de Europa en el mismo periodo.” [89]

Afirma también Néstor Duarte: “En ese municipio feudalizado, componen sus cámaras, o el senado de sus cámaras, los Señores de Ingenio, los nobles de la tierra que reivindican el verdadero privilegio de ser los únicos elegidos.” [90]

Por su parte, Oliveira Vianna afirma taxativamente: “El servicio público de la concejalía, principalmente en el periodo colonial, (…) sólo por nobles o gente calificada podía ser ejercido.” La importancia de la “gente calificada” podía “medirse por la descendencia noble o de sangre (linaje) o de cargo, o bien de fortuna, como era el caso de los comerciantes (con la condición de que viviesen ‘a la ley de la Nobleza’, como se decía entonces, esto es, a manera de los antiguos hidalgos peninsulares).” [91]

N.d.l.R.: las notas al pie se publicarán en la entrada final

(Continúa en nota 5) 

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