¡Alerta! El futuro del Brasil y de la Civilización Cristiana está amenazado por un virus!
Por
Instituto Plinio Corrêa de Oliveira
10 de abril de 2020
El concepto católico de Bien Común: antídoto contra la manipulación ideológica de la pandemia del coronavirus
El Brasil y la casi totalidad de los países están pasando la Semana Santa más triste de su historia, debido a la amenaza de una pandemia, pero ante todo por la privación de las celebraciones y gracias propias de esta festividad, a través de la cual la Iglesia viene rememorando ininterrumpidamente, desde el lejano año de 389, la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.
Vivimos uno de esos momentos que marcan la Historia y definen el futuro que recaerá sobre las generaciones venideras.
La pandemia del Coronavirus, más allá de sus aspectos médicos, podrá ocasionar las mayores transformaciones enfrentadas por la humanidad en estos dos mil años de Cristianismo. Transformaciones que ya están siendo llevadas a cabo sin que casi nadie las analice en profundidad y presente una visión de conjunto apta para alertar a la opinión pública, que van siendo aceptadas con resignación ante una calamidad pública presentada como de proporciones apocalípticas.
“Confiscación”, “redistribución de las ganancias”, “nuevo modelo económico”, “impuesto sobre las fortunas”, “ordenamiento de la producción para enfrentar la pandemia”, etc., son temas cada vez más comunes en la prensa. Al mismo tiempo, se difunden noticias cargadas con el viejo rencor de la “lucha de clases”, confrontando cuarentenas en “mansiones” y en “villas de emergencia”.
Decir que el mundo “ya no será el mismo” se ha vuelto una nueva “palabra de orden” repetida en diversos círculos sociales. Un mundo más “igualitario”, “ecológico”, “post-industrial”.
Tal “mundo nuevo”, sin embargo, conforme sus profetas, no consistiría en una corrección de los errores del pasado y en un “Regreso al Orden” (1) basado en la Ley Natural y en los principios de una sociedad orgánica, sino en un mundo utópico, ya sea el de los ecologistas e indigenistas más radicales, o en aquel soñado por los jefes de un gobierno mundial, primeramente sanitario, luego ecológico y finalmente político -o aún filosófico y religioso.
Una de las ediciones del libro Trasbordo ideológico inadvertido y Diálogo, publicado por el Instituto Plinio Corrêa de Oliveira
Para contrarrestar ese peligro, e inspirado en la obra “Trasbordo ideológico inadvertido y Diálogo”, publicado por el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira en 1966, el Instituto que tiene el honor de llevar su nombre presenta al público brasileño este análisis inicial de los riesgos que enfrentamos en este momento crítico, esperando que sirva para alertar a los espíritus generosos, pero ingenuos, que sin advertirlo pueden ser víctimas de una amplia manipulación ideológica.
Haremos ese análisis con base en los principios de la Doctrina Social de la Santa Iglesia, que, ahora más que nunca deben ser recordados, dado que son silenciados en tantas cátedras episcopales infectadas por el virus de la Teología de la Liberación.
Tales principios de la enseñanza tradicional de la Iglesia Católica son los que, en este momento de confusión y relativismo, señalarán el norte a una humanidad que puso toda su confianza en la técnica y en la ciencia moderna, y que de pronto se ve sumida en la inseguridad, situada ante un futuro incierto y amenazador.
1. El verdadero concepto de bien común
En nombre del “bien común”, la preocupación por la salud física humana ha monopolizado la discusión pública.
El bien común, empero, no se limita al sentido utilitario y “laico” que ha ido adquiriendo en las democracias modernas; su verdadero concepto implica una serie de consecuencias especialmente válidas para la crisis actual.
Del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (2):
“164 Según una primera y vasta acepción, por bien común se entiende « el conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro más pleno y más fácil de la propia perfección ».346
“Como el actuar moral del individuo se realiza en el cumplimiento del bien, así el actuar social alcanza su plenitud en la realización del bien común. El bien común se puede considerar como la dimensión social y comunitaria del bien moral.”
Y también:
“170 El bien común de la sociedad no es un fin aislado en sí mismo; tiene valor tan sólo en relación al logro de los fines últimos de la persona y al bien común de toda la creación. Dios es el fin último de sus criaturas y por ningún motivo puede privarse al bien común de su dimensión trascendente, que excede y, al mismo tiempo, da cumplimiento a la dimensión histórica.359 Esta perspectiva alcanza su plenitud a la luz de la fe en la Pascua de Jesús, que ilumina en plenitud la realización del verdadero bien común de la humanidad. Nuestra historia —el esfuerzo personal y colectivo para elevar la condición humana— comienza y culmina en Jesús: gracias a Él, por medio de Él y en vista de Él, toda realidad, incluida la sociedad humana, puede ser conducida a su Bien supremo, a su cumplimiento. Una visión puramente histórica y materialista terminaría por transformar el bien común en un simple bienestar socio-económico, carente de finalidad trascendente, es decir, de su más profunda razón de ser.”
Así como separar la preocupación por la economía de otros aspectos de la vida humana reduciría el hombre a su dimensión meramente histórica y materialista, así también la preocupación por la salud física, si no se armoniza con las restantes necesidades trascendentes del hombre y subordinadas al bien moral, acabaría por negar el propio “bien común”.
2. El bien común es ante todo espiritual
Constituye, por tanto, una grave inversión de valores y una negación del verdadero “bien común” cerrar iglesias en este momento, impidiéndole a los fieles tener acceso a los sacramentos.
Iglesia de San José en Belo Horizonte, MG, cerrada en el día de la fiesta de San José por la cuarentena del Coronavirus
El ministerio religioso es de evidente utilidad pública. Las iglesias deben permanecer abiertas, el culto público debe continuar y los sacramentos deben seguir siendo administrados, siempre que sean -desde luego- respetadas las normas de prudencia para evitar el contagio.
En cualquier circunstancia de que se trate, los sacerdotes deben tener pleno derecho a circular –similar al de los agentes sanitarios o de orden público-, para que puedan atender a los fieles, especialmente a los moribundos, en los hospitales o en las residencias.
Del punto de vista jurídico, tratándose de una actividad lícita y explícitamente protegida por la Constitución Federal, el Poder Público no puede impedir su realización en la medida en que sean respetadas las normas sanitarias y de prudencia. Y, sobre todo, le cabe a la Iglesia –y no al Estado- la última palabra en la materia.
Se pronunció al respecto -en reciente artículo – el Arzobispo Mons. Carlo María Viganò, ex Nuncio en Washington: “Entiendo y comparto las preocupaciones esenciales de seguridad y protección que exigen las autoridades para la salud pública. Así como ellas tienen el derecho de adoptar las medidas pertinentes a las cuestiones que afectan nuestro cuerpo, del mismo modo las autoridades de la Iglesia tienen el derecho y el deber de preocuparse por la salud de las almas. Ellas no pueden negarle a los fieles el alimento espiritual que éstos reciben en la Eucaristía, y ni hablar del sacramento de la confesión, de la misa, etc.”
El respeto a la práctica religiosa se vuelve tanto más necesario porque es sabido que el sistema inmunológico de las personas, sobre todo de los ancianos y de los portadores de enfermedades graves, se debilita por el pánico, la depresión psicológica y el abatimiento. Encontrarse privados de atención pastoral religiosa no puede dejar de tener repercusión perjudicial en la salud pública. El propio Presidente de la República, Jair Bolsonaro, lo reconoció en reciente decreto, considerando las Misas actividad esencial.
Traicionan su sagrada misión los pastores que no sólo se inclinan sin protestar, ante la violación del derecho natural y constitucional de la libertad de practicar la religión, y que además se anticipan a las autoridades aplicando las reglas sanitarias de modo más riguroso aún que lo indicado por el Poder Público.
3. El bien común resulta de armonizar los diversos intereses
La salud es uno de los elementos principales de la vida colectiva. Pero no es un valor supremo, ni un derecho absoluto que se sobreponga al bien moral, o que pueda poner en riesgo la existencia y futuro de una nación.
Asimismo, según el Compendio de la Doctrina Social Católica (3):
“169 Para asegurar el bien común, el gobierno de cada país tiene el deber específico de armonizar con justicia los diversos intereses sectoriales.358 La correcta conciliación de los bienes particulares de grupos y de individuos es una de las funciones más delicadas del poder público. En un Estado democrático, en el que las decisiones se toman ordinariamente por mayoría entre los representantes de la voluntad popular, aquellos a quienes compete la responsabilidad de gobierno están obligados a fomentar el bien común del país, no sólo según las orientaciones de la mayoría, sino en la perspectiva del bien efectivo de todos los miembros de la comunidad civil, incluidas las minorías.”
No basta seguir la voluntad de la minoría, ni tampoco de la mayoría. Cumple tener en cuenta el bien común del país.
Se debe, por tanto, buscar un equilibrio entre las exigencias del combate a la epidemia y las requeridas por la vida colectiva, que no puede ser amenazada severamente, aún en sus valores más fundamentales, por decisiones causadas por el pánico.
Decisiones que pueden acarrear no sólo más muertes por el virus, sino también muertes y hambre resultantes de desastres sociales y económicos imprevisibles.
Resulta por otra parte paradojal observar que organismos internacionales, corrientes ideológicas y mediáticas, defensores ardientes del sacrificio de víctimas inocentes por el aborto y la eutanasia, se constituyan en tribunos apasionados del derecho a la vida como único valor. Su hipocresía revela que su motivación real es promover una agenda ideológica.
Para algunos, dicha agenda consiste en la utopía de un Nuevo Orden Mundial totalitario. Para otros, al contrario, en una disolución de la civilización actual y el caminar hacia la utópica vida tribal defendida por los jefes de la Teología de la Liberación y de la ecología radical.
4. En la esfera temporal le corresponde al Poder Ejecutivo armonizar los intereses en conflicto, en nombre del verdadero bien común
No cabe a los organismos internacionales, ni a los especialistas en Salud, ni a los medios, ni a los lobbies ideológicos, sino tan sólo a la autoridad pública determinar las medidas apropiadas para combatir la epidemia y, al mismo tiempo, armonizar los intereses en conflicto. Tal autoridad recibe de Dios el poder y las gracias sobrenaturales para tomar sus decisiones, que deben ser obedecidas salvo que contraríen el bien moral, fundamento de toda la Ley Natural.
El combate al coronavirus, en la medida que tenga consecuencias sociales, políticas, económicas e incluso religiosas (como el cierre de Iglesias), no es tan sólo cuestión de Salud Pública. Su impacto va mucho más allá que la salud física e inmediata de los ciudadanos.
En función de esto, en las democracias modernas, en las que existe separación de Poderes, el bien común exige que se respete el orden institucional y que, por tanto, sean las autoridades del Poder Ejecutivo, en sus respectivos niveles, quienes decidan las medidas apropiadas a tomar.
Cabe a dichas autoridades trazar los escenarios de las consecuencias en cada sector –y no apenas bajo el punto de vista de la Salud Pública-, a fin de que puedan tomar la decisión atinente al conjunto de la sociedad.
Constituye grave amenaza al bien común que el Poder Legislativo o el Judicial se arroguen el derecho de decidir en dichos asuntos, como ha ocurrido en ciertos casos -y no sólo en el Brasil-, extralimitando sus funciones naturales, mediante la creación de leyes, o el control de la legalidad de las medidas.
Una interferencia del Poder Judicial en la esfera del Poder Ejecutivo no sólo constituye una extralimitación de funciones sino que llega a ser paradojal, por haber sido tradicionalmente un defensor de las libertades públicas frente a la limitación impuesta por otros Poderes del Estado. Ahora esa situación se invierte, y tenemos decisiones judiciales que niegan hasta el propio derecho de expresión (4) de los contrarios a un “pensamiento único” que va siendo impuesto al resto de la sociedad.
5. El bien común exige que las limitaciones de las libertades públicas y derechos individuales sean pasajeras
Otra paradoja es la de la izquierda brasilera. Aquellos que, en un pasado no tan distante, se erigían en defensores de las libertades públicas y de los derechos individuales, son hoy los promotores de medidas extremas de control de la población, y, más aún, de que tales medidas se apliquen por tiempo indefinido.
Algunos aún llegan a defender la necesidad de mecanismos internacionales de control capaces de combatir eficazmente situaciones como la del coronavirus.
Y no es rara la mención del sospechoso y propalado éxito del modelo chino que, según sus defensores, habría combatido la propagación del virus sin importarle las garantías individuales.
El aislamiento compulsivo en muchos países ha dejado de ser una hipótesis lejana. En función de la pandemia, más del 40% de la población mundial ya está confinada en sus casas (5).
En su libro principal, Revolución y Contrarrevolución, el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira afirma el carácter necesariamente transitorio de un gobierno fuerte para enfrentar una crisis como esta.
Discurriendo sobre el concepto de “dictadura”, dice: “Hay circunstancias que exigen, para la salus populi, una suspensión provisoria de los derechos individuales, y el ejercicio más amplio del poder público. La dictadura puede, por tanto, ser legítima en ciertos casos”.
Empero, para ser legítima, cita el autor algunas características:
1. “Debe suspender los derechos, no para subvertir el Orden, sino para protegerlo. Y por Orden no entendemos solamente la tranquilidad material, sino la disposición de las cosas según su fin, y de acuerdo con la respectiva escala de valores.” (…)
2. “Por definición, esta suspensión debe ser provisoria, y debe preparar las circunstancias para que lo antes posible se vuelva al orden y a la normalidad. La dictadura, en la medida en que es buena, va haciendo cesar su propia razón de ser. La intervención del Poder público en los distintos sectores de la vida nacional debe hacerse de manera que, lo más pronto posible, cada sector pueda vivir con la necesaria autonomía.” (…)
Ahora bien, una dictadura revolucionaria, que tenga como objetivo descristianizar a Occidente: “…tiende a eternizarse, viola los derechos auténticos y penetra en todas las esferas de la sociedad para aniquilarlas, desarticulando la vida de familia, perjudicando a las élites genuinas, subvirtiendo la jerarquía social, alimentando de utopías y de aspiraciones desordenadas a la multitud, extinguiendo la vida real de los grupos sociales, y sujetando todo al Estado: en una palabra, favoreciendo la obra de la Revolución. Ejemplo típico de tal dictadura fue el hitlerismo. Por esto, la dictadura revolucionaria es fundamentalmente anticatólica.”
Así, el principio que debe aplicarse en la actual emergencia es el de que la extensión y duración de las restricciones a las libertades públicas y a la vida normal sean lo menor posibles, y no lo contrario.
6. Aún en situaciones de emergencia el bien común requiere el respeto al principio de susbsidiariedad
En cuanto las autoridades públicas representan la cabeza del cuerpo social y desempeñan un rol directivo esencial, la vida en sociedad resulta de la actividad y energía desarrolladas por todas las células del cuerpo social.
Le corresponde no sólo al Estado sino también a la sociedad civil contribuir al combate a la pandemia. Un combate cuyas actividades no pueden ser simplemente monopolizadas por el poder público so pretexto de emergencia nacional.
Tanto la propiedad privada y la libre iniciativa, como los derechos de los padres y de las sociedades intermediarias deben ser respetados en toda la extensión posible, y cuando sea necesario limitarlos, hay que indemnizarlos justa y oportunamente por los daños causados.
Afirma el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia:
“185 La subsidiariedad está entre las directrices más constantes y características de la doctrina social de la Iglesia, presente desde la primera gran encíclica social.395 Es imposible promover la dignidad de la persona si no se cuidan la familia, los grupos, las asociaciones, las realidades territoriales locales, en definitiva, aquellas expresiones agregativas de tipo económico, social, cultural, deportivo, recreativo, profesional, político, a las que las personas dan vida espontáneamente y que hacen posible su efectivo crecimiento social.396 Es éste el ámbito de la sociedad civil, entendida como el conjunto de las relaciones entre individuos y entre sociedades intermedias, que se realizan en forma originaria y gracias a la « subjetividad creativa del ciudadano ».397 La red de estas relaciones forma el tejido social y constituye la base de una verdadera comunidad de personas, haciendo posible el reconocimiento de formas más elevadas de sociabilidad”.398
En este momento de cuarentena no podemos olvidarnos de los empresarios medianos y pequeños, de los profesionales liberales, de los autónomos y de sus familias, que aún representan un resto de vida orgánica en las sociedades globalizadas en que vivimos. Ellos serán golpeados duramente por la crisis económica que ya está dando sus primeros síntomas.
Lo que hay de mejor en el Brasil es su pueblo generoso, laborioso e innovador.
Tales características –que decorren de los valores morales y trascendentales con que nos dotó bondadosamente la Providencia Divina- marcaron profundamente a nuestro país y están corriendo también grave riesgo en la presente crisis.
Del punto de vista práctico, el respeto a esa subsidiariedad es tanto más necesario dado que es notorio que la iniciativa privada es mucho más rápida en reaccionar y flexible en aplicar los remedios que el pesado y burocrático aparato estatal. Su contribución es, por lo tanto, indispensable; no sólo para enfrentar la epidemia, sino principalmente para los esfuerzos de reconstrucción nacional que deberán hacerse, cuando el País se vea enfrentado involuntariamente a una depresión mundial, que podrá ser la mayor de los últimos siglos.
7. El bien común exige el fortalecimiento de la soberanía nacional
La epidemia del coronavirus ha mostrado la fragilidad del mundo globalizado e interconectado, basado en el canto de sirena de un mercantilismo que sacrifica los “circuitos cortos” de producción y consumo en favor de “circuitos largos” no garantizados contra las diversas contingencias de la vida humana (desastres naturales, cambios geopolíticos, etc.).
La revelación de esa fragilidad –que mostró la dependencia de buena parte del mundo con respecto a las veleidades de las autoridades de China comunista- debe llevar a un esfuerzo de reindustrialización del Brasil y a una política de asociaciones comerciales que hagan nuestra economía menos dependiente de China y más orientada a satisfacer las necesidades del consumo nacional.
Por la misma razón es necesario asegurar que lo mejor de nuestra industria, tierras y riquezas nacionales, desvalorizadas por la depresión que sobrevendrá, no caigan en manos de capitales extranjeros dudosos, especialmente de grandes compañías chinas, controladas, todas ellas, por el Estado y por el Partido Comunista.
8. El modelo chino de control social
El coronavirus nació en China. Ahora, en una maniobra publicitaria enorme, los chinos ofrecen las máscaras para protegernos del virus. La prensa llama esa acción “Diplomacia de las Máscaras” (6).
En este mundo en que la falsa noción de bien común se sobrepone a su verdadero concepto, muchos gobiernos se muestran dispuestos a ignorar el comunismo chino –incluyendo su falta de respeto sistemática a los derechos individuales de la población, reducida a prestar trabajo esclavo- para recibir ayuda en este momento de pandemia.
Se trata de una enorme quiebra de las barreras ideológicas que se lleva a cabo en el mundo entero, sin que gran parte de la gente lo advierta.
En este contexto, no es de extrañar que el presidente chino haya telefoneado hasta al Presidente Trump a fin de “ofrecerle ayuda” (7).
China ha sido presentada no sólo como país modelo en la contención del virus sino también se hizo conocida por su capacidad de control social por medio de nuevas técnicas digitales de rastreo, reconocimiento facial, etc.
Sobre la China, por otra parte, no existen datos seguros. Tanto la prensa como internet son filtradas por las autoridades chinas, las mismas que afirman que el país habría aislado el coronavirus.
Hay, sin embargo, algo divulgado ampliamente por el propio Partido Comunista chino y es su capacidad de usar la tecnología de punta para identificar y rastrear las personas (8).
Por medio de la tecnología de reconocimiento facial y de los datos de los teléfonos celulares –que indican donde se encuentran sus usuarios- las autoridades chinas son capaces de localizar a cada individuo, y de definir con quién ha tenido contacto.
Nada parecería más útil y seductor en este momento, y más contrario, al mismo tiempo, a las auténticas libertades individuales presentes en una sociedad orgánica y en el principio de subsidiariedad.
¿No estará en gestación un nuevo modelo de sociedad interconectada, globalizada, socializada, en un Estado fuerte cada vez más igualitario?
9. El peligro de la dictadura del pensamiento único
El coronavirus es real y su peligro no debe ser subestimado; pero no se puede, en función de un peligro para la salud pública, en nombre de un bien común mal entendido, sacrificar valores, romper las barreras ideológicas en relación al comunismo, aceptar un cambio de “paradigma” hacia un nuevo mundo que será una antítesis de la Cristiandad.
Además, hay otra dictadura en gestación. La dictadura del “pensamiento único”, que intenta silenciar a aquellos para los cuales el hombre no es sólo cuerpo, la economía no se trata tan sólo de dinero, y el verdadero bien común no prescinde de los valores morales.
En este momento en que tales barreras ideológicas están cayendo por temor a un virus, más que nunca interesa recordar los principios sociales de la doctrina católica.
10. Trasbordo Ideológico Inadvertido
En noviembre de 1965 Plinio Corrêa de Oliveira publicaba en la revista Catolicismo su estudio sobre el tema del Trasbordo Ideológico Inadvertido y Diálogo (9).
Prof. Plinio Corrêa de Oliveira
En él, el ilustre pensador y líder católico describe la maniobra a través de la cual se puede llevar inadvertidamente una población entera a cambiar su modo de ver una determinada realidad.
Tratando del peligro que representaba entonces el comunismo internacional, sin menospreciar el peligro nuclear, Plinio Corrêa de Oliveira llamaba la atención para otros tipos de maniobras, mucho más discretas y profundas.
Al final del proceso, el “paciente” habría cambiado de posición.
La actual presión que se hace sobre la opinión pública, presentando números asustadores de muertos y persiguiendo cualquier opinión divergente, ¿no sería una forma de cambiar la sociedad en que vivemos so pretexto de un problema de salud pública?
¿No estaremos asistiendo a una gran maniobra de trasbordo ideológico inadvertido, del cual también seríamos las víctimas?
Consideremos por el momento lo que, bajo el expresivo título “El confinamiento: un remedio peor que la enfermedad?”, escribió el 6 de abril en el diario parisiense Le Figaro el renombrado editorialista Renaud Girard, especialista en cuestiones geopolíticas:
“Las muertes causadas por el Covid-19 pasarán de cien mil personas. Esto acarreará el sufrimiento de centenas de millares de familias, lo que es, obviamente, muy triste. Pero es necesario que el sentido común prevalezca. Mucho antes de que apareciera el Sars-CoV-2, las enfermedades pulmonares obstructivas clásicas ya estaban causando muchas muertes. En 2016, según la OMS, ellas cortaron tres millones de vidas. Sin embargo, ese año la economía del planeta no se detuvo.
“Los accidentes de tránsito mataron el año pasado más de un millón de personas en todo el mundo. Sin embargo, la circulación no fue prohibida. Felizmente, la cantidad de muertes en las rutas se redujo por medio de acciones pertinentes (límites de velocidad, medidas penales contra el alcohol al volante, airbags en los vehículos, mejoras en las rutas, etc.). Contra el Covid-19 también se deben emplear acciones especiales (rastreos en masa, aislamiento y atención a personas infectadas, equipar los hospitales con respiradores, etc.). Eso, mientras se espera el desarrollo de una vacuna.
“Sin embargo, la mortandad mundial podría aumentar mucho debido a la desorganización del mundo provocada por un confinamiento general prolongado. El remedio puede ser peor que la enfermedad. Las recesiones económicas reducen la expectativa de vida. (…)
“En el Covid-19, generalmente es la reacción exagerada del sistema inmunológico lo que termina matando al paciente. ¡No imitemos ese error de la naturaleza en la geopolítica! Mantengamos la calma y abstengámonos de medidas políticas radicales, peligrosas para el futuro mediato de todo nuestro planeta!”
11. El papel del Brasil
Las manifestaciones multitudinarias que en los últimos siete años llenaron avenidas, calles y plazas de nuestras ciudades repercutieron en el mundo entero y contribuyeron para poner al Brasil en su debido lugar, tornándolo un punto de referencia.
Gobiernos conservadores fueron elegidos en varios países, pero en ninguno de ellos se vio tal flujo de personas yendo a las calles contra el socialismo, el comunismo y tantas otras de sus consecuencias.
Los gritos de “¡Quiero a mi Brasil de vuelta!” y “Mi bandera jamás será roja!” indicaban no sólo el deseo de un gobierno conservador sino también de una reacción profunda de un País cansado de mantenerse en silencio mientras el mundo político lo ignoraba.
Es ese Brasil el que está en riesgo. En riesgo de una desunión de los conservadores, en riesgo de un trasbordo ideológico inadvertido, que es mucho más grave que el que representa el coronavirus.
En este momento histórico no son sólo los brasileros que miran a su patria amenazada; la mira también una parte del mundo que ve con esperanza la reacción anticomunista que aquí ha sido tan explícita.
El modo como el Brasil reaccione y enfrente la crisis desencadenada por el coronavirus tendrá un alcance por ahora difícil de medir, pero con seguridad que no quedará restringido a nuestras fronteras.
Conclusión
Cabe en la actual emergencia elevar las vistas y considerar los acontecimientos desde una perspectiva de largo alcance y de una altura superior.
Siendo Dios omnisciente y omnipotente, sería absurdo imaginarlo ajeno a esta pandemia que se extendió por todo el mundo, o preocupado tan sólo en fortalecernos espiritualmente para enfrentar el peligro y el dolor, y no como siendo capaz de cambiar radicalmente el curso de los acontecimientos.
En su infinita Sabiduría, Dios permitió que causas segundas desencadenaran la pandemia. No es fuera de lugar preguntar si en su misteriosa intención estaría tan sólo el deseo de probar nuestra virtud, o si no estaría también, y principalmente, el deseo de corregirnos de nuestros vicios y pecados, como un buen Padre que no quiere que sus hijos se pierdan eternamente.
A lo largo de la Historia, todos los pueblos consideraban las pestes como advertencias o castigos divinos y elevaban a la sublime y divina Majestad el punzante cántico entonado en Cuaresma: Parce, Domine, parce populo tuo quem redemisti, Christe, sanguine tuo ut non in aeternum irascaris nobis. “Perdonad, Señor, a tu pueblo, redimido por la sangre de Cristo; no estéis para siempre airado con nosotros”.
Privados de los sacramentos y de las bellas procesiones y ceremonias de Semana Santa, nosotros, brasileros, desearíamos elevar a Dios el grito lacerante de Nuestro Señor en su agonía: “Eli, Eli, lammá sabactáni?” – “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Mt. 27, 46). Pero, a diferencia del Divino Redentor, en cuyos labios la queja tenía toda cabida por ser El el Cordero sin mancha que se revistió de nuestros pecados, la pregunta no logra salir de nuestros labios, simplemente porque nuestra índole nacional no lo permite.
En las últimas décadas, sin embargo, ¡cuántas legislaciones contrarias a la Ley de Dios! ¡Cuántas blasfemias públicas amparadas por el Poder Judicial y otras autoridades! ¡Cuántas víctimas inocentes sacrificadas por el aborto! ¡Cuánto desarreglo de costumbres por la aceptación del “casamiento” entre personas del mismo sexo, de las uniones libres, del divorcio! ¡Cuánta corrupción de los niños por la ideología de género! ¡Cuánta incitación a la envidia, al robo y al odio de clases! ¡Cuánto materialismo y ateísmo prácticos!… Sobre todo, ¡qué inmensa deserción de los Pastores que no orientaron debidamente a su rebaño!
Como los habitantes de Nínive en el Antiguo Testamento, lo que Dios como buen Padre quiere de nosotros no es la muerte, sino el arrepentimiento y la conversión; no tan sólo individual sino como Nación, para que podamos ser nuevamente, y con toda autenticidad, la Tierra de la Santa Cruz.
Esta conversión –algunos de cuyos requisitos fueron señalados más arriba- exigirá muchos sacrificios de todos con vistas al bien común, pero seremos impotentes para hacerlos si prescindimos de la omnipotencia de la gracia divina y de la poderosísima intercesión de María Santísima, que se mantuvo de pie junto a la Cruz, y que en ese momento trágico de suprema fidelidad nos fue dada como Madre.
Para combatir eficazmente el coronavirus no bastan las medidas prudenciales de aislamiento social y de higiene. Hace falta, sobre todo, pedir socorro a Dios por medio de la Ssma. Virgen, con propósito sincero de conversión. Tal pedido ganará más aún en fuerza e idoneidad si lo hicieren las autoridades.
Al actuar de ese modo, el Brasil podrá atravesar la pasión que lo aflige sin conocer la muerte, y resurgir en la Pascua con la fuerza triunfante de Cristo Resucitado, en una humanidad renovada de acuerdo a la promesa de Nuestra Señora en Fátima: “¡Por fin, mi Inmaculado Corazón triunfará!”
Instituto Plinio Corrêa de Oliveira
10 de abril de 2020 –
Viernes Santo, de Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo
Notas:
1. Es el título del best seller de John Horvat, vicepresidente de la American Society for the Defense of Tradition, Family and Property, del que ya fueron difundidos más de 330 mil ejemplares (ver detalles en https://www.returntoorder.org/)
2. http://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_councils/justpeace/documents/rc_pc_justpeace_doc_20060526_compendio-dott-soc_po.html#Significado%20e%20principais%20implica%C3%A7%C3%B5es
3. Idem, Ibidem
4. https://www.conjur.com.br/2020-mar-30/direito-manifestacao-nao-sobrepoe-direito-saude-juiz
5. https://oglobo.globo.com/mundo/mais-de-40-da-populacao-do-planeta-esta-confinada-devido-pandemia-24336661
6. En medio de la pandemia, China hace diplomacia de las máscaras: https://www1.folha.uol.com.br/colunas/tatiana-prazeres/2020/03/em-meio-a-pandemia-china-faz-diplomacia-das-mascaras.shtml
7. Em relación a esto, Xi Jimping ofrece ayuda a Trump: https://exame.abril.com.br/mundo/xi-jinping-promete-ajuda-aos-eua-em-conversa-com-trump-sobre-coronavirus/
8. https://www.uol.com.br/tilt/noticias/redacao/2019/01/19/a-sociedade-mais-vigiada-do-mundo-como-a-china-usa-o-reconhecimento-facial.htm
9. https://www.pliniocorreadeoliveira.info/Dialogo_integral.htm#.Xo4gN3Jv-Uk
10. https://www.lefigaro.fr/vox/monde/renaud-girard-le-confinement-remede-pire-que-le-mal-20200406