Paralelismos entre el proceso de “autodemolición” de la Iglesia y el de las élites tradicionales (18ª nota)

23/01/2015

El talón de aquiles de la aristocracia

C – Gérmenes de decadencia revolucionaria – El talón de Aquiles de la aristocracia hispanoamericana

  1. Paralelismos entre el proceso de “autodemolición” de la Iglesia y el de las élites tradicionales

Vimos en el boletín anterior los ítems 8 y 9 del punto C:

* La élite inducida a abdicar de sus deberes, en dos etapas)

* Radiografía de una inexorable decadencia)

Hoy, previo a la conclusión de este análisis profundo, vital para entender la historia argentina e hispanoamericana abordaremos el 10º ítem, Paralelismos entre el proceso de “autodemolición” de la Iglesia y el de las élites tradicionales.

El sopor o un enigmático fatalismo paralizó la capacidad de movilizarse de modo eficaz contra la ofensiva niveladora.

Autodemolición de la Iglesia

La inercia  tiene gran parecido con el terrible y misterioso proceso de “autodemolición” que, al decir de Paulo VI, afecta a  la Iglesia Católica después del Concilio Vaticano II.

Símbolo de esto es la manera como en tantas ciudades hispanoamericanas a mediados del siglo se comienzan a derribar los palacios que  habían sido el orgullo de la élite tradicional, y sus ocupantes se trasladan a departamentos o casas de gusto moderno –lo que está lejos de constituir una demostración de buen gusto. 

Para esa brusca mudanza del palacete al bungalow, de la gran casa solariega al departamento, se aducen razones económicas y problemas del servicio, y se exaltan las  “ventajas” de esa decadencia para evitar que sus pacientes la noten; pues ello les podría acarrear incómodos conflictos de alma, explicitando  que el verdadero móvil era el deseo inconfesado de adaptarse a la Revolución niveladora.

Exponentes de una élite auténtica

La monumentalidad y grandeza de aquellas mansiones resultaba incompatible con la simplificación y trivialidad que invadían todos los aspectos de la vida. Ellas reflejaban la fiel adhesión a reglas de estética perennes, insoportable para la extravagancia e inestabilidad que tendía a generalizarse. Su elegancia, belleza, lujo y categoría correspondían a personas nobles de espíritu –para quienes el deleite de la vida está en admirar y servir aquello que es superior- y no a cultivadores de la sensación y de una espontaneidad relajada y degradante. Sus espléndidos salones, sus majestuosas chimeneas coronadas por algún blasón heráldico o el retrato de un gran antepasado, sus colecciones de platería, porcelana y marfil,   esculturas o solemnes jarrones de Sèvres, todo ese décor La estridente civilización del rock y la coca colaelevado y fastuoso resultaba absolutamente inconciliable con la estridente civilización del jazz y el rock’n roll, del blue jean y el nylon, la fórmica y la luz de neón, el aluminio y el envase descartable, el hot-dog y la Coca-Cola.

Con su severa imponencia,  esas casas palaciegas y solares eran símbolos de un modo de ser  aristocrático, que se orienta hacia lo elevado, inmutable y perfecto. Por eso no sólo eran inconciliables con el nuevo espíritu sino que la coexistencia de ambos resultaba imposible: la prevalencia de uno significaba forzosamente la desaparición del otro.El Unzué

Mantenerse fiel a los estilos de vida tradicionales hubiera significado el doloroso esfuerzo de tener que remar contra la corriente universal. Lo más fácil y cómodo era dejarse llevar por ésta. Tal fue la razón de fondo por la cual aquellos espléndidos edificios fueron derribados. Pero al demolerlos la élite tradicional comenzaba a demolerse a sí misma.

Si bien los efectos de ese ausentismo comodista se hayan hecho sentir de modo desigual en los varios países, puede decirse que ese ha sido en el siglo XX el principal punto vulnerable, el talón de Aquiles de sus élites tradicionales, y la principal amenaza a su supervivencia.

Lea el epílogo de esta fascinante visión en el próximo boletín.

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