Las formas de gobierno: los principios abstractos y su influencia en la formación de una mentalidad política – Apéndice III de Nobleza y élites tradicionales análogas – La Iglesia y las formas de gobierno (nota 7)

04/12/2016

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B – Las formas de gobierno: los principios abstractos y su influencia en la formación de una mentalidad política

Respecto a los documentos pontificios y las enseñanzas de Santo Tomás sobre las formas de gobierno mencionados en el presente libro, y especialmente en este apéndice, parece conveniente hacer algunas consideraciones.

14. Utilidad concreta de los principios abstractos

Antes que nada, hagamos una observación. Los mencionados documentos enuncian, en especial, principios de naturaleza abstracta, y no pocas personas piensan hoy en día que las abstracciones no tienen ninguna utilidad en materia política, social o económica. En virtud de ello cuestionan o niegan a priori el alcance de los referidos documentos.

Ahora bien, al observar la realidad, aunque sea de modo sumario, se ve claramente que la verdad está precisamente en lo opuesto. Por ejemplo, a la hora de optar entre las tres formas de gobierno la presencia de principios de naturaleza abstracta ejerce en la mentalidad de la gran mayoría de nuestros contemporáneos una muy acentuada actuación, y en no raras ocasiones, incluso preponderante.

Así pues, podernos ver que:          

* De las tres formas de gobierno —monarquía, aristocracia y democracia— es la monarquía pura aquella en la que mayor es la desigualdad entre quien ejerce el poder y aquellos sobre quienes lo ejerce. En ella, el monarca tiene la función de mandar, y a los demás les corresponde obedecerle.

* Cuando la monarquía coexiste con una aristocracia que la modera por encontrarse varias de las funciones del poder real en manos de los aristócratas, la desigualdad entre el Rey y sus súbditos se encuentra atenuada, ya que a algunos de ellos —a los aristócratas— les corresponde no sólo obedecer, sino también participar de algún modo en la regia potestad.

* En esta perspectiva, la desigualdad es aún menor cuando el poder del rey se ejerce acumulativamente con el de la aristocracia y el del pueblo, pues en ese caso también a éste último le compete ejercer una parcela del poder público, lo que está en consonancia con la democracia.

* En esta enumeración hay que considerar todavía la hipótesis de un Estado en que no les corresponda ni al rey ni a la aristocracia ningún poder público, o sea, un Estado cabalmente republicano. En él, la desigualdad política es ipso facto inexistente, al menos en teoría, [16] y los gobernantes elegidos por el pueblo deben ejercer el poder íntegramente ad mentem del electorado.

Ahora bien, son muchísimos los que determinan hoy su preferencia hacia una de esas formas de gobierno según un principio abstracto (condenado, por cierto, por San Pío X): el de que la monarquía e, implícitamente, también la aristocracia, son formas de gobierno injustas porque admiten la desigualdad política y social entre miembros de un país; lo que, a su vez, es consecuencia del principio metafísico de que toda desigualdad entre los hombres es intrínsecamente injusta.

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[16] Cfr. Capítulo VII, 6 c.

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