La Iglesia es parte del corazón y del alma de la Economía – Regreso al Orden

13/06/2020

La Iglesia es parte del corazón y del alma de la Economía

Es en las áreas compartidas en donde la Iglesia se convierte en parte sumamente importante del corazón y del alma de la economía. Al salvaguardar la ley moral, la Iglesia provee un inmenso capital social para la libre práctica del comercio. Su caridad une a los hombres con una unión más
elevada, impidiendo que sólo busquen fines terrenales, con los que fácilmente pueden sucumbir a la ambición de poder y riquezas.


⇐ Ilustración: El Rey Juan Sin Tierra firmando la Carta Magna

La Iglesia tiene una influencia santificante sobre las estructuras de la sociedad y de la
economía. Establece un nivel elevado de justicia, previniendo que el Estado abuse de su
autoridad y descienda al nivel de bandolerismo organizado. Como guardiana de la ley natural
y de la ley Divina, la Iglesia ayuda a que el Estado cumpla sus funciones de forma más
perfecta. Adonde la influencia de la Iglesia está más presente en la sociedad, ahí hay también
una acción beneficiosa sobre todos, que impide la ruina de la nación.

Dando un ejemplo histórico de esta influencia positiva, M. Stanton Evans escribe que:
“Haciendo un balance, es justo decir que la Iglesia Católica medieval fue la institución que
más hizo para el avance del gobierno constitucional en la historia de Occidente. Esto se debía
a su predisposición constante, al estilo de los profetas hebreos, a desafiar el poder de reyes y
emperadores, si ellos transgredían las enseñanzas de la religión” (1)

Ilustración: San Antonino de Florencia ⇒

El Estado cumple su rol de la mejor manera cuando está impregnado de espíritu cristiano, y
cuando ambos trabajan juntos por el bien común. Esto es especialmente verdadero en lo que se
refiere al Estado Cristiano que acabamos de describir.

León XIII habló en estos términos de esta respetuosa colaboración entre Iglesia y Estado: “Hubo un tiempo en que la filosofía del Evangelio gobernaba los Estados. En esa época la influencia de la sabiduría cristiana y su virtud divina penetraban las leyes, las instituciones, las costumbres de los pueblos, todas las categorías y todas las relaciones de la sociedad civil. Entonces la religión instituida por Jesucristo, sólidamente establecida en el grado de dignidad que le es debido, era floreciente en todas partes gracias al favor de los príncipes y a la protección legítima de los magistrados. Entonces el Sacerdocio y el Imperio estaban ligados entre sí por una feliz concordia y por la permuta amistosa de buenos oficios. Organizada así, la sociedad civil dio frutos superiores a toda expectativa, cuya memoria subsiste y subsistirá, consignada como está en innumerables documentos que ningún artificio de los adversarios podrá corromper u obscurecer” (Encíclica “Immortale Dei”, l.XI.1885 – “Bonne Presse”, París, vol. II, p. 39).


(1) M. Stanton Evans, El Tema es la Libertad: Religión, Política y la Tradición Americana (Washington, D.C.: Publicaciones Regnery, 1994), pág. 152.


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