Una nación de vibrantes pequeñas naciones – Regreso al Orden

13/09/2014

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Día de mercado en Antwerpen, por Samuel Prout

Los pequeños, medianos y grandes grupos humanos sólo se forman manteniendo el delicado equilibrio entre autoridad y flujo vital. Con estos grupos un soberano puede estructurar una nación de vibrantes pequeñas naciones – un maravilloso mosaico de asociaciones, parlamentos y jerarquías (1). Del orden de estos grupos intermediarios -vibrantes pequeñas naciones- derivan los poderes de orden del Estado y la protección de los ciudadanos contra los abusos del Gobierno.

Este orden social es en realidad un orden de órdenes. Pero cada orden de esta casi azarosa sociedad jerárquica se parece a los demás, porque cada uno refina lo que recibe del flujo vital que le viene de abajo y adapta la influencia guiadora que le viene de arriba. Los individuos ven algo de sí mismos en los niveles de arriba y de abajo, lo que les permite pertenecer simultánea y orgullosamente a una familia, un clan, una región y una nación, sin renunciar a su individualidad.

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“La vuelta del abuelo”, por George Hardy

 

Podemos incluso decir que es también un orden providencial, porque tanto la autoridad como el flujo vital vienen de Dios en su Providencia, quien, siempre cuidadoso de la libre voluntad humana, dispone las cosas para dirigir a todas las creaturas hacia su fin propio. Cuando los hombres cooperan con la gracia de Dios y respetan al mismo tiempo a la autoridad y al flujo vital, terminan por discernir los designios de Dios y actuar en consecuencia.

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“Concierto de gala veneciano”, por Francesco Guardi

 

Cuando la sociedad está organizada de esta manera, naturalmente se crean lazos de solidaridad entre los hombres. A través del vasto despliegue de interacciones entre individuos, los hombres llegan a percibir la naturaleza común que todos comparten y más fácilmente manifiestan su solicitud y apoyo a los demás. Como resultado, este principio de solidaridad despierta en las almas el fuego de la caridad hacia los otros y atempera el inquieto espíritu de la intemperancia frenética.

Así es la sociedad modelada por la Civilización Cristiana.

(1) conf. Plinio Correa de Oliveira, reunión de la Comisión de Estudios Americanos del 25 de Enero de 1988; Documentos de Plinio Correa de Oliveira.

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