San Pedro Nolasco, hombre de fe, merced y libertad

07/05/2018

San Pedro Nolasco, Fundador de la Gloriosa, Real y Militar Orden de La Merced

 2018 – Año Jubilar 800° aniversario de la Fundación de la Orden Mercedaria.

Por  Franco N. Flores de la Fuente*

Con motivo de celebrarse este año, el gran Jubileo del octavo centenario de la fundación de la Gloriosa, Real y Militar Orden de La Merced,  prontos a conmemorar la fiesta del servidor bueno y fiel San Pedro Nolasco, recordamos su trascendental figura para los católicos y particularmente para quienes abrazamos el carisma redentor mercedario.  

     Sobre este destacado varón, preclaro hijo de la Santa Iglesia, escribieron los grandes literatos del Siglo de Oro Español, entre  los cuales podemos citar a Miguel de Cervantes, quien  sufriera la cautividad en manos de los musulmanes,  que en sus diversas obras aborda el tema de la libertad, como un prodigio portentoso del Cielo. Así mismo, escribieron Lope de Vega y Tirso de Molina, sendas comedias donde abarcan la relevante misión de la redención de los cautivos.

      El fundador de los mercedarios, vio la luz del mundo por primera vez en el año 1182 en Languedoc, pueblo del sur francés, en el seno de una familia cristiana de mercaderes, trasladándose a Barcelona, donde aprenderá las primeras letras y se iniciará en las actividades propias de sus mayores y de esta forma entrará en contacto con otras regiones de España dominadas por los musulmanes.

   Los islamistas ejercieron su poder en nuestra madre patria desde el 711 d.C hasta el 1492, cuando cae el último reino moro de Granada.  Estos firmaron diversos acuerdos con las poblaciones sometidas; pactos que fueron muy diversos, dependiendo de las circunstancias, pues algunos incluían el respeto del gobierno local, la conservación de algunos bienes y un mínimo grado de tolerancia religiosa  y otros eran más similares al modelo de Mérida, con sumisión seguida por la entrega de bienes. Los convenios se extendieron también a los magnates que, aún sin el título de conde, gobernaban de hecho sobre extensos territorios en los que no había ninguna ciudad importante, manteniéndolos en sus propiedades a cambio de su lealtad.

   Pero las ciudades que se resistían eran destruidas y quemadas, sus iglesias derruidas, y su población muerta o esclavizada, con el fin de dar un escarmiento y un aviso para otras que decidieran declararse en rebeldía. A los hombres se les mataba, normalmente crucificados, las mujeres y niños eran esclavizados, siendo estos últimos islamizados a la fuerza. En algunos casos, los hombres y jóvenes que se libraban de la muerte, trabajaban como prisioneros en sus antiguas tierras, cultivadas ahora en provecho de sus nuevos señores. Los conquistadores también se reforzaron ofreciendo la libertad a los esclavos que se convertían al islam. Estos, sin embargo, debían jurar fidelidad al clan tribal del jefe militar que los liberaba, e integrarse en su ejército.

      En este contexto histórico surge la figura esclarecida del futuro Patriarca, quien en sus constantes viajes comerciales verá el sufrimiento de sus hermanos cristianos, compadecido de ellos, convocará  a algunos de  sus compañeros, con los cuales recogerá limosnas por el Reino de Aragón para llevar la libertad a los cautivos.  Este grupo de redentores sólo estará formado por laicos, que “tenían gran devoción a Cristo que nos redimió con su preciosa sangre.” Esta será la nota característica de la nueva espiritualidad: la devoción y seguimiento a Cristo Redentor.

    Tras tres lustros de incansable actividad apostólica, y en profunda oración  a Nuestro Señor y a su Santísima Madre, ésta  se le apareció en la noche del 1 al 2 de agosto de 1218, animándole en sus intentos y le transmitió el mandato de fundar una Orden religiosa avocada a la redención de los prisioneros cristianos.

       Tras varios días de intensa reflexión,  este presentó el celestial propósito al Rey Jaime I de Aragón “el conquistador” y al consejero real y papal Raimundo de Peñafort, los tres admitieron haber tenido el mismo encargo por parte de la Reina de los Cielos. Ocho días más tarde, en el altar mayor de la Catedral de la Santa Cruz de Barcelona, erigida, sobre la tumba de la patrona de dicha Ciudad, Santa Eulalia.  El Obispo Berenguer de Palou hizo entrega a Pedro  de Nolasco y compañeros de la Regla de San Agustín, como norma de vida en común y, ante él, hicieron sus primeros votos.

     Los nobles fines de este nuevo carisma de la Iglesia serán: “visitar y librar a los cristianos que están en cautividad y en poder de los sarracenos o de otros enemigos de nuestra Ley, por lo cual la obra de misericordia o merced, todos los frailes de esta orden  como hijos de la verdadera obediencia, están siempre dispuestos a dar sus vidas, si es menester, a emulación de Nuestro Señor.”

       Esta orden mendicante solventará su acción por los donativos de los cristianos para  liberar a sus hermanos cautivos, todo fraile, en cumplimiento de sus votos, quedaba convertido en auténtico limosnero de la redención; y, donde no estaba establecida la Orden, instituye las “Cofradías de la Limosna de los Cautivos”, hoy Cofradía de La Merced.

   Cuando los recursos económicos escaseaban, los frailes quedaban obligados a entregarse como rehén  y expuesto a ofrendar su vida por los penados.

   El reconocimiento oficial de la Iglesia universal vino de la mano del Papa Gregorio IX, quien aprobó la orden el 17 de enero de 1235, en la vida del santo fundador alcanzó a contar con 100 frailes y 18 conventos extendidos por   España y  Francia, los cautivos liberados por el impulso libertario del Apóstol de los redimidos fueron casi  cuatro mil almas, hasta el momento de  su tránsito a la vida eterna el 6 de mayo de 1245,en aroma a santidad,  siendo sepultado en la iglesia del convento de Barcelona.   En 1628 fue elevado a los altares

   Pedro Nolasco fue canonizado y su fiesta se celebra el 6 de mayo. Se le representa vistiendo el hábito blanco de los mercedarios, con unas cadenas rotas que simbolizan la liberación de los cautivos, un estandarte con las armas de la Corona de Aragón, una cruz y un ramo de olivo.

       El 19 de junio de 1655 fue introducido su nombre en el listado de mártires.  S.S.  Alejandro VI, extendió su culto a toda la Iglesia, con oficio y misa. Desde aquellos tiempos se levantaron templos  en su honor por todo el orbe, y las más diversas instituciones sociales, religiosas, culturales, civiles, ciudades, lo aclaman como su insigne protector. En el crucero derecho de la Catedral de San Pedro de Roma, está su colosal estatua, que testimonia perpetuamente su  vida al servicio de los  cautivos.

   Mirando hacia atrás podemos admirar la  obra benémerita de Nolasco, plena de heroicidad. Hemos sido pocos los mercedarios, pero hemos realizado un cometido insustituible, la Iglesia no sería la misma, sin el carisma mercedario. Y hemos sido pobres, porque nuestra riqueza han sido los cautivos, pues en su liberación hemos puesto el empeño de tantos excelsos frailes  que con su mansedumbre, paciencia y amor apacentaron el rebaño del  pueblo de Dios, y en su compra invertimos todos nuestros haberes.

   En estos días en que contemplamos su estampa prominente en la grandeza de la santidad, los mercedarios elevamos una sola oración, dedicada a los hijos amados de nuestro Padre y Fundador: los cautivos víctimas de la pobreza, enfermedades, esclavitud sexual, drogas, los que por sus pecados se rehabilitan en un Servicio Penitenciario, los excluidos social y culturalmente; que su intercesión haga más sonoro a todos los hombres el clamor sordo de millones de oprimidos y, como ayer, junto a la María, Madre del Verbo sigan trazando mercedes de libertad.

*Vicemayordomo, Cofradía de La Merced (Ciudad de Todos los Santos de la Nueva Rioja, Argentina)

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