Conexión entre autoridad y flujo vital – Regreso al Orden

07/06/2014

En una sociedad verdaderamente orgánica el dinamismo de todo grupo humano proviene de aquél flujo vital vibrante que viene de abajo. El papel de una verdadera autoridad es el de interpretar, destilar y dirigir el flujo vital que viene de abajo, y no el de imponerse y destruir la libertad. Adolfo Lindenberg escribe: “Una sociedad orgánica y diversificada acomoda exitosamente dos conceptos aparentemente opuestos: autoridad y libertad.” (*)

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Foto de la Orquesta Filarmónica de Minas Gerais en la Sala Sao Paulo, por Gladstone Campos

Tomemos como ejemplo una gran orquesta sinfónica. Los músicos despliegan el flujo vital de su abrumadora pasión por la música. El director debe tener una noción intuitiva, pero racional, de lo que está dirigiendo. Debe esgrimir su batuta entendiendo al mismo tiempo las habilidades de los miembros de la orquesta y la naturaleza de sus instrumentos. Para ejecutar una gran sinfonía debe interpretar sus buenas aspiraciones, ordenar sus buenos impulsos y eliminar sus malos hábitos. De esa manera el director ejerce su autoridad respetando el flujo vital de los músicos.

Gardening

Jardinería en Suiza, por Bernard Frohlich

Para ilustrar mejor este punto consideremos el trabajo del jardinero. No puede forzar a las plantas a que crezcan en contra de su naturaleza sino que debe limitarse a crear las condiciones para que su flujo vital se desarrolle naturalmente, regándolas, fertilizándolas y combatiendo los yuyos o pestes que frenen su crecimiento. El que ejerce la autoridad debe ser como un padre de familia que apoya y estimula con mano firme el desarrollo espontáneo de las cualidades de sus hijos, manteniéndolos alejados de todo lo que puede amenazar su bienestar. De esta manera la solidez de su poder no viene solamente de la fuerza de su brazo sino del buen orden del cual él es la máxima expresión.

(*) Adolfo Lindenberg, El Libre Mercado en una Sociedad Cristiana, traducción de Donna H. Sandin (Washinton, DC: Instituto para la Educación Católica en los Negocios, 1999), p. 203 y 204.

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La lectura del abuelo, por Albert Anker

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