APÉNDICE I – En el Brasil colonial, en el Brasil imperial y en la República brasileña: génesis, desarrollo y ocaso de la “Nobleza de la Tierra” – 2a. nota

08/12/2019

APÉNDICE I

En el Brasil colonial, en el Brasil imperial y en la República brasileña: génesis, desarrollo y ocaso de la “Nobleza de la Tierra” –

El papel de la incorporación de elementos análogos a la Nobleza originaria (II nota)

2. Génesis y perfeccionamiento de las élites iniciales en el territorio poblado
El conjunto de esos factores fue formando lentamente y con orgánica espontaneidad una selección de elementos diversificados entre sí, una élite o, si se prefiere, los rudimentos de una élite, aún tosca y ruda en la mayor parte de sus miembros, como toscas y rudas eran las condiciones iniciales de existencia en este Continente de naturaleza exuberante y agreste.

Los componentes de esa élite inicial mantenían entre sí relaciones sociales con cierta igualdad de trato y nivel de vida. No se habría concebido otra cosa dado su pequeño número y la presión psicológica ejercida por las adversas condiciones de existencia impuestas por una naturaleza poco trabajada por el hombre.

Con el transcurso del tiempo y la sucesión de generaciones, fueron formándose estratos en esa categoría y estableciéndose diferencias.

a) Ennoblecimiento por hazañas de carácter militar
Formaban parte de la capa más alta los individuos que se habían señalado por sus hazañas militares, tanto en las luchas contra los indios como en las guerras de expulsión de los herejes extranjeros —especialmente holandeses y franceses [13] — que aquí vinieron a parar con intenciones al mismo tiempo mercantiles y religiosas.

Ésta era, en general, la característica de la Nobleza del viejo continente. La clase militar por excelencia era, en efecto, la de los señores feudales, quienes vertían, más que sus coterráneos, la sangre en pro del bien común espiritual y temporal. Este holocausto colocaba a los nobles en una situación análoga a la de los mártires, y el heroísmo del que casi siempre daban muestra era prueba de la integridad de alma con que aceptaban su holocausto. En consecuencia, merecían excepcionales privilegios y honores.

La elevación del combatiente plebeyo a la Nobleza, o la ascensión del combatiente noble a un grado superior de Nobleza constituían, pues, la más justa y adecuada recompensa al valor militar.

Como es natural, este modo de ver a la clase militar se reflejó en la formación de la sociedad colonial brasileña. Afirma Oliveira Vianna que muchos justificaban las peticiones que hacían para sí de sesmarías “exhibiendo las cicatrices de la lucha, las mutilaciones del soldado, el cuerpo herido por la espada del normando, del bretón o del flamenco, o atravesado por la flecha del indio. Con ello accedían a la posesión de la tierra, que era la principal nobleza (…) Era la bravura militar lo que dignificaba entonces al individuo y aseguraba sus títulos a la Nobleza y a la Aristocracia.” [14]

b) Ennoblecimiento por actos de valentía en el desbrozamiento del territorio
Además de quienes se destacaban por su valentía militar, otros sobresalían por su bravura en diversos terrenos, pues “la selección se hace en la sociedad colonial, como en la Edad Media (…) por la bravura, por el valor, por la ‘virtud’, en el sentido romano de la expresión.” [15]

Así pues, pertenecían también a esta capa más alta de la sociedad quienes se destacaban en la ardua tarea de desbrozar la inmensidad inculta de nuestro territorio, “aquellos titanes de los tiempos coloniales —raza notable, cuyos hijos de fiero aspecto, ropa de cuero y brazo fuerte, empuñando el trabuco conquistador, invadieron los sertões [16] inhóspitos del sur y del norte del país que, en frase de Taunay ‘hicieron retroceder los meridianos alejandrino y tordesillano hasta casi la falda de los Andes, a través de una aspérrima selva, poblada de peligros y misterios’.” [17]

c) Ennoblecimiento por el señorío sobre la tierra y los hombres
A medida que Brasil se poblaba, se desarrollaban también las actividades pacíficas; es decir, la agricultura y la ganadería iban ganando terreno en las inmensas tierras concedidas por los reyes de Portugal a título de sesmarías.

Pero también estas actividades estaban rodeadas de heroísmo: “Durante el periodo colonial, la conquista de tierras presenta un carácter esencialmente guerrero. Cada latifundio desbrozado, cada sesmaría ‘poblada’, cada corral erguido, cada ingenio ‘fabricado’, tiene como preámbulo necesario una ardua empresa militar De norte a sur, las fundaciones agrícolas y pastoriles se hacen espada en mano (…)

“El proceso que generalmente se sigue es el ‘poblamiento’ preliminar, es decir, el desbrozamiento de la tierra, la expulsión de los indios, la eliminación de las fieras, la preparación de los campos, la formación de los rebaños. Después, alegando estos servicios, el ‘poblador’ requiere la concesión de sesmaría.” [18]

Aparecen de este modo los grandes propietarios, dotados de patrimonios pujantes y rentables que montan para sí y para los suyos, en el campo o en la ciudad, residencias cuya suntuosidad llegó a ser frecuentemente deslumbrante, y que, como más adelante veremos, a veces tomaban un carácter de fortificación análogo al de los castillos medievales. Eran patriarcas al frente de una descendencia numerosa, que ejercían los derechos de señores sobre una impresionante cantidad de subordinados, esclavos o libres. A menudo estaban investidos con algunos poderes inherentes al Estado.

Al trazar el perfil de su tío y suegro, el Barón de Goiana, pondera en ese sentido Juan Alfredo Correa de Oliveira: [19] “Pertenecía a las generaciones llenas de afecto que de estas memorias hacían un culto, las generaciones fuertes que amaban la tierra, en la cual veían relucir el oro de su libertad e independencia, y de donde sacaban una cosecha germinada de riquezas y virtudes. Vivir por sí, del propio esfuerzo y de la Gracia de Dios; acumular mediante el ahorro, que es sabio, y mediante la sobriedad, que es saludable; ejercer una profesión que no tiene por objetivo los honorarios, ni tiene que recurrir a anuncios ni a falacias; sentirse firmemente apoyado en una propiedad indestructible, que permanece cuando las demás se desvalorizan y pasan; tener una fuente inagotable de subsistencia, como es el suelo bien labrado; colocar en él energías, perseverancia y paciencia, les parecía —y es— la posición más segura y digna. Para esas generaciones la tierra heredada era un fideicomiso de familia y blasón que se apreciaba más que la vida, tanto como la honra.” [20]

El perfil moral y la situación jurídica del gran señor de tierras se asemejaban a los del señor feudal, y así la organización socio-económica del Brasil colonial ha sido comparada varias veces por los historiadores con la del feudalismo.

Sería incomprensible que dicha categoría no se incorporase ipso facto a la élite social dominante, pues como señala Oliveira Vianna al describir “lo que ocurrió por todo el país en los siglos coloniales: ‘Poseer tierras heredadas —dice un escritor nordestino (…)— era señal de Nobleza y el dominio debía continuar indivisible en las manos de la descendencia.’” [21]

d) Ennoblecimiento por el ejercicio del mando en cargos civiles y militares
Con el curso de los tiempos, otras categorías de personas habrían de ingresar en esta selección por una puerta diferente.

El ejercicio del mando ha sido siempre tenido como algo intrínsecamente honorífico, incluso en la esfera privada, pues son más dignas de honor las funciones de quien dirige que las de quien obedece o sirve.

Cuando el mando se ejerce en la esfera pública en nombre del Estado, por designación de una autoridad superior, su titular encarna, por así decir, al poder público. En estas condiciones, le deben ser prestados proporcionados honores, pues es, en cierto sentido, una proyección de quien ostenta el poder supremo. Dicha preeminencia dura mientras el titular esté investido de su función.

Una vez despojado de la misma y reducido a la condición de mero particular, queda en él una situación de capitis diminutio. Pasa a ser algo aislado e incompleto, como un molusco que hubiera sido arrancado de su concha por las vicisitudes de la existencia en el mar. Se diría que el resto de su vida se convierte para él en un melancólico esperar la muerte.

Sin embargo en Europa —de donde hemos recibido, junto con la Fe y la civilización, los modos de sentir y actuar— eran frecuentes las funciones públicas vitalicias, siempre que, por su naturaleza, su ejercicio exigiese la entera absorción de los pensamientos y actividades del titular, de tal modo que éste se hacía uno solo con su función. Se entendía que, así dedicado a ella, estaba en condiciones de consagrarle lo mejor de su personalidad, pues el ejercicio de dicha función no se divorciaba tanto de sus intereses personales como en los sistemas de gobierno y administración generalmente seguidos hoy. Lo vitalicio del cargo creaba condiciones propicias para la probidad y dedicación del titular.

Si se aplican estas consideraciones a las gradualmente más importantes y más complejas funciones de relieve existentes en el pequeño aparato estatal del Brasil colonial, en continuo crecimiento, se comprende que su ejercicio incorporase natural-mente a la élite a sus respectivos titulares.

Al relacionar las diversas cualidades y títulos que debían tener los habitantes de nuestras ciudades y villas para gozar del concepto de noble, Nelson Omegna menciona: “Podían contarse entre las mejores categorías los funcionarios de la Corona y los militares” [22]

Incluso cuando las funciones de relieve eran transitorias, algo del destaque a ellas inherente quedaba adherido al respectivo titular, por lo que podía continuar perteneciendo a la élite social tras perderla, así como su esposa e hijos: “Quien ha sido Rey, siempre será Majestad.”

e) La esencia familiar de las élites
En los apartados anteriores se han descrito los diversos modos mediante los cuales los individuos destacaban y accedían por su valor personal a la condición de miembros de aquella élite social que después se constituiría como la “Nobleza de la tierra”; pero, por ser la aristocracia una institución de esencia fundamentalmente familiar, el ascenso social alcanzado por un individuo se extendía ipso facto a su esposa. “Erunt duo in carne una” [23] (Mt. 19, 6), dice del matrimonio el Evangelio; y, como es natural también los hijos pasaban a pertenecer a esta élite.

El núcleo inicial de la futura “Nobleza de la tierra” era, pues, más que un núcleo de individuos, un núcleo de familias. “La familia —destaca Gilberto Freyre—, y no el individuo, ni tampoco el Estado, ni ninguna compañía de comercio, es desde el siglo XVI el gran factor colonizador en Brasil (…), constituyéndose la aristocracia colonial más poderosa de América.” [24]

3. La “Nobleza de la tierra”
a) Elementos constitutivos y proceso de formación
Poco a poco, los primeros pobladores, rodeados del prestigio de fundadores del Nuevo Mundo, los valientes y a veces heroicos desbrozadores del sertão, los esforzados defensores de la tierra contra el extranjero y el hereje, los primeros explotadores de la riqueza agrícola y ganadera que asentaron los fundamentos de una economía más estable, influyentes por la riqueza de sus respectivos patrimonios, los funcionarios encargados de la alta y media administración, respetados por la propia naturaleza de sus poderes, fueron teniendo descendientes que se entrelazaban indiscriminadamente por el matrimonio. Estos iban habitando en residencias más grandes, frecuentemente adornadas con objetos procedentes de la Metrópoli o de los núcleos portugueses de la India y extremo Oriente, en ciudades que se iban constituyendo, por su parte, como núcleos urbanos cada vez más populosos, embellecidos con iglesias de gran valor artístico, en especial en Bahía, Pernambuco y Minas Gerais.

Las artes y la cultura de la colonia se enriquecían cuando los brasileños que iban a estudiar a Coimbra y otras universidades europeas, volvían a Brasil y hacían posible que funcionaran aquí establecimientos de enseñanza superior, lo que implicaba en una verdadera emancipación cultural.

De tal modo asumió esa élite las características de una aristocracia en formación, o ya formada, que pasó a ser llamada corrientemente “Nobleza de la tierra.”

Brandonio, el célebre autor del Diálogo de las grandezas de Brasil, destaca este proceso de elaboración de las élites al responder a la objeción de que no podría aquí haber una verdadera Nobleza por no haber sido nobles la mayoría de los primeros colonizadores: “En eso no hay duda. Pero debéis saber que esos pobladores que vinieron primeramente a poblar el Brasil, en corto espacio, llegaron a ser ricos por la generosidad de la tierra, y con la riqueza fueron despojándose de la naturaleza ruin que las necesidades y pobrezas que padecían en el Reino les hacía usar. Y los hijos de tales hombres, entronizados ya con la riqueza y gobierno de la tierra, se desvistieron, como una serpiente, de su antigua piel, usando en todo honradísimos términos, a lo que se añadió que más tarde vinieron a este Estado muchos hombres nobilísimos e hidalgos, los cuales se casaron aquí y se aliaron en parentesco con los de la tierra, de forma que se ha hecho entre todos una mezcla de sangre asaz noble.” [25]

Son también concluyentes respecto a la formación de esa élite en Brasil las palabras de Palacín: “Así, mediante la adopción de formas de vida, ideales comunes, y por el ejercicio de los mismos privilegios, ya se había formado aquí en el siglo XVI, de la fusión de elementos tan dispares, una auténtica nobleza colonial.” [26]

Según el mismo autor, esa Nobleza estaba “integrada por los altos funcionarios y sus familiares, por los señores de ingenio y grandes propietarios rurales, por los comerciantes más fuertes—los ‘comerciantes de sobrado’, como destaca el profesor França—, por los primeros pobladores. Este grupo, suficientemente abierto aún por las condiciones de un asentamiento reciente, pero que tiende a cerrarse cada vez más con el tiempo, constituye los ‘hombres buenos’ registrados en los libros de la cámara.” [27]

Este proceso orgánico de diferenciación de clases en la colonia fue señalado por Fernando de Azevedo al tratar de la organización de la sociedad, la cual estaba “íntimamente diferenciada en clases o, mejor dicho, en estratos, cuya posición no siempre estaba definida por la ley, sino regulada por la ley y las costumbres. En la capa superior se mantenía —con sus privilegios, como la jurisdicción privada, y con sus inmunidades como, en principio, la exención de tributos— la aristocracia rural, flotando sobre la burguesía (mercaderes y artesanos) y sobre labradores y esclavos, dentro de ese tipo de organización feudal que no fue trasplantado de la Metrópoli, sino que surgió en la colonia como una institución espontánea, determinada por las condiciones especiales de la colonización de las tierras descubiertas”. [28]

b) Características que la distinguían de la Nobleza europea
Así se constituyó la “Nobleza de la tierra”, la cual fue, en el periodo colonial brasileño, la cumbre de la estructura social.

La nueva colonia estaba penetrada por la justa convicción —entonces también corriente en Europa— de que son las élites las que han de propulsar el país y elegir sus rumbos de progreso. Urgía, pues, que esas élites se constituyesen aquí de modo auténtico y vigoroso, para que fuese también vigorosa la propulsión y sabia la elección de rumbos.

La propia prisa en formar esa élite llevó a un grupo inicial de pobladores a asimilar a otros que, gozando por diversos títulos de un merecido relieve, podían muy bien incorporarse a aquel núcleo primitivo sin desdorarlo ni rebajarlo. Así la “Nobleza de la tierra” en estado germinal fue tomando las dimensiones necesarias, incorporando en sí a individuos y familias que se podían equiparar con ella por títulos semejantes.

Esta vía orgánicamente escogida en función de las necesidades del lugar no fue la seguida en varios países de Europa, en los cuales las élites paralelas se formaron diferenciadas de la Nobleza y así continuaron durante un largo tiempo. Posteriormente, varias de ellas llegaron a constituir noblezas auténticas, pero paralelas a la Nobleza por excelencia, que continuaba siendo la militar.

Podría verse la ascensión de las élites no nobles en Europa como compuesta por tres etapas:

1) Elementos del vulgo, afines entre sí por algún tipo de relieve, constituyen un grupo que se va convirtiendo gradualmente en una clase;

2) en esa clase se van acumulando tradiciones al servir con abnegación y éxito al bien común espiritual y temporal en cierta rama de actividad; crece indefinidamente en relieve y respetabilidad;

3) paralela ya a la Nobleza, se constituye por la fuerza de la costumbre o de la ley en una Nobleza diminute rationis, como lo fue durante mucho tiempo en Francia la noblesse de robe, o nobleza togada.

Relaciones sociales, estilos de vida y matrimonios van estrechando cada vez más los vínculos entre las dos noblezas; sobreviene entonces la Revolución de 1789, y es difícil saber cuál habría sido el resultado de esta evolución si una y otra Nobleza no hubieran sido destruidas por la hecatombe; lo más probable habría sido, tal vez, que se hubieran fundido.

Todo este itinerario histórico dictado por las circunstancias específicas del desarrollo social y político europeo divergió, pues, sensiblemente del rumbo tomado por el proceso de desarrollo de la “Nobleza de la tierra” en Brasil.

* * *

Martim Alfonso de Sousa. Capitán-Donatario de S. Vicente (Museu Paulista, São Paulo).⇒

⇑ Mapa de Brasil, atribuido a Luis Teixeira, 1586, Biblioteca de Ajuda, Lisboa.

¿En qué medida era esta “Nobleza de la tierra” una Nobleza auténtica, reconocida como tal por los poderes públicos, cuya más alta instancia fue durante todo el periodo colonial Lisboa, capital del Reino? ¿Cómo se reflejó en esta orden de cosas la transferencia de la Corte portuguesa a Brasil, en 1808, donde permaneció hasta 1821, cuando volvió a Portugal? ¿Qué repercusiones tuvieron la Independencia y el Imperio sobre la “Nobleza de la tierra”? ¿Y la República? Éstas son otras tantas cuestiones sugeridas por dicha visión de conjunto. Trataremos a continuación de algunas de ellas.

B — Los ciclos socio-económicos de Brasil y la trayectoria histórica de la “Nobleza de la tierra”
La historia socio-económica de Brasil se divide en diversos ciclos. Aunque el criterio seguido para esta división no es unánime entre los autores, algunos la consideran constituida por cuatro grandes ciclos: el del palo brasil, el de la caña de azúcar, el del oro y piedras preciosas y, por fin, el del café. Cada uno de ellos corresponde al producto que pasó a ser en determinada época el eje de la economía nacional.

Esto no quiere decir que una vez comenzado un ciclo desapareciese o dejase de explotarse el producto que caracterizaba el anterior, sino únicamente que éste dejaba de ser la principal fuente de riqueza para el País. Por otro lado, esa división no excluye la existencia de otras riquezas que marcaron también la economía de Brasil, como el ganado, el cacao, el tabaco, el caucho, etc. Éstas últimas se insertan como elementos de importancia, y a veces de capital importancia, en la historia de alguno de esos grandes ciclos.

Sin embargo, lo que más profundamente los caracteriza no son los sistemas y técnicas de producción y explotación de la tierra, ni las características de medio ambiente en que se desarrollan, sino sus reflejos sociales.

“Son conjuntos lo suficientemente extensos —afirma Fernando de Azevedo— como para merecer el nombre de ‘civilizaciones agrarias’, como la del azúcar y la del café, cada una de ellas en relación con las condiciones naturales y la historia humana de su tiempo. Cada uno de esos sistemas o regímenes agrícolas (…) además de penetrar en lo más íntimo de las instituciones, tienden a forjar un estilo especial de vida y una mentalidad propia. (…) Para comprender, en su conjunto, la estructura de un sistema agrario, no bastará” hacer un análisis que no contenga “un sondeo, tan profundo como sea posible, de los principios o normas por los que se rige la comunidad rural, de los tipos de relaciones sociales y del armazón jurídico que se creó para ellos y en el que se consolidaron la tradición, las leyes y las costumbres.” [29]

La próxima entrada de este Apéndice I continuará con:

4. El ciclo del palo brasil y las capitanías

Las NOTAS al pie se publicarán en la entrada final

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