Rincón de la Conversación – Subiendo con la nube, por la “cuarta vía”…

09/05/2014

 Rincón II

Conversando a la oración en la mesa del té con un grupo de amigos y sus familias, de pronto exclama María Teresa, una de las señoras presentes: ¡Miren la nube sobre el visco!

Es éste un gran árbol de las zonas montañosas del Norte argentino, digno de figurar en un paisaje de Gainsborough, cuya madera dura y negra carga con ufanía sobre sus hombros la enjalbegada campana de las estufas a leña, sosteniendo ancestrales piezas de cerámica y cobre.
En otras partes lo llaman con el sugestivo nombre de arca: ¡cuántos tesoros pueden encerrar las arcas de toda clase, desde las que duermen en los castillos escoceses de Sir Walter Scott a las ocultas en la Isla del Conde de Montecristo… -tema para atractivas conversaciones!

Pero el tema es hoy la nube que irrumpió en nuestros horizontes. Una forma triangular, como una tajada de torta esponjosa, cubierta de fondant blanquecino con rosada confitura de atardecer.
Hendiendo el espacio con sus blandas puntas arredondeadas va lenta y segura de sí misma, como una gruesa alfombra voladora, siguiendo su derrotero hacia lo insondable, como una balsa en el cielo sereno.

Eran los últimos reflejos de sol, y de ahí el apuro de María Teresa en atraernos a grandes y chicos al ventanal, en el Alto de las Mercedes, para enriquecernos con el espectáculo.
Poco después, el islote flotante se sumerge en la oscuridad pétrea y silenciosa de los desfiladeros de los cerros. ¡Qué pena!, sentimos, mientras volvemos a nuestros “sitiales” en torno de la frailera mesa de algarrobo, con sus viriles herrajes montillanos, salpicada del blanco de la porcelana y animada por el brillo de las tortas y las velas.
La nube se ocultó… pero no todo está perdido! Hay un secreto para recuperar la maravillosa visión, como si por un encantamiento hubiese quedado atrapada en una secreta “cámara del tesoro” que cada uno de nosotros tiene, y que a cada uno le toca descubrir y revivir, solo o en buena compañía.

Santa Teresa –patrona de nuestra contertulia Mariate- habló de las moradas. Hay moradas en el cielo, de infinita variedad, en los acantilados y jardines maravillosos del Monte de Selmón, de que habla San Luis María; moradas como aquella caverna, en el Monte de los Profetas, en que el Profeta Elías se prepara para combatir al Anticristo; o bien moradas humildes y acogedoras, como aquella donde la viuda le dio fuerzas en la persecución, con algo muy parecido a las norteñas tortillas a la parrilla, que todo criollo sabe preparar con maestría. Símbolo, probablemente, de otros manjares más regalados, como esa “cena que recrea y enamora” de San Juan de la Cruz.

Una de esas moradas es esa cámara del tesoro de cada alma, pequeña o grande. Y como queremos contemplar la nube nos proponemos hacer que vuelva a aparecer, con cielo y todo. ¿Habrá alguna fórmula mágica? Presentimos que sí, y tal vez de la mano de San Juan de la Cruz podemos ensayar con ella nuestra “subida al Monte Carmelo”. Sobre todo valiéndonos de las enseñanzas de Santo Tomás sobre “la cuarta vía” y de posteriores aplicaciones, muy valiosas en nuestros días.
Cuarta de las cinco que el Doctor Angélico supo descubrir para demostrar racionalmente la existencia de Dios. No lo podremos explicar “hic et nunc” en términos filosóficos. Pero sí bosquejarla en términos prácticos aplicables en nuestra tertulia.

Pablo, otro de los participantes, toma fuerzas y dice: -Haré mi aporte inspirado en lo aprendido de alguien que fue para mí como un padre, docente multifacético y “maître-penseur”, que partiendo de la cuarta vía del Aquinatense, iba entrelazando, en un vuelo de espíritu, determinados seres y sus cualidades, mediante descripciones verdaderas –fruto de la observación-, y originales, que nos dejaban encantados y con deseos de imitarlo. Eran verdaderos “ejercicios de Cuarta Vía”!
Ante las cosas atractivas que son el alimento de esos ejercicios, él recomendaba: -admiremos y no copiemos…, y así imitaremos.
Pues cada alma tiene sus “melodías” y sus “instrumentos”.

-Lo intentemos, pues! ¿Cómo lo haremos? Dijeron todos a una.
-La base de esta consideración, continuó, es que, como todos sabemos, los seres que existen son criaturas de Dios. Y, como están llamados bajo algún aspecto a ser reflejos, más próximos o más remotos, del Creador, tienen propiedades, tienen cualidades… Se trata de descubrirlas.
Y luego, de buscar seres que tengan esa misma cualidad; se busca así formar un conjunto, que resulta en extremo interesante.

A cierta altura, se puede intentar escalonarlos. Cuál tiene la cualidad en mayor grado, o de modo más eminente. Digamos que sea la bravura. Está la bravura de un gato, la de un pit-bull, la de un tigre… y tantos otros. La de ese portugués que en la batalla de Toro llevaba el estandarte, y quedando con los brazos inutilizados por las estocadas y mandobles, lo sostuvo con los dientes hasta caer, finalmente, entregado a la sagrada causa de una patria cristiana… O la del jinete español que se burlaba de los napoleónicos sañudos en el momento en que amenazaban con la pena de muerte al que se burlara de “Pepe botella”, y él, parándose sobre los estribos, en medio de la multitud, mientras los soldados buscaban al culpable de las más ruidosas burlas para fusilarlo, gritó, moviendo el brazo con su espada: -soy yo, acá estoy, vengan a buscarme!

Así –prosiguió Pablo-podemos comparar todos esos ejemplos reales de bravura, y si se quiere otros, hasta llegar al más alto imaginable.
Pues bien, dice, palabras más o menos Santo Tomás –no me pidan exactitud porque no traje la Suma para tomar el té!- imaginando y considerando el máximo exponente posible llegamos a la cumbre de la bravura, cualidad que comparten el gato, el pit-bull, el tigre, el portaestandarte, el caballero desafiante, Carlos Martel, San Miguel Arcángel…
Por encima de ese exponente máximo tiene que haber un Ser en quien la virtud de la bravura, el coraje, el heroísmo, esté no ya en grado limitado y participado (por inmenso o insondable que sea): ese Ser es Dios, causa ejemplar del Universo, que pone en las criaturas reflejos limitados de su infinita belleza y grandeza, que le dan su gloria extrínseca.

Todos lo aplaudimos calurosamente! Se había portado! Con tanta simplicidad nos había ilustrado sobre un tema que, si Santo Tomás lo trata, si el paternal “maître-penseur” que le transmitió su método hizo con sus discípulos un ejercicio entretenido para subir a realidades que tocan, por así decirlo, el escabel del trono de Dios, no debe ser tan fácil.
Pablo respondió con hidalga simplicidad: -no es difícil, todo está en observar, en admirar, en reflexionar con las armas de cada uno. Lo puede hacer, a su modo, un niño de escuela primaria de cualquier rincón escondido: recordemos los elogios de Nuestro Señor a sus pequeños…
O un Profesor de Harvard, que no esté contagiado del materialismo hedonista de nuestros días. Porque para eso es necesario, eso sí, dejarse guiar por los mejores lados de nuestro espíritu, hecho a imagen de Dios. Y no olvidar que tenemos Angel de la guarda para inspirarnos bellos pensamientos.

– Bueno, ¿y cómo lo aplicamos a la nube? ¡Estamos expectantes!
– Les propongo una cosa: el domingo, cuando nos encontremos para la próxima tertulia, después de la cabalgata, cada uno traiga un pequeño apunte de qué seres les parece que tienen semejanza con la nube, qué cualidades podemos tomar de ella, qué nos dice a cada uno su color, su “textura”, sus tonalidades, su aspecto, su forma de flotar en el espacio, adónde imaginamos que va, etc., etc. Y ahí vemos qué nos sale.
-Excelente, Pablo, dicen todos. Carlos, que había estado callado, dice: yo le pediré ayuda a la Virgen, porque no me viene la menor idea en este momento.
-¡Mejor aún! Ya verás que saldrás un “artista” de la cuarta vía!

Contentos con la promisoria novedad, comenzaron a volver a sus casas, pensando en la nube y agradecidos por el buen momento pasado.
Había sonado ese lado de niños que Nuestro Señor nos pone como condición para entrar al Reino de los Cielos. ¡Y más vale prepararse con tiempo!
Una clarinada de la gracia, tal vez! Y por qué no? No nos dijo que “cuando dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy Yo en medio de ellos?” Que El nos acompañe en la próxima!

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