Nobleza y élites tradicionales análogas – Revolución y Contra-revolución en las tres Américas – Presentando a nuestros lectores un fascinante análisis – (1ª nota)

02/10/2013

Los famosos “trece de la fama”, hombres de gran coraje, fortalecidos por la Fe católica, dispuestos a enfrentar cualquier peligro con riesgo de vida

 

Casamiento entre el noble Martín de Loyola y la princesa Beatriz Clara Coya – El entronque de nobles linajes españoles e indígenas fue parte importante del mestizaje biológico y cultural, que dio lugar a una civilización cristiana con connotaciones originales

 

Esa nueva civilización cristiana se insertó con brillo y magnificencia en el paisaje grandioso de América, preanunciando una gran vocación al servicio de la Cristiandad

 

La vida social se impregnó de valores cristianos y adquirió características propias,  fruto de la mentalidad y cultura hispano-americana – El papel de las élites fue una transposición al Nuevo Mundo del desempeñado por la nobleza peninsular

La envergadura y esencialidad de “Nobleza y élites tradicionales análogas”, la gran obra del Prof. Plinio Corrêa de Oliveira, dio lugar a estudios complementarios que forman sus varios apéndices, nacidos de la aplicación de los principios de la obra central a las realidades históricas de distintas naciones o regiones clave.
Entre éstos se encuentra el que aquí nos ocupa y que lleva por título: “Nobleza y Elites tradicionales análogas – Revolución y Contra- Revolución en las tres Américas”, que fue preparado por un grupo de estudiosos reunidos en la Comisión Inter-TFPs de Estudios Iberoamericanos, bajo la dirección del Autor, y publicado en el volumen II de la edición de 1995, magníficamente ilustrada (Ed. Fernando III el Santo, Madrid, 1995).
Sirvan estas notas de introducción a quienes todavía no han leído esta obra que expone los principios y orienta las acciones para reerguir la sociedad sobre los perennes fundamentos de la Civilización Cristiana, como enseñaba el Papa San Pio X. Esta empresa imprescindible de re-erguimiento social es la gran esperanza de nuestros días. Para ella invitamos a todos nuestros amigos y lectores con la certeza de la victoria. Pues, como exclamaban los bravos cruzados, “Dios lo quiere”, y la Virgen, en Fátima, predijo su triunfo para nuestros días.
Vamos a su contenido.
Sobre el curso del proceso histórico en nuestro continente, muchos creen que las naciones de América, al declararse independientes, abolieron las instituciones hispánicas y que su trayectoria posterior consistió en “democratizarse” en sentido igualitario.
Esa idea, que favorece las tendencias promovidas por la Revolución igualitaria universal, carece de fundamento. El proceso nivelador iniciado con las ideas humanistas y protestantes, continuado por la Revolución Francesa y llevado al auge por la Revolución comunista, y los caóticos procesos que la continúan en nuestros días, siempre encontró en América oposiciones de cuño tradicionalista, inclusive en los Estados Unidos, donde soplan vivas tendencias conservadoras y, más allá, la esperanza en una época signada por la tradición y la hidalguía, que la Providencia dará a la humanidad.
Deseamos plantear en esta exposición:
• Cómo surgieron las élites del continente y hasta qué punto constituyeron una nobleza;
• en qué medida zozobraron o lograron afirmarse;
• qué perspectivas se abren actualmente para el desempeño de su misión.
Sobre este último punto, es importante destacar que, cuanto más avanza el proceso de deterioro social, más se siente el vacío dejado por la ausencia de verdaderas élites, pero mayor puede ser la resonancia del llamado a que reasuman su papel.
Así se dirigía Pío XII a sus oyentes nobles: “Hoy más que nunca estáis llamados a ser una élite, no solamente de sangre y de espíritu, sino aun más de obras y de sacrificios, de realizaciones creadoras en el servicio de toda la comunidad social”.
Así, no hay nada más necesario y eficaz para el bien general que ese llamamiento para que, de las clases tradicionales, surjan elementos capaces de reasumir –bajo aspectos adaptados a las circunstancias- su tradicional papel orientador.
Para entender la misión de las élites tradicionales es fundamental entender la esencia de la condición nobiliaria. La dedicación al bien común es el fundamento de la nobleza. Como el religioso se sacrifica por el bien común de la Iglesia y de las almas por deber de estado, el noble se sacrifica por estado para el bien común espiritual y temporal de la nación (“sacerdocio de la nobleza” caracterizado por Benedicto XV).
Consagrar la vida a defender la Religión y el Estado –como lo hacía el noble de otros tiempos- constituye, hoy y siempre, una forma de sacrificio que representa máximo grado de dedicación al bien público, y quienes la practican por estado son, por excelencia, nobles.
Del espíritu de sacrificio de esta clase nacen excelencias, distinciones y elegancias, especialmente de espíritu, que se reflejan en trajes y ambientes. Cuanto más alto es el ideal por el que una persona se sacrifica, tanto más penetra en ella la nobleza de ese ideal.
La máxima expresión de la nobleza de estado fue la clase nobiliaria que, favorecida por insignes gracias, nació en el Medioevo. Dotada de poder militar y territorial, garantizaba también la prosperidad pública representada por la riqueza agraria.
Junto a esa máxima expresión existen otras menores, como la nobleza togada o las “academias de amplia y bien merecida fama” de que hablaba Pío XII, que se destacaron en actividades universitarias, diplomáticas, militares y hasta de propulsión económica. Participan, en grados más discretos, de la nobleza, aunque les falta la nota de holocausto que constituye la esencia de la condición noble.
Para hacer una historia real y profunda, -no la hueca y desabrida historia oficial-, hay tres preguntas fundamentales a formular:
• Qué dio España de su nobleza militar y rural a sus territorios ultramarinos
• Hasta qué punto esa nobleza trasladada a América fue apoyada por la Metrópoli y contribuyó a desarrollar una nobleza local
• De qué modo América retribuyó a la Metrópoli el don inapreciable de recibir ese fermento de sus clases dirigentes, la nobleza de estado hispánica.
Se puede indagar también cómo se constituyeron las clases nobles y élites análogas en cada país; qué modalidades hubo de nobleza togada, universitaria y de cargos públicos, militares y hasta mercantiles. Es lo que intentaremos esbozar acerca de tan vasto, rico y poco estudiado asunto con base en el apéndice hispanoamericano de “Nobleza y élites tradicionales análogas”.
(Continuará próximamente)

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