“Mirad los lirios del campo…” – Rincón de la Conversación

05/10/2016

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029-lirios-1o-plano-presentacion-2-lirios-fotos-separadas-4 Fuimos a visitar un pariente a la región de los Nevados. Nieves, su mujer, estaba encantada pues había logrado hacer prender unas bellas y perfumadas flores, de un blanco nacarado, de unas papas traídas por un servicial campero amigo.

La nieve y el granizo que se acumulan año redondo en los mil pliegues del cerro, son la fuente do manan las insondables arterias rebosantes de líquido cristal que bañan el oro, la plata y los huidizos metales nobles que yacen en ese mundo subterráneo; … en que las huacas hacen las veces de los galeones hundidos con sus pesados cofres y cargamentos de inmarcesible champagne, a la espera de los aventureros llamados a degustarlos.

Esos ríos subterráneos caudales y sus hilillos  capilares irrigan las moles de granito azulado y rosáceo y  revientan en los rincones más inesperados. Hacen “potoxi!”, como el bramido que sorprendió al Inca cuando acampaba con sus guerreros al pie del Cerro Rico cuyas hogueras, infaltables en los campamentos del Hijo del Sol, abrieron sus murallas pétreas haciendo brotar un reguero de plata que perduraría por siglos en la gloriosa Villa Imperial.

De esa plata con que los feroces aztecas matizaban sus coloridos retratos de los conquistadores con sus caballos y arcabuces para ilustración precautiva del  Señor Moctezuma, en la bravía Tenochtitlán.

Donde hay tesoros, hay leyendas,  hay sueños… El minero, el tradicional pirquinero,  es solitario, un poco huraño, aunque alegre en ocasiones como la fiesta del santo patrono, donde participa con entusiasmo y se encuentra con amigos y compadres, y luego come en la ramada un buen locro acompañado de un morao -a veces más de uno...

Su adustez exterior, como la del cerro, esconde  tesoros de contemplación y sabiduría montañesa. En las cavidades de su alma hay vetas ignoradas que afloran en el contacto con los seres delicados que Dios puso a su paso, en medio del enigma por momentos hostil de las quebradas escondidas.

En esas vegas agrestes en que los pies se hunden en el duro pasto de los bañados, frecuentadas por tropillas de caballos y mulas, prestas a romper al galope cuando el viento las azuza quebrando el gajo de algún sauce, o el trueno retumba fragoroso en los desfiladeros, el pirquinero encuentra el solaz de la sombra de los algarrobos, del canto de los pájaros, de la acogedora sonrisa de los lirios del campo,  iris acuáticos emparentados con las azucenas y las orquídeas. imagen018-300x225

Y en los puestos y ranchos solitarios, allá en “La Cunshi”, “Las Encrucijadas”, “El Durazno”, “Las Cuevas de Noroña” o “Los Berros”, aunque ya no esté Doña Concepción o el Chileno Mondaca (Don Mondaquita!), espiado por las astas y la capa plateada de los venados, picado por el extraño eco del relincho de los guanacos, que cae en cascada por el “Caño del Tocino”, recoge algunas de esas flores milagrosas y las deposita al pie de la Virgen del Valle, en medio de las peñas o en la cavidad de un árbol (algarrobo). Tal como en aquel ranchito con su “pieza de los santos”, perdido en las vastedades patagónicas, en las que el Padre Salvaire descubrió unos pobres fugitivos, mantenidos al amparo de la Reina del Cielo, la Omnipotencia Suplicante como le llaman los santos.

029-presentacion-2-lirios-fotos-separadas-2-flor-de-lisLos lirios son estrellas en las laderas de esmeralda, son seda perfumada en el desierto, son los lises reales que los “clubes” de igualitarios jacobinos 029-presentacion-2-lirios-fotos-separadas-adel 89 querían pisotear: “lilia pedibus destrue…”.

Es tal su categoría que “ni Salomón en toda su gloria” se vistió como ellos. Por eso el Divino Rey y Maestro nos dio su Mandato: “Mirad a los lirios del campo…”, ved cómo trato al hombre hecho a Mi imagen y semejanza. Por voluntad Mía es el rey de la creación, en la que he prodigado Mis maravillas, que tantos ciegos no quieren ver, obnubilados por el progreso sin tradición que equivale a la barbarie organizada (Pío XII). A quienes estén en ese estado los encomiendo a Mi Madre, Obra maestra de la Creación y Reina de los corazones. En este mes del Rosario, aprended de la pureza y fragilidad encantadora de los lirios del campo, de la inmensidad de las nubes, de la belleza de las catedrales, de las lecciones de Lepanto, Don Juan de Austria y San Pío V, y así os haréis dignos de recibir la recompensa demasiadamente grande por la que entregué Mi Sangre.

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