El entorno familiar y político de la Venerable Sor Leonor de Santa María Ocampo

21/05/2018

Habiendo firmado S.S. el Papa Francisco I -según informan Aica, La Nación y Clarín, entre otros- el decreto que reconoce las virtudes heroicas de la religiosa sañogasteña Sor Leonor de Santa María Ocampo Dávila (u Ocampo-Brizuela y Doria*), O.P, declarándola Venerable, presentamos a nuestros lectores las siguientes notas sobre “El entorno familiar y político de Isora Ocampo Dávila – La Sierva de Dios riojana”, de la Prof. Elena B. Brizuela y Doria de Mesquita Errea, expuestas en las Jornadas de Cultura Hispanoamericana por la Civilización Cristiana y la Familia en Salta (gentileza del blog Luces Doradas del Tucumán).

(*) La autora aclara que empleó el apellido Ocampo Dávila en el título siguiendo informaciones recogidas en el Convento, no obstante haberse apellidado la madre de Isora Brizuela y Doria al heredar el Mayorazgo,  y aparecer en la fe de bautismo de la Venerable Sierva de Dios como Dª Francisca Solana Doria.

La Venerable Sor Leonor de Santa María Ocampo, O.P.

Iglesia de San Sebastián de Sañogasta, erigida por el General Pedro Nicolás de Brizuela, Teniente de Gobernador del Tucumán ca. 1660,  fundador, con su mujer, Da. Mariana Doria, del Mayorazgo de San Sebastián.

La Iglesia de San Sebastián de Sañogasta, erigida por la familia de Isora, que integraba el Mayorazgo de San Sebastián. La futura monja  contemplativa se crió en casa de su abuelo, Ramón de Brizuela y Doria, Señor de San Sebastián de Sañogasta,  figura prominente del Cabildo de la Ciudad de Todos los Santos, Gobernador de La Rioja, autor de la autonomía riojana con respecto a Córdoba -dependencia impuesta por la absolutista Ordenanza de Intendentes borbónica. Este patriarcal señor fue criminalmente fusilado por el ex fraile Aldao, lo que provocó la alegría de Juan Manuel de Rosas.

Aquí amaneció Isora a la luz de la Fe, aquí practicaba sus devociones, y enriqueció esta Iglesia con el via crucis que actualmente se venera allí.

 

Carta del Gral. San Martín* agradeciendo los aportes de La Rioja a la Emancipación al Gobernador D. Ramón de Brizuela y Doria, abuelo de Isora, en cuya casa-hacienda en Sañogasta se crió la niña, en un ambiente de marcada tradición católica (*Archivo familiar) 

Entorno familiar y político de Isora Ocampo Dávila, la Sierva de Dios riojana

Iniciamos hoy (A.D. 2009) la publicación de estas notas sobre el ambiente familiar y político de una candidata a los altares oriunda de Sañogasta, La Rioja, en la región del Tucumán. El caso reviste un doble interés: conocer esta alma privilegiada, y acercarnos a través de sus memorias y otros elementos a un período histórico crucial de nuestra historia, que hasta ahora pocos parecen haber interpretado debidamente.

Según el esquema de ciertos autores que parecen sentirse dueños de la tradición y el federalismo, existía un polo federal, identificado mal que bien con la tradición hispánica y católica, liderado por Rosas; y otro unitario y liberal, al que se habrían volcado muchas familias de la aristocracia argentina, entre ellas la de Isora.

Como veremos en estas notas, ese esquema peca de simplismo y conduce al error. Pues es innegable que Rosas, a pesar de haber capitaneado a un sector tradicional, fue un centralista de primer orden que persiguió a las cabezas de las familias patriarcales del interior, que no se dejaban someter.

He ahí una clave fundamental de nuestra historia.

Para justificar esa cruenta persecución anti-aristocrática, que recuerda la Revolución Francesa, muchos populistas encubiertos o declarados aplican a esas familias el estigma de “liberales”. Como veremos en el caso de Isora, y en el de muchas familias señoriales que hicieron patria, eran baluartes de la tradición católica, de las que nacieron almas que dejaron -como en este caso- “un recuerdo imborrable de santidad”, precioso aporte para una Argentina católica y tradicional.

El Alférez

Elena B. Brizuela y Doria de Mesquita Errea
Sañogasta, octubre de 2008
1ª nota
“Me dio a luz mi madre doña Solana Dávila de Ocampo el día 15 de agosto a las tres de la tarde el año 41 tiempo de muchas guerras; y mi casa como fue muy poderosa y rica por lo que era muy perseguida, y estando mi madre encinta de mí, sufrió muy grandes trabajos, un ejército….. llevaron presos a mi padre don Amaranto Ocampo y al padre de mi madre don Ramón Dávila y Doria por el Vinculado, y dos niños, y mi madre tenía por casa una cueva en un lugar desierto con el resto de la familia, y otra parte del ejército tenían la casa y vienes por de ellos, en esta crítica circunstancia a cada hora creían que mi madre moría…” ([1]).

Así comienza el interesante relato que hace Isora Ocampo Dávila en las “Memorias” que escribió a instancias de su confesor, quien le mandó dejar un testimonio para la posteridad, de todo lo sobrenatural que ocurrió en su vida; el sacerdote supo ver en ella las virtudes heroicas que templaban su alma escogida.
El contexto descripto es ideal para desmenuzar el momento político y el ámbito familiar en el que vivió esta Sierva de Dios riojana.
El Cerro Famatina está a más de seis mil metros; allí, en el llamado “Campo de Cosme”, encontramos el puesto “La Pampa”; Francisca Solana Dávila de Ocampo, “tenía por casa una cueva…”, donde dio a luz a esta niña en el día de la Asunción de la Virgen al Cielo, por eso la llamaron Isora María del Tránsito. Desde muy chicos oímos decir a los mayores, incluso a ancianos que habían servido en la casa y en el puesto, que “en La Pampa había nacido una niñita de la familia”; coinciden los relatos de la tradición oral con lo escrito en las “Memorias”.

En el cerro el paisaje era paradisíaco; el ambiente armonizaba perfectamente con el espíritu de esta niña, dada a la soledad y al silencio, a la pureza y a los esplendores del amor de Dios.
Allí solo habitaban el cóndor majestuoso, unos pocos pájaros menores, algún que otro puma que husmeaba los terneros, y animales de cría. Se amontonaba en las quebradas la nieve blanquísima, amalgamándose con el azul de la inmensidad: los colores de la Virgen, a quien esta niña tanto amó. Alrededor se veía una planicie cubierta de pastos, secos por el hielo del invierno, que parecían dorados bajo los rayos del sol, y se movían con el viento suave propio de las alturas. En los corrales de piedra encerraban las vacas en época de pariciones, se controlaba la hacienda y se lechaba para los quesos del año.
Entre la planicie y los corrales, enormes rocas erosionadas atesoraban la cueva que tuvieron por casa.
Todo este ambiente nos recuerda la cuarta vía del esclarecido Dominico Santo Tomás, para demostrar la existencia del Creador como causa ejemplar de la belleza de los seres creados…
Estos campos pertenecían al Mayorazgo de San Sebastián de Sañogasta, cuyo “Vínculo” o “Señor” era entonces Don José Ramón de Brizuela y Doria, el abuelo que Isora menciona. Dista unas diez horas de cabalgadura desde la casa de Don Ramón en Sañogasta, que fue la casa de Isora. Ella nació y se formó en el seno del Mayorazgo.

[1] Sor Leonor de Santa María Ocampo, “Memorias”, Monasterio de Sta. Catalina, Córdoba, 1997.

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El Mayorazgo de San Sebastián o de los Brizuela y Doria –  2ª nota)

Aguila imperial del escudo de armas de la Familia Doria

El cerro Famatina – al pie de sus cumbres nevadas nació Isora Ocampo Dávila, en el Puesto “La Pampa” de su abuelo, Ramón Brizuela y Doria

[Ella nació y se formó en el seno del Mayorazgo…]

Esta institución tenía raíces medievales europeas; los conquistadores españoles la trasladaron a América ([1]). En ambas familias de Isora existió. Los Ortíz de Ocampo heredaron el Mayorazgo de Totos, en Córdoba, fundado por Juan Gregorio Bazán de Pedraza en 1714, hasta la segunda mitad del siglo XIX.
El de Sañogasta fue fundado en 1663 por disposición testamentaria del General Pedro Nicolás de Brizuela –original de Castilla la Vieja-, y su mujer doña Mariana Doria, hija de españoles nacida en La Rioja; tuvo vigencia desde 1674 -cuando murió don Pedro Nicolás- hasta 1917.
Los fundadores establecían normas puntuales, de cuyo cumplimiento en gran parte dependía su perduración. Fue el caso de este Vinculado, que resistió a pie firme los avatares de las nuevas ideas de la Revolución Francesa, la Asamblea del año XIII, la abolición de títulos de nobleza, hasta la segunda década del siglo XX.
Una de las normas a cumplir era que el Vínculo o Señor debía apellidarse “Brizuela y Doria” sin agregar ni quitar ninguno, so pena de perder la titularidad. Por eso es que doña Solana, hija única de José Ramón, apellidaba Dávila, pero al morir su padre y hacerse cargo del Vínculo adoptó el “Brizuela y Doria”. Todos sus hijos firmaron Ocampo como don Amaranto, pero el mayor, al fallecer su madre cumplió la norma “sine qua non” ([2]).
El titular administraba, organizaba, disponía y velaba por la mantención y mejoramiento de la estancia de San Sebastián, sede del Vinculado, y del resto del patrimonio; daba cobijo, protección y trabajo a toda la familia, y contribuía al progreso regional. No debía enajenar ni dividir la propiedad vinculada, en cambio sí acrecentarla.
La situación daba prestigio y amplio campo de acción en la política provincial.

[1] “Nobleza y élites tradicionales análogas, Revolución y Contra-revolución en las tres Américas”, Apéndice hispanoamericano de “Nobleza y élites tradicionales análogas en las alocuciones de Pío XII al Patriciado y la Nobleza romana” de Plinio Corrêa de Oliveira, Ed. Fernando III, el Santo, Madrid, 1995.
[2] Elena Brizuela y Doria de Mesquita, “Los Brizuela y Doria y el testamento fundacional”, Tucumán, 2004, Congreso Nac. de Genealogía.

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Año 1841 – “tiempo de muchas guerras…” – ¿Por qué, si ya éramos independientes?

Rousseau, inspirador de los círculos jacobinos que utilizaron el terror en nuestra patria

El Cabildo, por medio del cual eran gobernadas orgánicamente las ciudades por los vecinos principales, cuyas familias mantenían la tradición heredada de España y fusionada con los elementos nativos.
Dos Argentinas en lucha: la auténtica, continuadora de la tradición católica hispano-indígena de las primeras ciudades, que formó la nación criolla; y su enemiga, la inspirada en las utopías rousseaunianas de la Revolución Francesa. En el marco de esta lucha sorda que, con incontables matices, constituye la esencia de nuestra historia en el siglo XIX, se persiguió implacablemente a las familias que mantenían el vínculo con el pasado. Esa “constante del odio”, de que hablan diversos autores, se revistió de distintos ropajes -inclusive valiéndose del rótulo de “federales”- , cuya nota más saliente fue lo contrario del federalismo, que es el centralismo.
3ª nota
El relato dice: “…estando mi madre encinta de mí sufrió muy grandes trabajos… era tiempo de muchas guerras…”
Año 1841; en el país habíamos dado el primer grito de libertad en 1810; habíamos declarado la independencia de España en 1816, ¿porqué teníamos que sufrir muchas guerras?
Tal vez haya que buscar la respuesta más atrás en el tiempo, y más lejos, en otras latitudes…
En realidad nuestra Argentina comienza en el Tucumán: Santiago del Estero es Madre de Ciudades; en este Noroeste es donde nace la Patria. A partir de la gran entrada de Diego de Rojas desde el Perú, se asentaron los primeros pobladores, se fundaron las primeras ciudades con hombres increíbles como Hernán Mexía Miraval, Nicolás Carrizo, Juan Gregorio Bazán y tantos otros; se evangelizó al indio con figuras enormes como San Francisco Solano; con muchas vicisitudes, se dio la simbiosis de raza con el nativo. Se instalaron haciendas bien desarrolladas que produjeron e industrializaron; hubo comercio local y de exportación a Chile, el Perú y Brasil; se consolidaron casonas señoriales importantes como las de ambas familias de Isora.
Se logró, especialmente a partir del siglo XVII y a lo largo del XVIII, una unidad cultural, con clases dirigentes preparadas, con estilo propio, con educación y categoría; había diplomacia; se fundaron colegios y universidades, en Córdoba la Casa de Trejo es un testimonio indiscutible. La vida en el reino del Tucumán tenía una impronta local dada por las características aportadas por el español, el nativo, el criollo y los Austria –los monarcas reinantes en la Madre Patria hasta fines del siglo XVII.
El advenimiento de la casa Borbónica en España, le dio otro tinte a la corona y repercutió en todos los ángulos de la vida en el nuevo continente.
Se creó el Virreinato del Río de la Plata en 1776. El Puerto de Santa María de los Buenos Aires comenzó a crecer desmesuradamente; el Tucumán miró hacia allí con desconfianza, porque había sido pensado como salida al mar de los productos de todas las ciudades del interior, no solamente de Buenos Aires; pero hubo centralismo y despotismo.
Se dio la gran influencia de hombres de intelecto, ilustrados, que estudiaron en Chuquisaca o en Europa -de donde regresaron rebosantes de ideas iluministas, influenciados por Voltaire, Rousseau, Dantón, en una palabra: Revolución Francesa anticristiana. Venían con grandes iniciativas de fundar logias cerradas y secretas; consideraban “bárbaros” al pueblo menudo, al gaucho, al indio, a los del interior; eran nuevas ideas que no armonizaban con la tradición hispano-indígena y católica.
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Mientras declaraban lo que el pueblo religioso quería oir…

Facsímil de la primera proclama de la I Junta – Haciendo click podrá agrandar la imagen y leer su importante contenido.
Aunque como argentinos que veneramos los verdaderos valores patrios nos duela, hay muchos enigmas en nuestra Historia que deben aclararse con prudencia y sabiduría, por amor a la Patria y a la Verdad: pues ésta, enseña Nuestro Señor, “os hará libres”… De lo contrario, seguiremos aferrados a muchas fantasías que pueden halagar nuestra imaginación pero no llevarnos a la realidad histórica.
La emancipación fue un proceso que tuvo como resultado constituirnos en nación soberana. Damos gracias a Dios por tener este noble país. No obstante, este proceso y los que se le siguieron tuvieron aspectos no deseables, que se podían haber evitado si en primer lugar se hubiese querido continuar con la civilización cristiana, bajo nuevas formas constitutivas. Pero, por influencias concretas y palpables tomadas de la Francia revolucionaria, ajenas a esas metas e ideales, mientras se proclamaba amparar la Fe católica, se iba asentando un centralismo perjudicial para la Argentina orgánica y católica que se había ido destilando durante 260 años de fecunda historia bajo la forma monárquica.
Tanto el centralismo de la década de 1810-1820, continuado por Rivadavia en la década siguiente, como el centralismo de Rosas, proclamaron oficialmente su adhesión a nuestras raíces católicas, mientras se practicaban acciones programáticas en profunda contradicción con ellas, como la persecución a las familias tradicionales que no se plegaban al centralismo de variado signo y resultado único. …Verdad polémica, que debemos afrontar virilmente para llegar a constituir una nación madura, católica y fiel a su herencia espiritual y cultural.

4ª nota
La entrada anterior se refería a hombres de intelecto, adeptos de la Ilustración, influenciados por Voltaire, Rousseau, Danton… . Continúa la presentación de este trabajo:
Ellos tomaron las riendas del nuevo país; y mientras declaraban lo que el pueblo profundamente religioso quería oír –como en la primera declaración de la Primera Junta de Gobierno, que tranquilizaba al pueblo garantizándole el amparo del trono y del altar-, no pocos ejecutaban exactamente lo que iba matando el alma del ser argentino que vino formándose desde el auge del Tucumán. Esta situación produjo confusión, descontento, levantamientos, divisiones.

([1]). Por eso fue “…tiempo de muchas guerras…”.
[1] Luis Mesquita, “Rosas, ¿campeón del federalismo o artífice del centralismo?”, Sañogasta, 2003, inédito.

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Alegría de Rosas por el fusilamiento del Vìnculo de Sañogasta

El ex dominico José F. Aldao, “el fraile”, invasor de La Rioja y responsable del fusilamiento de Don Ramón de Brizuela y Doria, por el delito de ser considerado por él y Rosas “un salvaje unitario”…”impío” . Su mirada dura confirma la fama de sanguinario de la que se hizo acreedor. Don Ramón fue un importante sostén de Castro Barros en la defensa de las raíces católicas argentinas y en su campaña periodística contra ideas anticatólicas y disolventes. En la casa de Don Ramón, que era Señor de San Sebastián de Sañogasta, se crió, siguiendo las tradiciones católicas familiares, su nieta Isora, que vivió y murió con fama de santidad y tiene proceso de canonización iniciado. Rosas detestaba los mayorazgos y los títulos de nobleza a pesar de sus antecedentes familiares; lo dice en su correspondencia publicada por E. Barba. Ensangrentó el país y consolidó el centralismo; luego huyó en la batalla de Caseros abandonando a su suerte a sus partidarios, y se fue a un retiro sin pena ni gloria en la “maldita” Inglaterra. Aldao, que abandonó su vocación religiosa, ejecutaba fielmente sus mandatos; tuvo la desgracia de terminar sus días carcomido por un cáncer que le desfiguró el rostro…-y tal vez por el arrepentimiento. ¿A todo esto, cabría preguntarse quiénes eran verdaderamente los unitarios (cuya esencia era el centralismo, del que fue campeón el dictador porteño) y los impíos, epítetos injuriosos que Rosas prodigaba a mansalva para justificar sus crímenes?

 5ª nota
“…un ejército…llevaron preso a mi padre Dn. Amaranto Ocampo y al padre de mi madre Dn. Ramón Doria y Dávila por el Vinculado…”
¿Qué ejército fue éste?
El “federal”, vale decir el que respondía a Juan Manuel de Rosas, quien gobernaba Buenos Aires con facultades extraordinarias y la suma del poder público, ¡un poder sin límites!
Al mando de este ejército estaban Nazario Benavídez y Félix Aldao, “el fraile” –nombrado así porque había sido sacerdote dominico-; éste rindió cuentas a su máximo jefe Rosas acerca del hecho narrado en las “Memorias”; ésta fue la respuesta del Restaurador de las leyes:
“El infrascripto ha recibido la nota de V. E. del 30 de junio último en que comunica haber caído prisionero en la gloriosa jornada del 20 del mismo el salvaje unitario Ramón Brizuela y Doria, inmundo Ministro de La Rioja y agente de la asquerosa titulada comisión de salvajes unitarios, cuya correspondencia original de la misma dirigida al cabecilla salvaje Brizuela, también ha remitido V. E. El infrascripto se complace a reconocer en este otro resultado de la esclarecida victoria de Sañogasta, la justicia del cielo que ha castigado la iniquidad y perfidia de los impíos, bárbaros, salvajes unitarios” ([1]).

El “salvaje Brizuela” era Tomás Brizuela –el Zarco- gobernador de La Rioja y Jefe de la Coalición del Norte formada por las provincias del antiguo Tucumán para defenderse del centralismo. En la ocasión, el gobernador visitaba a su ministro, don Ramón, en Sañogasta, y fue sorprendido y muerto allí mismo. Isora cuenta que fueron presos su padre, su abuelo y dos niños, que eran sus hermanos mayores. Según figura en un documento presentado por el Lic. Alejandro Moyano Aliaga en la II Jornada Histórico Genealógica del Tucumán y Cuyo, en La Rioja, en el 2004, fueron también presos un hermano del Vínculo, don Nicolás Dávila, y un hijo de éste, quien relata luego lo acontecido a su padre.
Don Ramón fue fusilado en el trayecto entre Sañogasta y San Juan, en algún lugar de la Sierra de Vilgo; rescataron sus restos los hombres de la hacienda, los trajeron envueltos en un cuero vacuno y lo enterraron en la Iglesia de San Sebastián; tal vez a esta segunda muerte se refiere Rosas en su carta cuando dice que “…se complace a reconocer en este otro resultado de la esclarecida victoria de Sañogasta…”.
El Coronel Nicolás Dávila –hombre del Vinculado-, conocedor de las personas y sus aficiones, durante el trayecto convidó a Benavídez a una partida de cartas para combatir el tedio. Y perdió mucho dinero: así estaba seguro, pues debían mantenerlo vivo para que pagara la deuda… De otro modo, quizá, habría corrido la suerte de su hermano.
Viene al caso recordar las crónicas que escribe el Dr. Joaquín V. González en “Mis Montañas” acerca de su bisabuelo, el coronel Dávila: “…muchas veces su cuello estuvo bajo la cuchilla del bárbaro, sus pies encadenados y su hogar invadido por el fuego y el pillaje…”.
Ciertamente, ¡eran tiempos difíciles!
Teniendo en cuenta el comportamiento y las obras de los principales protagonistas de los hechos, y no el significado real de los términos, podríamos lanzar esta idea: eran considerados federales los adeptos a Rosas; unitarios los que no estaban de acuerdo con él.
Cuando doña Solana pudo regresar de “La Pampa”, encontró: su padre asesinado por las fuerzas rosistas, su marido prófugo y los hijos mayores –adolescentes- presos, “la casa y bienes tomada por de ellos”, por consiguiente devastada. Ciertamente Doña Solana “sufrió muy grandes trabajos”.

“Mi casa fue muy poderosa y rica por lo que era muy perseguida…”
La afirmación es simple, franca y categórica. Y exacta. Hoy, a la luz de la investigación, podríamos agregar que también fue silenciada, a partir de la figura de su fundador en adelante.

[1] Cnel. Roque Lanús, “La Provincia de La Rioja en la Campaña de los Andes”, Biblioteca del Oficial, Buenos Aires, 1946.
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“El alma de la hacienda era la Iglesia…”


6ª nota
Las “Memorias” de Isora son largas y ricas en anécdotas y detalles que nos dan una idea del espíritu que reinaba en esta familia. Tomamos algunos ejemplos:
Siendo aún pequeña, Isora consagra su casa a la Virgen del Rosario, en presencia de su madre y hermano mayor, en ocasión de la visita de una imagen traída desde Vichigasta, y les pide que le den “mucha limosna”.
La familia rezaba el Rosario todos los días, patrones y servicio reunidos.
Isora sentía una especial inclinación por venerar de rodillas un cuadro que fue de su abuelo, de la Virgen entregando el Rosario a Santo Domingo y Santa Catalina, como que se perfilaba desde muy niña su vocación religiosa, con un llamado especial a la orden Dominica.
Doña Solana era “pura caridad”; “su casa y su despensa estaban siempre abiertas para todo el pueblo y los pobres”; cuando Isora veía que en alguna casa “no tenían ni para comer”, le avisaba, y la mandaba “bien aviada”, con muchas cosas para llevarles; ella era la “repartidora”.
Creció y se formó en un ámbito familiar culto, piadoso y caritativo, lo que contribuyó a afianzar su vocación. Uno de sus hermanos le proporcionaba buenas lecturas, adecuadas a su espiritualidad y a sus sentimientos.
El alma de la hacienda era la Iglesia, erigida por Pedro Nicolás de Brizuela en la primera mitad del siglo XVII; allí se venera a San Sebastián y a la Virgen de la Candelaria. Cuenta Isora que, siendo de cuatro o cinco años, rezaba el Vía Crucis con los del pueblo, cargando la imagen de la Dolorosa, que se la dejaban llevar porque la pedía con lágrimas; y ofrecía al Señor el sacrificio de arrodillarse en las piedras durante el rezo.
Cuando fue mayor, ya monja del Convento de Santa Catalina, en Córdoba, recordaba estas devociones y quiso obsequiar a la Iglesia de su pueblo los catorce cuadros de la Pasión; encargó los elementos necesarios y los armó en su celda, pero sin darse cuenta rompió “un cristal, que se hizo añicos”, y los necesitaba al otro día temprano porque pasaría un hermano suyo que viajaba a Sañogasta. Pidió al Señor que le solucionara el problema y salió a buscar entre las otras monjas algún vidrio que le viniera bien. Pero… no hizo falta: el cristal, milagrosamente estaba sano! Los catorce cuadros, venerados en Cuaresma, se destacan en los viejos muros de la Iglesia de San Sebastián.

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Sor Leonor de Santa María Ocampo Dávila – Nota final –

Consagramos nuestra entrada nº 100 de “Luces del Tucumán” a la sañogasteña Isora Ocampo Dávila, monja de clausura y mística en el tradicional Convento de Las Catalinas (Córdoba)

7ª nota

Cuando tenía ocho años murió su madre. Sufrió lo indecible. Frente a una imagen de la Inmaculada, le pidió: “yo no tengo madre, ¡sed Vos mi madre!”
Creció bajo la atención de sus hermanos y su padre. Este, por hacerle un bien, a los quince años la mandó a la ciudad con una tía que tenía dos hijas jóvenes; le hicieron la vida imposible, pues no entendían la piedad, la seriedad, la negación al mundanismo, a los bailes, a las modas, a los posibles pretendientes; el sufrimiento moral era constante; sus ansias por la vida recogida crecían y su espíritu se enriquecía con la oración y el sacrificio. Tuvo su primer éxtasis a los quince años, mientras hacía acción de gracias frente a la imagen de la Virgen de la Candelaria, en la celebración solemne del día de Todos los Santos, en la Iglesia Matriz de La Rioja. De allí en más, las manifestaciones sobrenaturales en la vida de Isora fueron constantes.
Por el destierro político de don Amaranto fueron a vivir en San Juan.
Tenía pedido un lugar en el Monasterio de Santa Catalina, en el que, a usanza de la época, se debía pagar una dote bastante elevada para ingresar. Cuando hubo una vacante pidió a sus hermanos de Sañogasta que le dieran el dinero como le habían prometido. Pero -como si Dios quisiera probar hasta lo último las fuerzas de su alma- le respondieron que en ese momento no podían porque “el Chacho no les había dejado nada” -situación que tenía antecedentes en esta casa; “y el hermano que pudo darme más –dice Isora-, muere”. Nunca se opusieron a su ingreso al Monasterio, es que no tenían el dinero.
Para reunir su dote, rezó mucho, y recibió donaciones importantes; también se humilló pidiendo limosnas –lo que disgustó muchísimo a su familia. Cuando reunió la cantidad, viajó a Córdoba desde San Juan. A los 26 años logró el objetivo más importante de su vida: ser monja de clausura. Adoptó el nombre de la fundadora del Monasterio: Sor Leonor de Santa María.
Sufrió y gozó. Dios y la Santísima Virgen la consolaban, le daban fuerzas, la preservaban del pecado, se comunicaban con ella en sueños y locuciones; le daban pequeños gustos, como hacer llegar naranjas al convento cuando ella las deseaba tanto, o proporcionarle -por alguna hermana que se los entregaba sin que ella se los pidiera- los hilos que precisaba para un bordado o un tejido. Las revelaciones fueron increíbles, como mostrarle el Cielo, anticiparle acontecimientos, o hacerle saber que moriría “sin dar tiempo a nada” el día de los Santos Inocentes -el 28 de diciembre del año 1900- para lo que se preparó con inmensa felicidad. Dios obró milagros y prodigó gracias por su intercesión, en vida y después de muerta.
La comunidad dominica de Santa Catalina presentó los antecedentes necesarios para iniciar el proceso de canonización. Los primeros pasos fueron dados y se la declaró “Sierva de Dios”.
Sor Leonor, en su entrega total a Dios, escribió sobre sí misma:
“El dirá con el tiempo, lo que de mí ha de ser.”
Sus “Memorias” nos ayudaron a explicitar: un difícil momento político, hechos históricos escritos por pocos autores, relatos transmitidos de generación en generación, y los valores de unidad, de Fe católica, de conciencia por la responsabilidad de dirigentes, que fueron constantes en esta familia. FIN

Elena Beatriz Brizuela y Doria de Mesquita

Nota:
habiendo sido declarada Venerable la Sierva de Dios Sor Leonor de Santa María Ocampo Dávila, es importante que quienes reciban gracias por su intercesión las comuniquen al Monasterio de Santa Catalina de Siena, Obispo Trejo 44, Ciudad de Córdoba, para el proceso de beatificación. Muchos casos han sido registrados ya de ayudas sobrenaturales obtenidas por su intercesión.

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